El sábado, 16 de octubre, en la “catedral” de Córdoba (los carteles de propaganda ponen un cuidado extremo para que por ningún lado aparezca el término “Mezquita”) la Iglesia católica celebrará una ceremonia de beatificación de 127 personas.
La noticia no merecería comentarios -dentro de las creencias particulares, cada uno sube a sus altares a quien le apetezca- si no fuese por la carga ideológica de Franquismo extremo que la acción, en su diseño y puesta en escena, lleva: el evento se anuncia como “Beatificación de 127 mártires de la persecución religiosa en España 1936-39” (sic) y en las declaraciones publicitarias previa al mismo la jerarquía eclesiástica cordobesa, pilar ultramontano donde los haya, no olvida añadir nunca un “asesinados por odio a la fe”.
Y no, no es un acto de reconciliación y perdón, pues los organizadores no han mostrado la más mínima comprensión o empatía (siquiera una brizna de piedad cristiana) con las miles de víctimas republicanas asesinadas en la capital y provincia durante el periodo que acotan.
Así, no puede extrañarnos que estudiando la puesta en escena del acto, al cerrar los ojos nos parezca entrar en un túnel del tiempo que nos lleva a la “Causa General instruida por el ministerio fiscal sobre la dominación roja en España”1 y al programa de propaganda “goebbelsiana” de posguerra puesta en marcha por el ministro de Justicia Esteban Bilbao. De fondo, la meliflua voz de fray Justo Pérez de Urbel2 celebra la sempiterna alianza Trono/Altar en la Historia Contemporánea española.
Por higiene democrática en estos tiempos de revisionismo histórico a calzón quitado que quieren imponer los hoy negacionistas (de los crímenes franquistas, del holocausto, hasta del Covid), ayer terraplanistas y siempre teocráticos, tenemos que negar públicamente la mayor y no dejar que el ultra conservadurismo español, eternamente dispuesto a refocilarse en las cochiqueras de la Dictadura, imponga su relato.
Es nuestra obligación impugnar con datos y argumentos el cuento. Las 127 personas que van a subir al tercer peldaño en el camino de la canonización3 (entre las que estoy seguro habría muchas bondadosas y honradas y ninguna merecía el sangriento final), no fueron asesinadas por “odio a la fe”, sino por ser miembros activos de una Iglesia totalmente alineada con la sangrienta rebelión militar contra el legítimo poder de la Segunda República.
Una Iglesia representada en ese instante por un cardenal Gomá4 que lo mismo elevaba la rebelión a la categoría de Cruzada, defendía en la Carta colectiva de los obispos españoles (1937) al llamado “movimiento nacional” o se quedaba tan pancho declarando (Budapest, junio de 1938): «Efectivamente, conviene que la guerra acabe. Pero no que se acabe con un compromiso, con un arreglo ni con una reconciliación. Hay que llevar las hostilidades hasta el extremo de conseguir la victoria a punta de espada. Que se rindan los rojos, puesto que han sido vencidos. No es posible otra pacificación que la de las armas. Para organizar la paz dentro de una constitución cristiana, es indispensable extirpar toda la podredumbre de la legislación laica…»5
Intentar descontextualizar los 127 asesinatos de la Guerra Civil es una burda trampa intelectual que debiera hacer sonrojar hasta personajes tan retrógrados como Demetrio, el actual “vigilante”6 del rebaño cordobés, siempre proclive a no dejar que la realidad le estropee una creencia formulada a priori.
En esta trama llama poderosamente la atención un elemento: quienes más ahínco ponen en negarnos la memoria histórica a los que queremos que las decenas de miles de cadáveres de represaliados republicanos (que inundan cunetas y fosas comunes de todo el territorio español) tengan un lugar digno donde reposar y que sus nombres no sean olvidados, siempre alegando que así tensionamos la sociedad y abrimos heridas, quienes se niegan sistemáticamente a aplicar la vigente ley de Memoria Histórica, son los mismos que, a poco que te descuides, montan una canonización de sus muertos (siempre hubo clases) o devuelven al callejero los nombres de los más significados franquistas del lugar.
Y ese empeño sería tragicómico si no estuviéramos en Córdoba, ciudad y provincia en la que sin ser exhaustivos, y siguiendo a la máxima autoridad en la materia, Francisco Moreno Gómez (aunque el propio historiador reconozca que las cifras exactas del genocidio franquista jamás serán posibles, dado que la Historia choca con los mecanismos de “desaparición” propios de los fascismos) barajamos los siguientes datos sobre la represión franquista7: 11.582 víctimas republicanas del genocidio franquista con 6.953 computadas en pueblos y 4.629 en Córdoba capital. ¿Se les puede denominar también como víctimas de la persecución que sobre ellas realizaron gente a priori muy religiosa o de comunión diaria?
Basta fijarse en los muros de la memoria de los cementerios de la Salud o de San Rafael para hacerse una idea de la enormidad del crimen. Y la historia no está cerrada. Sin tener que irnos muy lejos, el pasado miércoles 13 (hace dos días) aparecía la siguiente noticia en los periódicos locales: «Hallan el Córdoba una nueva fosa de represaliados por el Franquismo» (cementerio de la Salud, 9 personas que murieron de forma violenta como atestiguan las balas, manos atadas o disposición de cuerpos). Suma y sigue.
Por ello se hace tan necesario negarnos al olvido. Porque quienes beatifican a unos a la par les niegan la categoría de víctimas a quienes se mantuvieron fieles a la República. De ahí la importancia del relato. Quien lo impone crea hegemonía y esto explica el empecinamiento tradicional del conservadurismo hispano en su intento de arrebatarnos nuestra memoria, nuestro universo sentimental, nuestro pasado histórico y así tener manos libres para imponer la suya sin disidencias.
¡Que pregonen lo que quieran!, pero por favor , no les sigamos el juego. Combatamos la desmemoria.
PD: ¿Para cuándo una iniciativa eclesiástica similar con bombo y platillos para reivindicar la memoria de los decenas de miles de niños objeto de abuso sexual?. ¡Vaya ocurrencia! Cuando no hay «rojos» por medio, no hay mártires.
- 1 Ejercicio de propaganda franquista puesto legalmente en pie el 26 de abril de 1940 donde con escasa fiabilidad y mucho estímulo a la delación se instruía un sumario “ad hoc” para culpabilizar de la Guerra Civil al bando republicano
- 2 Religioso hispano, capellán de la sección femenina de la Falange, procurador “ad eternum” en las Cortes franquista y Consejero Nacional de las FET de las JONS
- 3 1º siervo de Dios, 2º venerable, 3º beato y 4º santo
- 4 Isidro Gomá y Tomás, cardenal primado de España durante la Guerra Civil
- 5 Sueiro, Daniel; Díaz Nosty, Bernardo (1986). Historia del franquismo.
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