Amelia Sanchís Vidal
Publicado en febrero de 2017 en el Número 2 de la edición impresa
Murió Carmen y no sé muy bien qué decir porque me la imagino aquí, en la última fila, con un cigarrillo, una copa y la sonrisa socarrona colgada en los labios analizando cada palabra para concluir diciendo: sí, sí, pero yo aquí estoy criando malvas. Quiero pensar que se fue porque el corazón, de tanto ampliarlo para acoger a seres humanos, ya no le cabía en el pecho. Y no llamó a nadie porque no le dio la gana. Era muy suya, además, la intimidad es lo que tiene, que es de cada cual. Encontrarla un 28 de diciembre fue su particular inocentada. ¡Hale, a ver quién lo supera! Era tan inteligente como feminista y ambas cosas, junto a su agudo sentido del humor, le permitían realizar profundos análisis. De hecho, podían doler tanto que no se necesitaba ver sangre para saber que estaba pariendo ideas. Ella era así: una partera cómica, que no te dejaba ir sin que, al menos, contribuyeras con una palabra o una idea al bien común.
Quería analizar las cosas desde la realidad que viven, día a día, la mayoría de los seres humanos, y eso incluye la pobreza, el mestizaje, la necesidad de cultura, y la rebeldía de ser y estar feminista. Quería la paridad “sin paripé”. Siempre tan auténtica, tan tierna bajo su vestido de erizo que se ponía, equitativamente, unos días hacía afuera y otros hacia adentro. Verdad y lealtad.
Algunas veces Carmen estaba cansada y enfadada pero no podía parar su labor de ACTIVISTA-CUIDADORA. Esa doble y triple jornada le daba ascendente moral para cantarle las cuarenta en bastos a alguien y, pasando de la risa al llanto, decía las cosas con contundencia. Era su verdad, contada con pasión universal. Otras veces relataba las cosas con esa gracia tan suya, y después de hacerte llorar de la risa, los desencuentros pasaban a un segundo plano para buscar primero las concordancias. Tenía mucho arte como mediadora y como contadora de relatos porque te dejaba con las emociones a flor de piel. También sabía lo que decía cuando hablaba del uso del tiempo, de la importancia de los ritmos y de la amistad. Quienes no tenemos a la familia cerca hacemos de las amigas, las personas, una familia tan fuerte como compleja. Y Carmen era parte de mi familia, de ese complejo entramado de personas que sabemos que, a su lado, nunca estamos solas.
Ella, Carmen, mi amiga, tu amiga, no quería construir catedrales, de esas que te hacen sentir pequeña, para albergar la amistad con cada una de nosotras. ELLA quería que construyéramos guaridas seguras de las que hacen sentirte grande. Y realmente, grande es quien te hace sentir grande, por eso, para tantas personas Carmen era inmensa.
Gracias, Carmen, por habernos/haberme dado tanto.
Yerbabuena recuerda a… Carmela, Carmen López Román
TE VAS….
Buscando sirenas va
Buscando sirenas nuevas
Que le canten al pasar.
Rafael Alberti
El comienzo, Carmela, fue aquella tarde cuando llegaste al Juan XXIII y al pie de la escalera que nos llevaba a nuestra sala de reuniones dijiste: “vengo a ver qué es la asamblea de mujeres”. Corrían los años 80. Desde ese momento tu voz, tus ideas y tus sueños de transformación social, formaron parte del entrelazado que éramos. Allí y así, fuimos construyéndonos como mujeres feministas a la vez que teñíamos de color violeta nuestra ciudad, aunque fuera a gruesos brochazos, en luchas contra las violaciones, por el derecho a decidir sobre nuestra maternidad, sobre nuestro cuerpo, sobre nuestra sexualidad y por la autonomía del movimiento feminista. Carmelilla, ¡ojalá encuentres muchas sirenas nuevas que te canten al pasar…!
Carmen López Román formó parte de La Asamblea de Mujeres de Córdoba Yerbabuena hasta el año 2005.
Yodo esto me parece muy bien. ¿Pero que le hicimos los vecinos para que al poner su nombre en nuestra calle , nos tengamos que marear tanto?, Igual de valores tendría aunque no se la pusiera el nombre a una calle, para quitar otro que no había hecho nada malo. Y si vivía por a qui que yo sepa llevo 50 años en la zona y nunca le conocí. Perdonen, pero imagino la carcajada que pondrían los principales ediles, cuando les pedí a través del diario córdoba, que dejaran las calles como están. Al día siguiente las cambiaron. Los valoreas de las personas son para la eternidad,siempre que no fastidien a los vecinos. Gracias.