El segundo largometraje de Carla Simón obtuvo el Oso de Oro en el Festival de Berlín, siendo así el primer filme en lengua catalana en ganar este premio que, recordemos, no gana una obra española desde 1983 con La Colmena de Mario Camus.
En Alcarrás asistimos a un relato en tono costumbrista y naturalista que bebe del cine neorrealista -y postneorrealista-. De esta manera encontramos un compromiso no solo con la realidad baziniana del entorno que retrata -en lo cual el uso de la cámara en mano, la iluminación natural y la fotografía es importante-, sino con su perspectiva humanista, la cual incluso trata de convertir la intimidad imperante de la obra en un acto político. Además, también hallamos el uso de actores y actrices no profesionales, la flexibilidad del rodaje y el hecho de primar las emociones de los personajes al avance de la trama narrativa. Es así, como entre los referentes directos de la directora encontramos autores y autoras como King Vidor (Our daily bread, 1934), Luchino Visconti (La terra trema, 1948), Ermanno Olmi (L`albero degli zoccoli, 1978), Lucrecia Martel (La ciénaga, 2001), Arnaud Desplechin (Un conte de Noël, 2008), Claire Denis (White material, 2009), o incluso Alice Rohrwacher (Le meraviglie, 2014).
En Alcarrás varias generaciones de la familia Solé van a vivir tras ochenta años de labranza su último verano en la masía familiar, ya que van a perder sus tierras debido a que no existen documentos legales de su adquisición, simplemente un contrato verbal entre el abuelo y el fallecido propietario. Debido a esto, el heredero les quiere arrebatar el terreno para implantar placas solares, ya que dan mayor beneficio que la actual recolección de melocotones, siendo así, el verano de la última cosecha de los Solé. Una obra de protagonismo coral donde cada personaje va a tener una mirada y una voz propia y donde esta problemática señalada, va a provocar una crisis familiar ante el dilema moral, encontrando personajes que tratan de buscar una salida y otros que son reacios al cambio. De esta manera, el relato se inicia en un pequeño pueblo de Lérida, Alcarrás, con una secuencia a modo premonitorio que anuncia, mediante el uso del fuera de campo, el final inevitable que al principio nadie quiere aceptar: tres infantes imaginativos juegan a la guerra en el interior de un dos caballos abandonado hasta que una amenaza externa interrumpe su diversión y contemplamos como una grúa se lleva el coche.
Así, Carla Simón no solo trata de reivindicar el valor de las raíces y de la identidad de un oficio como el de los agricultores, sino que, nos habla en profundidad de otras temáticas como la sostenibilidad del trabajo tradicional y su futuro incierto, la crisis de la agricultura -véase las protestas por los precios insostenibles-, el vínculo con la tierra y el hecho de la `España vaciada´ y la falta de relevo -recordemos a Quimet decirle a su hijo Roger que estudie y se vaya fuera porque la tierra es dura y ya no da ganancias. Incluso, señala otras temáticas de forma más indirecta como son la contratación de inmigrantes o el cambio climático, entre otras. Es por ello por lo que, pese a encontrarnos la historia de la familia Solé, esta puede llevar a una reflexión universal -sobre los conflictos familiares y la crisis de la agricultura-, sin que por ello se pierda el hilo individual de la trama. Trama plasmada en la obra mediante un guion sencillo pero de carácter intimista en la cual, fondo y forma se dan la mano y donde, en numerosas ocasiones, los silencios, los gestos y las miradas, van a tener incluso más importancia que los diálogos.
Un relato etnográfico de estética semi documental donde presenciamos escenas tan imprescindibles como la recolección de melocotones por toda la familia, los juegos infantiles de unos pequeños asalvajados y las fiestas del pueblo. Sin olvidar por ello las reuniones familiares, donde vamos a encontrar esta diferencia entre la hermana que vive en la urbe y los que siguen en el campo, todo ello plasmado mediante un ritmo reposado que deja que el espectador y la espectadora se puedan sumergir en la historia.
Uno de los problemas que podemos encontrar en el filme es el hecho de su doblaje al castellano -tal y como se está proyectando en los cines de verano de Córdoba-, perdiendo así el gran valor cultural del dialecto catalán de las tierras de Ponent. Por otro lado, un punto fuerte de la obra es que pese a que se traten de actores y actrices no profesionales, la dirección es sublime. Esto se debe a que Carla Simón, a pesar de dejar cierto terreno a la libertad, trató de crear recuerdos comunes meses antes de empezar con el rodaje y antes incluso, de la lectura completa del guion, el cual, solo les dejo echar un vistazo una única vez.
Cabe mencionar también el hecho de la propia localización, una zona fronteriza entre Aragón y Cataluña, donde aun quedan recuerdos de la Guerra Civil en el propio paisaje -podemos ver diferentes trincheras y búnkeres donde los infantes van a jugar-, aludiendo así a la propia memoria histórica de España, más allá de los propios recuerdos, de la propia memoria de la familia Solé. En este sentido, en varias entrevistas, Carla Simón ha señalado la importancia del cine clásico de western al referenciar a autores como John Ford (The grapes of Wrath, 1940) y hacer hincapié en su forma de trasladar los paisajes a la pantalla.
En último lugar, aludiendo al proceso de guion, cabe subrayar que la directora, tanto en Verano 1993 (2017) como en Alcarrás, trata de contar historias cercanas y personales esquivando el sentimentalismo, encontrando que, en esta ocasión, tras el fallecimiento de su abuelo, los tíos de Carla Simón heredaron unos terrenos de agricultura. Tras esto, se dieron cuenta no solo del modelo de la agricultura familiar heredada de generación en generación sino de que, con la aparición de nuevos modelos de trabajo, se trataba de un proceso casi en extinción. Al no haber vivido su infancia completa allí como los protagonistas del filme, encontró la necesidad de trabajar de nuevo con Arnau Vilaró, el cual se había criado en un pueblo cercano a Alcarrás y juntos trabajaron en el guion de la película.
En Alcarrás encontramos un filme que, tal y como señala la directora sobre el cine: “va mucho más allá de lo que simplemente se ve en pantalla al ser un enorme generador de reflexiones”, tratándose sus dos obras de pequeños fragmentos de historias que remiten a la vida real al ser construidas con pedazos de su propia vida.
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