En una semana estamos votando. Votando entre cuatro opciones principales, y otras tantas también invitadas para dar lugar a otro parlamento del que emane un poder ejecutivo nuevo.
Obviamente, las opciones conservadoras que van en contra de los Derechos Humanos, no merecen la pena su discusión. Pero en el espectro progresista hay varios sabores a cada cual más veraniego, más fresquito. De un lado un bloque centrado en la productividad y el beneficio económico inmediato pasando por lo alto de todo lo que haga falta. Del otro un bloque que atomiza a la sociedad en base a etiquetas prejuiciosas y que en la búsqueda de supuestos ideales positivos asfixia con reproches, miradas de recelo y paternalismo (o maternalismo) abierto a quienes vemos sus fallas, pasadas de frenada y errores estratégicos.
Si todo esto además lo bañamos con una buena capa de cinismo vertida por manos mediocres nos plantea el paradigma político actual, servido además en una copa (la Constitución de 1978) que muchos no hemos comprado y que nos parece vajilla vieja y que en la era de las TICs, las RRSS, el comienzo del transhumanismo y la transfronterización que la política ha generado, parece un enorme absurdo en muchos de sus puntos: ¿para qué se quiere que un señor (preferentemente según este texto) tenga privilegios sobre todos?, ¿porqué no hay una separación de poderes real y el legislativo prevalece sobre el ejecutivo y ambos controlan la gestión del judicial?, ¿porqué no se termina de cerrar el apaño del Estado Autonómico y pasamos directamente a una República Confederal que incluso permita a otros territorios unirse (¡Ah, Iberia!)?, ¿para cuándo una revalorización real de la Ciencia y la Tecnología que nuestro país cultiva y atesora y dejar que los científicos puedan salir adelante?
De las opciones que parecen acercarse a esto, una con muchas reservas y tono paternalista, la otra con alguna intención pero gente sospechosa y artera a los mandos, son el menos malo de los escenarios posibles. En teoría de juegos, el famoso teorema de Nash basado en el dilema del prisionero (que es lo que unas elecciones son, si entendemos el votar como un deber ciudadano), hay que minimizar las pérdidas para poder optimizar los resultados, y sí. Este pensamiento tiene mucha contestación ética, estética, política que hay que asumir con deportividad.
La socialdemocracia en España, todo el mundo sabemos lo que implica, votar a la Aritmética Cínica es a lo mejor dar el voto por personas que en las trincheras te acuchillan, te ponen a los pies de los caballos ante la gente, cambian de parecer estratégico de una forma muy poco profesional, no han visto un EXCEL en su vida o no saben ni lo que es el pensamiento de gestión de proyectos, o si lo saben, lo aplican con unas cotas vomitivas de deshumanización.
Y sí, les voy a votar. Voy a votar a Sumar.
Además, va a ser mi primer voto como adulto español medio: con la pinza en la nariz, mirando para otro lado y encontrando en ese lado un monstruo aterrador, hay quien diría que estas elecciones no permiten a una persona con corazón poder votar libremente, porque la coacción interna de no poder votar en quien no confías, y la coacción externa de tener que votar para evitar ir a un clima pre-post-apocalíptico (estamos al principio de películas como Robocop, Mad Max, Mensajero del Futuro o El Cuento de la Criada, así lo digo), es una elección psicológicamente secuestrada si se tiene algo de empatía, corazón y sentido común.
Acabaré esta vitriólica filipítica con una frase de Franklin Delano Roosevelt que dejaré en su imaginación la versión real, pero aquí dulcificaré por el estilo elegante y concreto que esta casa, Paradigma Media, emplea en su comunicación.
«Son unos desgraciados, pero son nuestros desgraciados».
Hasta aquí un aprendiza de columnista al que han dejado durante cerca de año y medio poner una pica en Flandes, defender posiciones no muy alineadas con la línea editorial del espacio y que siempre estará agradecido a Paradigma Media y a su Directiva por la oportunidad y su exquisito respeto al contenido.
Sean corteses, edúquense lo más que puedan, respeten para que los respeten y que Paradigma Media nos ampare a tod@s, ¡he dicho!: «Mirada Cerrada».
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