Esto es rojo. Esto es salado. Esto es rugoso… Y así aprendemos a reconocer lo que se nos presenta cada vez que tenemos algunos de los sentidos activos. Aprendemos la realidad por lo que es, y no por lo que no es. Quizá ahí está el ingenio del amigo Magritte con su Ceci n’est pas une pipe, rompiendo mentes con el juego entre la representación de una realidad y la propia realidad representada. Y quizá también ahí se encuentre la esencia del Centro de Creación Contemporánea de Andalucía C3A, que en su día compramos (caro) porque ceci n’est pas un musée, aunque lo pareciera a priori, y cada día que pasa, lo parezca más.
Cuando te ponen delante un edificio singular y descontextualizado (cualquier descampado habría servido para hacerlo caer del cielo), y te dicen que es para la cultura, no se hable más: tu bagaje cultural te dice que es un museo. Pero no. Desconocemos pues las “exitosas” teorías de acupuntura urbana, ciudades creativas, gentrificación cool… Lo que necesita una zona deprimida, amiga, no es un museo, ahí muerto y estático, sino un centro de creación, vivo y cambiante. Que la creatividad del arte contemporáneo, así por sí misma, ya mejora las cosas del comer. Más que un museo, incluso.
Hace ahora cinco años que nuestro Centro de Creación Contemporánea (de ahí las 3 C) está mejorando la vida de la comunidad y mucha gente todavía no se ha enterado. Mi amigo sigue llamándolo “el museo blanco”, sin tener ni idea de cómo es el interior. Pero nos dijeron que no era un museo, que ya teníamos varios y que el nuevo Bellas Artes estaba al caer. Que para qué otro lugar de exposición y no uno nuevo de creación… Este C3A aportaría a la ciudad la integración de la zona sur en las dinámicas urbanas, potenciaría la actividad de la industria creativa local, mejoraría la calidad del turismo y nos convertiría en el faro de la cultura contemporánea de Andalucía. Aquí, emitiendo para el mundo, desde el Distrito Sur de Córdoba mismo.
Y el C3A, en una parte, ha funcionado. Prometió residencias artísticas y han sido algo más de ochenta artistas los que han pasado durante este tiempo. Habló de formación y educación, y ha habido numerosos programas y talleres creativos. También cine, música, muestras y eventos… Quizá en la parte en la que el C3A no ha funcionado ha sido en aquella que, haciendo lo que dijo que haría, le ocurriría a la ciudad como consecuencia inexorable de su acción.
Para quienes hace cinco años estaban ya en las dinámicas culturales (por acción o por pasión), el C3A ha funcionado. Para el resto, pregunte usted. Y ahí es donde cabe plantearse si la industria cultural es un motor infalible para transformar de inmediato la realidad material de toda la comunidad (a la que siempre alude como beneficiaria para obtener el dinero público que le permita alumbrarla con sus productos creativos), o si su acción directamente mejora, por de pronto, la realidad de quienes integran esa industria, y luego ya veremos si la comunidad está a la altura de asimilar su creatividad y convertirla en desarrollo socioeconómico para todos.
Con la cultura siempre pasa lo mismo: si gusta-interpela a todos, folklore; si gusta-interpela a unos pocos, elitismo. Y a lo mejor es así, no estoy seguro, pero cuando esa cultura se paga con (mucho) dinero público, sí conviene asegurar que los efectos de la inversión recaerán sobre muchos de los que apoquinan (las propuestas específicas, exclusivas, también se pueden apoyar desde lo público, en proporción: menos gente interpelada, menos recursos públicos).
El bien común, el de toda la ciudad, es la justificación que nuestros administradores (y la industria vendedora) nos dan siempre para poner en la mesa mucho dinero que ya no se invertirá en otras cosas, a lo mejor más pequeñas, sin museos blancos de por medio… Puede ser que la idea del C3A fuese buena, y que lo que de verdad le sobraba era el propio C3A. Talleres, cursos, muestras, eventos y otras variedades bien pueden adaptarse a centros cívicos y vecinales (vacíos), salas y recintos culturales (que ya existen), locales o naves industriales (más baratas)… Pero claro, eso no tiene marketing ninguno.
Y es que por más que les cueste entender a quienes transforman todo en números y fechas, la inversión en cultura no se hace notar antes de las próximas elecciones, ni de las otras… Y eso lo saben (quiero creer) tanto quienes desde la industria venden, como quienes desde lo público compran. Y puede ser que la cultura no soporte la comparación (en números y fechas) con el turismo, y por eso toda oferta cultural que se quiere vender apela siempre al maná turístico para tranquilizar a quienes pagan buscando rendimiento rápido y presentar informes de impacto y esas cosas.
Así que, reconozcámoslo. Un centro de creación cultural así como el C3A, a día de hoy, no vende. Hay que cambiar el guion y meterle una colección artística de las buenas, de las que le sobran a la Thyssen, y generar con eso ruido en prensa y turismo en hoteles “igual que en Málaga”. Y si ahora, para rentar números y fechas, el C3A tiene que ser un museo porque conserva y expone colecciones artísticas, séalo, que el nuevo Bellas Artes parece que no cae. Y si tiene que acoger exposiciones sobre patrimonio histórico (católico) y eso hace que no sea tan contemporáneo, adelante, que la modernidad está sobrevalorada. Y si tiene que ser espacio para creaciones nacidas lejos de la sensibilidad andaluza actual, así será, que no hay que ser nacionalista paleto, y ya meteremos de vez en cuando algo de las criaturitas andalusíes que lo sufragaron con sus impuestos.
Y entonces, el C3A ya no es centro de creación, sino museo. No es contemporáneo, sino histórico. Y no es andaluz, sino internacional… A tomar viento la imagen de marca.
Parece que nada de lo prometido hace cinco años se ha cumplido (y la culpa debe ser del museo blanco) porque acabamos de comprar una idea muy parecida por 1/4 de millón de euros (una idea no, una Ciudad de las Ideas, que por eso sale más caro), vía subvención directa además, que las licitaciones públicas serán muy transparentes pero dan mucho trabajo y se te puede colar cualquiera. La burocracia es un estorbo en estas cosas, pero hemos demostrado que, deseándolo muy fuerte, uno puede crear una fundación en septiembre, pedir una subvención en octubre y que te adjudiquen el 100% de la pasta en noviembre. Para que luego digan que hay colapso en el Ayuntamiento.
Esta vez no vamos a construir nada, que ese boom ya pasó. En vez de un museo blanco, usaremos para residencias artísticas casas del centro histórico, que si bien podrían aliviar el éxodo ciudadano poniéndolas a disposición de jóvenes y familias nativas, mejor se las vamos a pagar por turnos a creativos internacionales que tienen muy, mucha y más creatividad que nosotros. Y a cambio, pues les enseñan cosas a los creativos de aquí para que aprendan, creo. No sé si hay creativos de aquí que van a otras ciudades con contrato de obra y gastos pagados a iluminar otras mentes, pero espero que sí, y que puedan hacer ese proyecto que no vendieron en ningún otro sitio antes, verás, que aquí (aunque tengamos que decirlo para guardar las formas) no vamos a mirar mucho que la propuesta esté contextualizada o prevea relacionarse con la ciudad (Implicación en el territorio: 1 punto), que mientras que sus responsables tengan fama (Trayectoria profesional: 4 puntos) y lo que presenten les guste a quienes van a decidir (Proyecto: 5 puntos) ya vale. Y de camino, se mejora el networking…
A lo mejor es que Córdoba no es capaz de soportar una industria cultural como mandan los cánones liberales, es decir, que ella solita se sostenga en base a las leyes del mercado (ya saben, oferta que invierte de su bolsillo para vender y demanda que paga de su bolsillo para comprar). O a lo mejor es que hay manifestaciones culturales concretas que no entrarán nunca en la dinámica mercantil: intervenciones urbanas, muestras expositivas, jóvenes talentos, proyectos experimentales, espectáculos callejeros o, qué se yo, peroles modernos en plazas antiguas.
Y está bien (muy bien) que desde lo público se corrijan los defectos mercantilistas para garantizar el acceso de todos a la cultura (art. 44 de la Constitución Española), pero cuando una iniciativa cultural se financia al 100% con dinero del común no es un producto mercantil apoyado por la administración, sino un servicio público de cabo a rabo (de toro), que si es prestado desde una empresa-fundación-asociación, se convierte entonces en un servicio público privatizado. Siendo así, no hay industria. Hay profesionales, sí, pero industria, en sí, como que no. Una industria que depende por completo de la financiación pública no es una industria, porque cuando se acaba el dinero público, se acaba todo. Y de nuevo a esperar al próximo golpe de presupuesto público mientras se invoca al turismo, que eso sí que mueve jurdeles.
Así que quizá sea mejor no hablar de “industria cultural” si ésta no vende de forma sostenida a la demanda del mercado. Mejor no llamarlo “desarrollo local” si no hay rentabilidad socioeconómica perdurable. Mejor no disfrazarlo de “dinamización sociocultural” cuando se sabe que las actuaciones no interpelarán a muchos de quienes las pagaron, renunciando, por cierto, a “comprar” otras cosas.
Quizá con el C3A nos dejamos seducir: que si iba a desarrollar socioculturalmente la zona, que si las residencias artísticas impactarían en la industria cultural y la economía local, que si seríamos punteros en creación, que si segmentaríamos el turismo… En cambio ésta sí parece una buena (ciudad de las) idea, porque según sus vendedores, con ella vamos a desarrollar socioculturalmente la zona, las residencias artísticas impactarán en la industria cultural y la economía local, seremos punteros en creación, segmentaremos el turismo….
A ver si esta vez arranca la moto.
jj, acertados comentarios sobre la entrega de llaves del c3A a la Sra Thyssen y muy agudos los referidos al negociado montado por la fundación Artdecor. como gestores culturales no sé, pero como brigada paracaidista o vendedores de motos tienen la vida asegurada