Netflix una vez más nos sorprende con sus series de animación para adultos con esta transducción abierta del relato La profecía del armadillo (2011), obra del autor de novelas gráficas Michele Rech (cuyo seudónimo es Zerolcare) que, ahora en el papel de director, lleva a cabo esta profunda obra audiovisual. En ella mediante una reflexión vital presenciamos la vida del egocéntrico Zero en la Roma de los noventa, un joven de 37 años que, mediante numerosos flashbacks y anécdotas, va a recordar cómo conoció a Alice cuando tenían 17 años, su amiga y quizá primer amor, y cómo ha llegado a ser quien es hoy en día, un dibujante de cómic frustrado que viaja en tren hacia Biella con sus dos mejores amigos de la infancia, Sarah y Secco y cuya finalidad del viaje no conoceremos hasta el último episodio, siendo esta el vehículo para llevar a cabo una profunda crítica social.
Considerada como una de las mejores series italiana de todos los tiempos y encontrándose en el puesto número dos a mejor serie de 2021 según Filmaffinity, en Cortar por la línea de puntos no solo acudimos al viaje de autodescubrimiento y de madurez de Zero sino que este lo hace en una estupenda compañía, ya que cada personaje tiene una descripción psicológica alejada de los arquetipos clásicos. Otro de los personajes a destacar se trata de un armadillo con aspecto antropomórfico que solo el protagonista puede ver y que actúa como su subconsciente, planteando cierta introspección psicológica a modo de co-narrador de la historia.
Usando unos hechos tan cotidianos como elegir una pizza en un restaurante, Zero nos hace reflexionar sobre el patetismo de la vida tragicómica y sobre cómo funciona esta mediante unos diálogos crudos sin que por ello pierdan el toque de humor, negro y costumbrista, por supuesto, ya que a veces hay que reírse de nuestras desgracias por lo que el director consigue arrancar la risa del espectador a pesar del desacomodo del tema. Así, a modo de retrato generacional -de la frustrada, “incompleta” y “fracasada” generación millennial-, acudimos a un sinfín de reflexiones como son el tema de la masculinidad frágil, el amor no correspondido, el caos de la independización, la ansiedad social, la falta de responsabilidad emocional o la búsqueda de empleo, entre otras, mediante un ritmo enérgico planteado sin transiciones, de forma descarnada sin que por ello deje de resaltar la transición entre lo racional y lo irracional, sobre todo en los momentos en los que Zero o el propio Armadillo interrumpe los flashback para tratar de justificar, o incluso, criticar alguna de su decisiones.
También cabe señalar que, aunque menciona ciertos elementos propios de la sociedad italiana, la mayoría de sus reflexiones nos harán identificarnos por completo. Una visión rompedora y de fácil lectura sobre la vida moderna y las expectativas rotas de la generación millennial que se ha plasmado en la pantalla en pocas ocasiones (The Midnight Gospel, Pendleton Ward y Duncan Trussell, 200) y que no renuncia a hacerlo mediante la emotividad proveniente del humor.
La obra producida por la compañía Movimenti Production en colaboración con Bao Publishing tuvo un estreno mundial de sus dos primeros episodios en el Festival de Cine de Roma el 18 de octubre y se trata de la primera experiencia de Zerolcare en el mundo de la animación más allá de algún vídeo musical como el señalado con Gian Cane y los cortometrajes -utilizados a modo de marketing como preludio- que realizó el artista durante la cuarentena pandémica. También cabe indicar que no solo es el guionista y director de la obra sino que en la versión original también ejerce de actor de doblaje de todos los personajes menos del Armadillo (Valerio Mastandrea).
Centrándonos en el tipo de animación en 2D de corte sencillo cabe resaltar que pese a ello encontramos ciertos momentos de espectacularidad, no solo mediante el uso de infinidad de gags, sino en los momentos en los que el propio Zero se dirige a la cámara, rompiendo la cuarta pared y aludiendo al espectador activo. Por otro lado, también cabe incidir en la banda sonora, encontrando composiciones a piano abigarradas con sonidos propios de los ochenta o del punk a través de autores como Tiziano Ferro, Jonathan Lloyd & Clif Norrell, M83, Apparat, Manu Chao, Max Brodie, Gli Ultimi, Klaxon, Band of Horses, Fauve, Billy Idol y los Generation X y, sobre todo, a través de Gian Cane (con el cual ya trabajó el director en 2018 para el videoclip de Ipochondria), el cual consigue contar la historia mediante sus letras que, al igual que el universo audiovisual, te harán reír y reflexionar.
Cabe señalar que en los dos primeros capítulos encontramos cierto debilitamiento del guion pero, a partir del tercero descubrimos una transformación brutal que nos atrapa y nos deja con ganas de más -pese a su estupendo cierre-, adquiriendo sentido progresivamente la continua metáfora de “cortar por la línea de puntos” que da título a esta miniserie y que nos hace plantearnos unas expectativas irreales en la vida sin contemplar las distintas posibilidades. Y es que pese a que parezca que estamos ante un relato que nos puede recordar a obras de autores como Robert Crumb, Harvey Pekar o Seth, referentes del cómic underground autobiográfico, Cortar por la línea de puntos va más allá con un final inesperado y agridulce -al cual pone música el grupo de indie rock Band of Horses-, el cual nos arrasa por completo el corazón y nos deja meditando, ya que cuenta con una gran carga de profundidad existencial y ética y plantea un tema de desmedida actualidad y muy necesario en los tiempos que corren, sobre todo tras la pandemia mundial vivida -hay que recordar que ayer, día 13 de enero fue el día mundial contra la depresión a la cual a veces las propias opresiones sociales retroalimentan-.
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