En Softie acudimos a un drama social sobre la infancia de Johnny (Aliocha Reinert), un niño que, pese a su corta edad -diez años-, está perdiéndose las actividades típicas de cualquier infante al tener que hacerse cargo de su hermana pequeña debido a la ausencia constante de su madre (Melissa Olexa), una mujer joven que tiene tres hijos es cajera en un estanco y no solo le encantan las aventuras amorosas sino también el alcohol. Así en esta obra nos encontramos con un nuevo retrato de una familia desestructurada pero ahora desde los ojos de un inocente pero inteligente niño.
Se trata del primer largometraje en solitario del, también actor, Samuel Theis, tras su ópera prima en 2014 junto a Claire Burger y Marie Amachouckeli-Barsacam titulada Party girl, galardonada en el Festival de Cannes con el premio Camera d’Or.
Johnny tras su enésimo cambio de domicilio debido a otra ruptura de su madre con una de sus numerosas parejas, empieza un nuevo colegio en la localidad de Forbach -Lorena, Francia-. Ahora vivirán en una HLM -habitation à loyer modéré-, un hogar para personas de bajos recursos; momento en el que el pequeño, se dará cuenta de que no es la vida que quiere tener.
Es en este nuevo colegio donde va a conocer a su nuevo profesor Jean Adamski (Antonio Reinartz), el cual no solo se va a convertir en su mentor al descubrirle un mundo nuevo lleno de posibilidades, sino también en su primer amor, ocurriendo su despertar sexual, otra situación más donde vamos a comprobar que el protagonista va a vivir una confusa madurez acelerada. Johnny no quiere seguir la vida miserable que tiene su familia, una familia que ya ha renunciado a progresar, tal y como podemos ver en el resignado y ausente personaje del hermano mayor. Este conflicto comienza a rondar en su mente con una simple pregunta que lanza Jean en clase: ¿cómo te ves en 20 años? De esta manera, a lo largo del filme nos vamos a encontrar con el proceso de madurez de Johnny, un niño en busca de sí mismo. Bien es cierto que es el propio entorno quien obliga a Johnny a crecer más rápido de lo que debería crecer un niño de su edad, llegando a interesarse por el mundo de los adultos de forma precoz, teniendo un constante deseo de emancipación. En Softie, en todo momento nos vamos a colocar en los ojos del pequeño-adulto protagonista, comprobando que tiene más responsabilidades de las que debería asumir.
En cuanto a la dirección de actores cabe señalar que nos encontramos con unos personajes impregnados de verdad pese a llevar a cabo unos simples diálogos, siendo sus penetrantes miradas las que cuentan más que sus palabras. En el caso del protagonista, se trata de un personaje muy complejo, pero Aliocha lo interpreta a la perfección.
Por otro lado, la fotografía y el reflejo de la realidad social de la zona fronteriza de Francia que nos encontramos en el filme es fiel a la realidad, pudiendo comprobar como en una de las entrevistas realizadas al director, Samuel Theis indica que Forbach es su ciudad natal, y que “era evidente que tenía que grabarse allí porque es también una forma de reconstruir los recuerdos de una experiencia que vivió a nivel personal y de hacer un retrato de una edad que le parece muy interesante para el cine porque es el umbral de la adolescencia”. Asimismo, encontramos que Theis se aleja de la naturaleza realista del cine francés -recordemos los fotogramas fiel reflejo de la precariedad en los espacios suburbanos- sin desvincularse por completo ella, pero tomándose licencias de carácter poético -recordemos el poema de Blaise Cendras de las islas del inicio del filme- para retratar a un niño que trata de salir de esa vida y encuentra en su profesor un referente para ello.
Softie se estrenó en la Semana Internacional de la Crítica en el Festival de Cine de Cannes de 2021 y ganó el primer premio en la 62ª edición el Festival Internacional de Cine de Tesalónica de 2021. Como dato interesante cabe reseñar su cierta similitud con obras como Les Quatre Cents Coups (1959, François Truffaut) y a otras más recientes como System Crasher (2021, Nora Fingscheidt). Theis señala en otra entrevista que Johnny es un niño “explorador y a esa edad, necesita explorar sus límites, experimentar. Un niño siempre va muy lejos. Quizás era un medio, la ficción, de situar a cada uno en su lugar”. Como conclusión, señalar que Softie se trata de una cruda obra que transita constantemente entre la búsqueda de identidades, el reflejo de las emociones y el deseo de prosperar; una mirada íntima, profunda pero delicada que deja al espectador o la espectadora llena de sentimientos agridulces, pero con un final que podría entenderse como esperanzador y que invita al espectador a cuestionar todos los matices que encontramos en distintas realidades sociales que puede que no conozcamos.
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