Miguel Santiago Losada. Profesor
Publicado en Número 10 de la edición impresa (Feb/Mar 2018)
Blas Infante es conocido como padre de la patria andaluza. En él convergen la historia y el sentimiento del pueblo andaluz. Fue una persona, formada y culta, enamorado de la cultura de su tierra y comprometido con la dura realidad que sufría una gran mayoría de la población andaluza, principalmente los jornaleros, mano de obra mil veces vilipendiada por los terratenientes herederos de la principal lacra que padeció Andalucía desde la Baja Edad Media, el repartimiento de tierras que hicieron los reyes castellanos entre la monarquía, la nobleza y la iglesia, usurpándole al pueblo su principal riqueza. Podríamos decir, sin duda a equivocarnos, que Blas Infante es el alfa y el omega del nacionalismo andaluz que se fue fraguando en los albores del siglo XIX y alcanzó su mayoría de edad el 4 de diciembre de 1977 cuando el pueblo soberano levantó su voz para exigir el reconocimiento de nuestra tierra y alcanzar la dignidad pisoteada durante demasiados siglos de historia.
Andalucía tiene una dilatada historia autonómica, que hunde sus raíces en la Junta Suprema de Andalucía (Andújar, 2 de septiembre de 1835), que llegó a proclamar: viviendo la indisoluble unidad que ofrece el pueblo andaluz (…) el voto de los habitantes de la Bética entera es el mismo (…). Los andalucistas de principios del siglo XX vieron en la Junta Suprema el antecedente histórico del sentimiento andaluz. Años más tarde el Sexenio Democrático (1868/1874) nos trajo el Pacto Federal andaluz, celebrado en Córdoba el 10 de junio de 1869. Poco después, según el profesor Acosta Sánchez, la insurrección cantonal andaluza fue el experimento anticentralista más radical puesto en práctica en el Sur. Antes de terminar el siglo XIX se aprobó el anteproyecto de la Constitución andaluza de Antequera de 1883, que proclamaba el Estado andaluz, abierto a integrarse en la deseada República Federal Española, y que sirvió de base al regionalismo andaluz en el Congreso de Ronda de 1918, y en la posterior Asamblea de 1919 en Córdoba, figurando Andalucía como una realidad nacional. Con la llegada de la II República se aprueba en Córdoba (1933) el anteproyecto de Estatuto Autonómico. El 5 de julio de 1936, en la Asamblea de Sevilla, Blas Infante sería elegido Presidente de Honor de la futura Junta Regional de Andalucía, que esperaba someterse a un referéndum en septiembre. El golpe militar del 18 de julio lo impidió, siendo fusilado el padre de la patria andaluza el 11 de agosto de 1936. Este proyecto no se pudo retomar hasta la muerte del dictador.
Tuvieron que pasar 40 años para que sucediesen las multitudinarias manifestaciones celebradas el 4 de diciembre de 1977. Dos millones de personas de las ocho capitales y pueblos de Andalucía, Cataluña, Madrid y Euskadi salimos a la calle pacíficamente cuando apenas supimos que Cataluña, Euskadi y Galicia habían conseguido la plena autonomía, dejando postergada a Andalucía. Aquel día histórico, se vio empañado por el asesinato del joven malagueño Manuel José García Caparrós cuando la policía disparó contra los manifestantes. En aquél glorioso día para Andalucía exigíamos nuestro derecho a decidir. Aquel clamor popular tuvo tal alcance que cambio el proceso constituyente, introduciendo el artículo 151 de la Constitución para convertir en nacionalidad lo que estaba proyectado como región. Tan solo dos años después, el 28 de febrero de 1980, ejercimos el derecho a decidir, reconociéndonos una nacionalidad histórica. Ambas fechas son el eje central de nuestro Patrimonio Constitucional Andaluz. Precisamente, 40 años después, este Patrimonio democrático ganado a pulso por su propio pueblo hace de Andalucía sujeto imprescindible para liderar el pacto federal que se avecina en los años venideros.
Resulta pertinente recordar las palabras que Antonio Gala pronunció en la Mezquita de Córdoba (2-04-1978) en su discurso de apertura del Congreso de Cultura Andaluza: Quienes quieran lo mejor para su patria, conózcanla antes a fondo: porque es el conocimiento quien engendra el amor y el amor quien multiplica y perfila el conocimiento.
El Ayuntamiento de Córdoba tiene la obligación de hacer memoria de todos estos acontecimientos levantándole un monolito a Blas Infante en el que ondee la arbonaida, la bandera verdiblanca de Andalucía.
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