Un año más la Asamblea Antinuclear de Córdoba ha querido recordar el accidente acaecido el 11 de marzo de 2011 en la central nuclear de Fukushima a consecuencia de los daños provocados por el terremoto y violento tsunami posterior que asoló la costa este de Japón. A pesar de presumir de ser una de las centrales mayores y más seguras del mundo, todos los sistemas fallaron y las elevadísimas temperaturas alcanzadas por los reactores hicieron estallar la central expandiendo material radiactivo por la atmósfera, el suelo y las aguas.
Todavía casi 50.000 personas se mantienen evacuadas lejos de sus poblaciones, en alojamientos temporales. Una amplia extensión de territorio circundante continúa completamente devastada y se calcula que los trabajos de recuperación de la zona se extenderán más allá del año 2050. Los efectos de la radiactividad se han manifestado en un significativo incremento de cánceres entre la población y una elevada contaminación ambiental de las aguas y alimentos.
Once años después, el núcleo de los reactores mantiene temperaturas tan elevadas que requieren inmensas cantidades de agua para enfriarlos. Esta agua tiene una elevada contaminación radiactiva y se ha acumulado ya tal cantidad que el gobierno japonés ha decidido comenzar a verterla al Océano Pacífico a partir del próximo año, con los gravísimos efectos que ello tendrá sobre la vida y la salud de todas las poblaciones circundantes y, en general, sobre todas las formas de vida en el océano.
Este accidente nuclear, el mayor de la historia tras el de Chernóbyl en 1986, vino a demostrar una vez más que la energía nuclear no es limpia, ni segura ni barata, ni sostenible, como quieren hacernos creer las grandes corporaciones eléctricas que tantos beneficios obtienen de ella. La Plataforma denuncia el hecho de que, precisamente ahora, estamos viviendo una nueva oleada de información tendenciosa a favor de la energía nuclear con motivo de la crisis energética provocada por la guerra de Ucrania, argumentando que potenciar el mantenimiento y construcción de nuevas centrales nucleares nos haría más independientes del gas y el petróleo rusos. «Los defensores de la energía nuclear saben, pero no lo cuentan, que actualmente nuestro país importa de Rusia más de la mitad del uranio que necesitan las centrales nucleares para su funcionamiento. Tampoco cuentan que la construcción de una central nuclear requiere una enorme inversión y tarda entre 10 y 20 años«.
Además, la Asamblea señala que «comportan graves riesgos para la salud humana y el medio ambiente, que se mantienen durante siglos. Suponen un riesgo para la seguridad de las poblaciones, como nos han demostrado Fukushima, Chernóbyl y tantos otros accidentes de centrales nucleares. Y, por si fuera poco, como estamos viendo en directo día a día, esta guerra ha mostrado que las centrales nucleares son un objetivo militar de primer orden, agravando la probabilidad y gravedad de un accidente con escape de material radiactivo«.
Por todo ello, rechazan la reciente decisión de la Comisión Europea cediendo a la presión del lobby nuclear y catalogando a este tipo de energía dentro de las energías sostenibles para la transición ecológica, en contra de los informes de los grupos técnicos asesores, distintos gobiernos europeos, numerosas organizaciones científicas y sociales y hasta el propio Acuerdo de Paris contra el Cambio Climático. Y exigen el cierre de todas las centrales nucleares en el estado español, «pues cuantos más años sigan abiertas, más prolongaremos el riesgo y aumentaremos la producción de residuos nucleares«.
Igualmente piden que el gobierno español cancele los planes de ampliación del cementerio nuclear de El Cabril y fije un plazo para su cierre definitivo, abordando seriamente un plan de almacenamiento seguro de los residuos nucleares de media y alta actividad.
A pesar de la lluvia que, afortunadamente, caía el pasado viernes, la Asamblea Antinuclear de Córdoba plantó un nuevo ginkgo -árbol de los cuarenta escudos o nogal del Japón- para continuar formando “El Bosque de Fukushima”, que cuenta ya con diez árboles, uno por cada año transcurrido desde el accidente.
La Asamblea Antinuclear agradece la colaboración del Área de Infraestructuras del Ayuntamiento de Córdoba, facilitando la logística necesaria para la plantación del árbol.
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