Devoramos memes sin darnos cuenta que tienen fábrica
El ascenso de los grupos y partidos totalitarios en muchos lugares del planeta, y en especial en Europa, con una vieja y triste tradición fascista, ha cogido por sorpresa a los que pensaban que esto eran ya historias del pasado siglo XX, y por ello, la respuesta está siendo confusa, lenta y en algunos casos, también totalitaria.
M. Isabel Romero Arias. Presidenta de Junta Islámica de España
Publicado en Octubre 2017 en el Número 7 de la edición impresa
Foto de cabecera: Miguel Leon
Siempre la realidad va mucho más deprisa de lo que la sociedad y la política son capaces de racionalizar y dar respuesta. Ya desde hace décadas se viene avisando de que el monstruo no estaba conquistado ni reducido, tan solo se mantenía agazapado en las cavernas de sus guaridas, esperando el mejor momento para emerger de nuevo en el imaginario social, y lo más importante para ellos, en el poder.
¿Cómo es posible que tras el dolor y muerte causada durante décadas pueda resurgir una ideología tan nociva para la convivencia? Habría que preguntarse sobre si se han hecho todas las tareas con respecto a la implantación de la democracia real, la participativa, esa que empodera a la ciudadanía, la educa, la hace consciente y solidaria, con el eje central de los derechos humanos, mejorados y no degradados, la universalidad frente a las ridículas construcciones artificiales de identidades excluyentes, las lamentables purezas culturales, las intolerables purezas raciales, las visiones monolíticas sexuales, religiosas e ideológicas, etc.
Los motivos de todo esto son diversos, pero hay una responsabilidad política y social en el adormecimiento de lo que es verdaderamente importante: el respeto, la igualdad, el derecho a la paz, la solidaridad, la empatía, conceptos que han quedado vacios, en especial con el más sobado y manipulado en los últimos tiempos, “la libertad”, traída y llevada a colación por propios y ajenos, sirviendo por igual a unas causas y a otras.
La globalización super capitalista, alejada de la mundialización de la ciudadanía, ha alimentado el resurgir de los totalitarismos, y muchos ciudadanos que se encuentran inmensos en ellos, ni se han enterado de que se han convertido en voluntarios / involuntarios de todo ese montaje.
Pero con este panorama, ¿Cómo podemos los ciudadanos influir y modificar el rumbo de los tiempos?
Modestamente sugiero abrir los ojos sin prejuicios a las realidades múltiples, a la diversidad. No es fácil abandonar las zonas de confort, el cambio nos incomoda, y la reflexión, la toma de conciencia implica un ejercicio inevitable de autocrítica, o lo que es lo mismo, desempolvar el espejo y mirarse en profundidad para ver de qué nos hemos contagiado, y que hemos olvidado de todo aquello que era fundamental en otros tiempos.
Devoramos memes sin darnos cuenta que tienen fábrica. He visto como amigos y conocidos han compartido mensajes e imágenes xenófobas, racistas, islamófobas, machistas, sexistas, sin un solo pestañeo, sin una mínima reflexión sobre lo que se ha recibido y qué se está compartiendo, haciéndose cómplices sin querer, del discurso de los totalitarios, esos que apelan a la españolidad más reaccionaria, ayudando a la construcción del “otro” como el enemigo común, el ladón del pan y la sal.
A un lado y otro del espectro de los totalitarismos, las fábricas no paran e internet es su universo. Consiguen que sus mensajes salgan de la red y lleguen a los grandes medios de comunicación de masas, penetrando en el inconsciente colectivo y obteniendo replicantes de esas ideologías. La llamada post verdad, está consiguiendo que demos por bueno todo lo que llega disfrazado de verdad. Pienso, por ejemplo, en la famosa foto que desde hace décadas se pasea por nuestros teléfonos y mails, con el desfile de novios adultos con supuestas novias niñas de la mano, ubicada siempre en distintos países musulmanes, la foto de los ancianos en situación de precariedad económica, enfrentados a la imagen de supuestos musulmanes que han saltado la valla de Melilla y que perciben ayudas del Estado español por miles de euros; el supuesto lobby gay que controla gobiernos para pervertir nuestras puras sociedades; el Islam como enemigo número uno de nuestros valores democráticos, anatema de la vieja Europa de las supuestas libertades; la dichosa reciprocidad, inexistente en el derecho internacional, poniendo como ejemplo la falta de libertad religiosa en países musulmanes, cuando tan solo Arabia Saudí prohíbe la práctica de la diversidad religiosa, y que por cierto es uno de los principales aliados de nuestro país, para según y que aspectos que nos interesan; la igualdad de género, otra bandera recurrente, cuando se nos olvida que una de las expresiones del totalitarismo es el machismo, que se cobra vidas en nuestro país y daños terribles a niños y familias, y un largo etcétera que nos va transformando en agentes de esa post verdad.
Tenemos necesariamente que volver a la defensa de los derechos civiles, al concepto de ciudadanía plena, al trabajo comunitario para conquistar la democracia participativa, superar las dualidades, avanzar en la comprensión de que la diversidad no nos resta, sino que nos suma, y que todo aquello que haya que pulir, trasformar y mejorar, lo tenemos que hacer juntos, como una tarea común, pues ya vivimos en esa diversidad y todos y todas somos responsables de lo que hoy construimos para el futuro.
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