La vida me ofreció la fortuna de conocer a mujeres, jóvenes y mayores, con la fuerza de su mirada, la alegría de una sonrisa, la rabia de un rostro curtido, el grito de una boca callada… La calle me llevó a encontrarme con la intrahistoria en femenino.
El 28F, día oficial de Andalucía, se entregarán las medallas de Andalucía a personas de diferentes ámbitos de nuestra sociedad. Las otras ellas, las mujeres con mayúscula, las mujeres curtidas por la vida: mujeres madres, abuelas, trabajadoras, cuidadoras, luchadoras, les mandamos desde estas páginas su más merecido homenaje… A ellas obligadas a vivir en lo minúsculo, de su casa, de su barrio, de su ciudad, no por pequeño sino por invisibilizado, su más merecido reconocimiento.
Ellas son las verdaderas heroínas de nuestra Andalucía, porque gracias a su esfuerzo, sus hijas y nietas, sus vecinas, tienen el camino más desbrozado. Expresan deseos, anhelos, alegrías y tristezas, sabores y sinsabores, resistencias y cansancios, ternuras y comprensión. Vidas unidas a las de tantas otras del mapa de la humanidad, forzadas a transitar por tortuosos caminos secundarios con escasas salidas a vías rápidas. Obligadas a parir en los márgenes de la historia, a vivir en desiertos de oportunidades, a cohabitar con la inseguridad y el miedo de no saber si podrán con el mañana. Sin embargo, al igual que tantas otras, aprendieron a no sucumbir y a remangarse; y en un moño bien dibujado recogieron su pena, en su pañuelo guardaron sus lágrimas para, aseadas y guapas, salir a la calle y luchar por todo aquello que les fue prohibido.
Ellas se hacen visibles en la verdadera historia del día a día, sin aditamentos y maquillajes, mirando a los ojos y llamando a las cosas por su nombre. Ellas se presentan sin falsos pudores, entretejiendo eso que expresan con tanta frecuencia:
“¡Cuantas fatiguitas hemos pasado…
todo lo que hemos padecido y disfrutado hasta llegar aquí!”
De ellas no hablarán cuando hayan muerto, no hablarán de sus batallas ganadas, de sus aportaciones a la vida, de sus saberes del mundo excluido del universo femenino. Ellas, las llamadas vikingas o cantarraneras. Ellas a las que la vida les ha enseñado, a falta de escuela, resolver conflictos y salir de líos. Ellas que saben que no son cultas, en el sentido que no han aprendido de la Enciclopedia Álvarez o que desconocen el Diccionario Larousse, no leyeron a Cervantes ni aprendieron la tabla de multiplicar, ni tuvieron el placer de conocer a Picasso o Goya. La calle ha sido su escuela, el espacio colectivo, la gran familia, “la escuela pública” donde cada quien busca su sitio. Sin embargo, reconocen bien la mirada de quien oculta lo que siente. Y a las personas con corazón grande y transparente las reconocen enseguida. Saben distinguir a quien le damos pena y a quien no vale un minuto de nuestra pena. Ellas reconocen la toná de las voces y olfatean el peligro.
Me viene a la memoria, pensando en ellas, el canto del Compás de los Sueños de la Asociación de Educadores Encuentro en la Calle:
“Me siento como una cometa
Que vuela y vuela
Que va pendiente de un hilo que sueña y llega
De la mano que me guía
La libertad que condena
Tengo en la mano el recuerdo
por la puerta de mi pena.
Yo quisiera ser la niña de ayer
Que jugaba con el aire
Con la inocencia
Más pura en la sangre”
Hagamos un brindis al aire de la Arbonaida por la abuela Ángela que mira a los ojos sin mucha palabrería, a mama Dolores que el llanto y la pena no le gana la partida, a la abuela Húngara cuya cara atravesada de surcos es testigo de su resistencia, a María que pide que se le quiera como ha querido, a la Mora que pide respaldo ante tanta vida dada, a la abuela Ramona que desea ternura y respeto harta de que le sigan dando consejos, a la mama Isabel que en su silencio tal vez nos diga algo, a la Chata que no le gusta ser utilizada, a la abuela Julia que no quiere que le digan lo que tiene que hacer quien nada hace…
Brindemos por ellas que no recibirán de las manos del poder las medallas de oro. ¡Ni falta que les hace! En ellas el tesoro reside en sus corazones.
¡Viva Andalucía libre!
Precioso, emotivo, verdadero. GRACIAS Miguel, me ha alegrado verte en la foto, siempre tan sonriente y en la brecha. Un abrazo