Redacción
Publicado en enero de 2017 en el Número 1 de la edición impresa
La Asociación Vecinal La Axerquía analizó en junio de 2016 la evolución del barrio y de su trabajo de 25 años. Destacamos dos factores decisivos para hacer de nuestro barrio un lugar habitable: los planes de Ordenación Urbana (PGOU, PEPCH y Plan Urban) y la acción del vecindario. Dichos planes han sido fundamentales –deficientes, pero con más luces que sombras- para la gestión del Casco Histórico. Decisiones sobre catalogación, normas de edificación y rehabilitación, infraestructura, movilidad, áreas libres y usos han permitido una inversión importante en un Casco Histórico habitable y de valor reconocido mundialmente. Hemos luchado, desde el principio, por atender al deterioro de casas, plazas y monumentos, logrando, poco a poco, hacer de nuestro barrio un lugar mejor.
Ahora nos enfrentamos a nuevos problemas, siendo el más acuciante la presión turística, que parece haber llegado para quedarse. Es necesaria la intervención pública sobre el sector desde enfoques urbanísticos y ecológicos, así como en el impacto y la transformación en el tejido y las dinámicas sociales. Uno de sus efectos es la reconversión de hogares en apartamentos turísticos, con el consecuente despoblamiento y aumento del precio de la vivienda, que disuade a la gente joven a arraigarse aquí. Asimismo, la gestión adaptada del comercio y del ocio nocturno incentivan el abandono. La sustitución de una población arraigada por otra flotante transforma sustancialmente los comercios, horarios y alternativas de ocio del barrio. Mientras se prime el turismo afirmando que creará miles de puestos de trabajo (en todo caso de baja calidad y alta temporalidad) generaremos despoblación, destrucción del tejido social y del patrimonio antropológico, así como impacto ambiental: contaminación acústica y viaria, deterioro urbano y zonas históricas vacías de vida debidas al sobreuso del espacio público, con calles intransitables (más con carrito o silla de ruedas) o espacios públicos y plazas invadidos por veladores; o sitios emblemáticos o vecinos soportando ruidos, molestias, y, a menudo, sin acceso a las cocheras. El empleo creado tiene que ser respetuoso con los derechos de los vecinos a la vivienda y al descanso. Y no que las ordenanzas urbanísticas se relajan ante intereses económicos, en detrimento de la calidad de vida del vecindario.
El posible traslado de la carrera oficial de Semana Santa a la Mezquita-Catedral agravará la situación. Sin que estemos contra la Semana Santa, nos preocupa la seguridad de los visitantes y nuestra movilidad, dadas las características del barrio. Durante sus preparativos y celebración no podremos desarrollar nuestra vida con normalidad. Desde “La Axerquía” pensamos que no es el entorno más adecuado para su celebración.
El Casco Histórico puede convertirse en un museo sin vida cuando el turista se vaya y los negocios echen la llave. Las autoridades y empresarios turísticos parece preocuparse por los monumentos, las callejas pintorescas, o ahora por los Patios. Las personas, como mucho, formamos parte del decorado del teatro en que se convierte la zona, y sólo si respondemos a la generación de beneficios. Estamos contra la destrucción en nuestros barrios de su forma de vivir, de sus comercios, de sus lugares de reunión y de su idiosincrasia. Defender el Casco Histórico pasa por defender a sus habitantes y su patrimonio social, con la calidad de vida y su medio ambiente como ejes de toda actuación.
Además, proponemos tener una fiscalidad diferenciada que haga que parte del PIB retorne a nuestro distrito; que se flexibilice la normativa de rehabilitación de edificios; la ejecución de oficio de ITE’s para personas necesitadas; la revisión del catálogo de solares y casas en ruina para su reconversión en viviendas en alquiler y equipamentos; solucionar el problemas de los aparcamientos; diversificar la oferta turística en otras zonas (como la sierra) para aligerar la presión en la nuestra; relanzar el Plan del Río; incluir el plan de usos del Casco Histórico en el nuevo PEPCH.
En resumen, no somos ni queremos ser un museo sino un espacio vivo, de buena calidad de vida, con derecho al descanso.
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