La violencia caracteriza el día a día de la situación que vive el pueblo palestino desde la creación del Estado de Israel. La alta militarización, el control de la movilidad, la discriminación y la limitación de derechos hace que vivan en un régimen de ocupación y apartheid propiciado por el gobierno israelí. De manera progresiva, la población palestina se ha visto encerrada y desplazada en cada vez en menos territorio y con un escaso acceso a los recursos.
Desde hace años el bloqueo en Gaza, que limita la entrada de suministros básicos como el agua, hace que la mayor parte de su población viva en una situación de pobreza extrema. Gaza es una cárcel diseñada para dos millones de personas. Desde la asimetría, toda la potencia del Estado sionista de Israel, con el apoyo de una gran parte de la comunidad internacional, ha hecho inviable la existencia de un Estado palestino. La paz, la justicia y el respeto al derecho internacional en la región solo se alcanzarán mediante soluciones pactadas que otorguen los mismos derechos para vivir en libertad y dignidad a todas las personas.
Tras los últimos ataques, el ministro de Defensa israelí anunció el asedio total de la Franja de Gaza, ordenando el cierre de cualquier suministro de electricidad, gas o alimentos. Estas declaraciones son el reconocimiento público de su intención de cometer crímenes de guerra, aunque ya se hubieran estado cometiendo. Este castigo colectivo es ilegal y va en contra del Derecho Internacional, que lo prohíbe expresamente, mientras protege el envío de víveres.
Ecologistas en Acción exige un posicionamiento claro de condena y rechazo a la ocupación israelí y a la guerra por parte de la comunidad internacional. La respuesta de la Unión Europea debe ser contundente y debe perseguir cualquier crimen que se cometa. Además, debe aumentar la ayuda humanitaria para la sociedad civil, que se encuentran bajo una amenaza extrema. Se deben intensificar todos los esfuerzos por lograr la paz. Sin embargo, los países europeos lejos de apoyar una salida pacífica están poniéndose del lado del estado opresor, que perpetua la ocupación.
En el marco internacional, esta escalada se está produciendo en un contexto de aumento del militarismo, la securitización y de una vuelta a posiciones claras de “política dura”, donde los Estados se refuerzan en la ocupación y control del territorio y en el control de los recursos. Nos enfrentamos a una fuerte crisis climática, ecosistémica, material y energética. Las formas de enfrentar esa crisis poliédrica pueden ser muchas, desde el decrecimiento en el consumo material y energético de los territorios y las clases más privilegiadas, y el reparto de los recursos; hasta la lucha armada por ellos. La última de las opciones es claramente en la que las clases populares tienen todo que perder. De todas las opciones de enfrentar la vigente crisis sistémica, la guerra es la peor.
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