El fuego es un elemento que desde siempre ha estado presente en los ecosistemas mediterráneos, por lo que, una vez superados los impactos directos ocasionados por los incendios, en mayor o menor medida, a medio o largo plazo, se produce una recuperación de la masa forestal, y la vida vuelve a brotar tras el paso de las llamas.
¿En qué medida se produce esta regeneración? ¿En cuánto tiempo? ¿Qué efectos tiene sobre la estructura y la composición de la vegetación? Contestar a estas preguntas ha sido el objetivo de una nueva investigación realizada por el Departamento de Ingeniería Forestal de la Universidad de Córdoba, en la que se ha analizado la dinámica post incendios de la vegetación en una zona de Sierra Morena con el objetivo de comprender mejor la resiliencia de los ecosistemas ante distintos escenarios de recurrencia y severidad del fuego.
Tal y como explica la investigadora principal del estudio, Macarena Ortega, el trabajo se ha centrado en una superficie no reforestada en la que en los últimos 30 años se ha producido el solape de dos incendios forestales. De esta forma, a través de interpretaciones fotográficas e inventarios de campo, se han analizado zonas que han ardido dos veces (en 1988 y 2016), zonas en las que el fuego ha hecho acto de presencia una sola vez y, por último, áreas que no han sido afectadas por incendios (zonas de referencia o control). Asomarse al pasado de estos eventos, analizar su evolución a lo largo del tiempo y establecer comparaciones entre todos estos escenarios es, precisamente, lo que ha permitido al equipo de investigación establecer conclusiones sobre cómo se recupera la vegetación a lo largo del tiempo.
Una base científica para las quemas prescritas
Una de las principales conclusiones del trabajo es que los incendios recurrentes y de severidad moderada reducen el matorral que crece bajo el arbolado, sin comprometer, a su vez, la regeneración de este. En palabras de otro de los investigadores que ha participado en el estudio, Juan Ramón Molina, «esto supone una evidencia más de la utilidad de las quemas prescritas, que en definitiva son fuegos de intensidad moderada, como estrategia de gestión del matorral para restaurar ecosistemas y prevenir desastres forestales». De hecho, y según el estudio, aquellas zonas que presentan un arbolado denso con matorral por debajo y sólo han sufrido un incendio de intensidad moderada presentan una recuperación total después de 30 años (en comparación con la zona control), como si el fuego, en definitiva, prácticamente no se hubiera producido.
Cuando el arbolado «se matorraliza»
De acuerdo con los resultados de la investigación, el verdadero problema para el arbolado surge cuando los incendios se producen de forma severa y recurrente. Este es el caso del Pino Piñonero en la zona de estudio, que, si bien compromete su recuperación tras el primer incendio, su regeneración se inhibe por completo cuando se produce un segundo episodio de fuego. Llegado este caso, el arbolado va cediendo paso a un ecosistema con mucha más presencia de matorral, cuya recuperación a medio plazo es prácticamente total tras eventos de fuegos severos y frecuentes.
«Sería insensato planificar una restauración post-incendio sin saber cómo el ecosistema evoluciona de forma natural», añade la investigadora Macarena Ortega. Por ello, el trabajo, de esta forma, podría servir de guía para establecer estrategias de restauración de riesgos forestales.
La investigación ha sido realizada por el Laboratorio de Incendios Forestales de la UCO (LABIF) y por el Departamento de Ingeniería Forestal de la institución académica, y ha contado con la colaboración de la investigadora Larissa Yocom, adscrita al Departamento de Recursos Forestales de Universidad Estatal de Utah (EE. UU).
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