Según Ecologistas en Acción Andalucía el Pan Forestal andaluz está dirigido a programar el modelo forestal a 60 años vista, periodo «muy largo» para lo que acostumbran los planes públicos, pero del todo «adecuado» dada la complejidad de los procesos ecológicos sobre los que se pretendían actuar. Con la premisa básica, de «darle la vuelta a la política forestal heredada de la dictadura», que tenía un «marcado carácter productivista».
Es «necesario un nuevo Plan Forestal» Andaluz basado en «plantaciones monoespecíficas», para recuperar «el valor del monte mediterráneo y su biodiversidad asociada». Pinos y eucaliptos debían ir devolviendo el protagonismo a las masas mixtas con las poblaciones de Quercus, encinas, alcornoques y quejigos como principales elementos a recuperar.
Sin embargo añaden su desarrollo ha «ido decayendo» año a año, «con partidas presupuestarias a la baja y objetivos que se han quedado en el camino», destacando el de incremento de la propiedad pública forestal, que se pretendía del 70 % en el plan que «ya ni siquiera aparece como objetivo a cumplir en sus sucesivas revisiones».
La organización ecologistas cree que las inversiones que se presentan como derivadas del plan son «en su mayoría adaptaciones no previstas de fondos europeos» y no directamente «relacionadas con su desarrollo», destacando las derivadas de los programas de reforestación de tierras agrarias y las de mejora del monte alcornocal.
Para ecologistas otro gran fiasco es que la gestión de las fincas públicas no ha dado el resultado que debiera. Ecologistas en Acción considera que han existido «prácticas de caciquismo administrativo» que en lugar de vincular a las poblaciones locales con el monte, las ha alejando. Se ha instalado en éstas el sentir, de «desafección del monte público y su gestión».
Sin embargo ara ecologistas «el objetivo debe ser el contrario», para lo cual hay que establecer mecanismos efectivos de participación pública, estructuras de gestión abiertas y transparentes que den voz a las organizaciones locales, programas que no hagan de la colaboración público-privada su único modelo, sino que se abran a cooperaciones público-comunitarias que permitan la imprescindible implicación y corresponsabilidad de la población con su monte.
Además se ha seguido permitiendo el deterioro de buena parte del monte mediante roturaciones para cultivos, urbanizaciones, con una afección especialmente grave en el litoral, ocupaciones de vías pecuarias y bosques de ribera, que deberían haberse constituido ya hoy, como espacios de vertebración ecológica del territorio y no que cada vez se están viendo más mermados en esa capacidad.
Según Ecologistas en Acción el gran nuevo reto, el cambio climático, supone una gran amenaza para la conservación de las masas forestales mediterráneas, muy frágiles al estar ya en algunos casos al límite de su clímax ambiental, como ocurre en buena parte de los alcornocales, pero que también se traduce en una mayor afección por plagas y fenómenos adversos, incrementados por una invasión de especies frente a las que las poblaciones forestales autóctonas tienen escasa protección. Así, la seca de encinas y alcornoques está suponiendo un desastre ambiental que pone en peligro la mejor de las políticas de recuperación.
Aunque para Ecologistas en Acción, el cambio climático también puede ser una oportunidad para el monte, los árboles son los mejores aliados para retirar el CO2 de la atmósfera, fijándolo en forma de madera, por lo que la protección del bosque y su expansión a zonas que actualmente tienen uso agrícola, es cada vez más una cuestión de supervivencia de la especie humana y se debe atender de forma prioritaria.
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