Redacción
Publicado en enero de 2017 en el Número 1 de la edición impresa
Un informe del Centro Nacional de Epidemiología de 2014, utilizando datos de un millón de muertes por cáncer registradas en España entre 1989 y 2008, dibujaba un Atlas de España en el que se demostraba que el “código postal” era tan determinante en estas enfermedades como el “código genético”. Entre los factores que influían determinantemente en los casos de cáncer, el informe resaltaba el de vivir cerca de cementeras. El riesgo de morir por cáncer colorrectal es un 10% mayor y un 9% por el de estómago. Según investigadores del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, puntero en investigación biomédica, aquellas personas que viven en un radio de 5 km. de incineradoras aumentan estadísticamente el riesgo de padecer cánceres en hasta un 84%, dependiendo de si se trata de estómago, pulmón, pleura, riñón y ovarios. Según el mismo informe, sólo en un año, las instalaciones analizadas liberaron 525.428 toneladas de sustancias tóxicas y cancerígenas al aire y 4.984 toneladas al agua, entre ellas sustancias de alarma roja como dioxinas, arsénico, cromo, benceno, hidrocarburos, cadmio o plomo. En países como Holanda, en junio de 2016 prohibieron el consumo y la venta de leche y carne procedente de una zona extensa colindante a una incineradora (Alkinaar) y ordenaron el cierre de la instalación debido a concentraciones de dioxinas muy peligrosas para la salud.
Según otro Informe (“Incineration and Human Health”) diversas investigaciones apuntan al factor de riesgo incontrolable para la salud y seguridad laboral de las plantillas de trabajadores. Se reportan sustancias altamente tóxicas en aire y cenizas, entre ellas sustancias mutágenas (cambian la información genética), que en los labores de mantenimiento, recogida de cenizas y limpieza de instalaciones pasan al cuerpo, se acumulan y pueden ser detectados en el cuerpo incluso años después de dejar de trabajar en una incineradora (p.ej. dioxina o metales pesados en sangre). Consecuencias reportadas son enfermedades respiratorias, alergias, enfermedades de piel, pulmón y corazón, hipertensión y diversos tipos de cánceres.
La cementera ASLAND, ahora COSMOS, perteneciente al grupo brasileño VOTORANTIM, se instala en Córdoba en los años 30 en las entonces afueras. El desarrollo urbanístico en casi un siglo ha hecho que hoy se encuentre enclavada dentro de la ciudad, en un extremo, pero afectando al aire que respiramos en toda ella.
En 2007, COSMOS solicitó ampliar su actividad para “valorizar”, término que se emplea en la Ley de Residuos para la “utilización principal como combustible u otro modo de producir energía los residuos plásticos agrícolas, los neumáticos fuera de uso, los lodos de tratamiento de aguas residuales urbanas o los residuos municipales mezclados”. En aquel momento, gracias a la presión ejercida por la ciudadanía a través de la Plataforma Córdoba Aire Limpio, se consiguió que todos los partidos políticos del Ayuntamiento apoyaran exigir a COSMOS que abandonara la idea. La empresa lo paró, aunque recientemente lo ha retomado, a pesar de contar con el rechazo unánime preelectoral de los partidos políticos y con el de la ciudadanía cordobesa. Resulta llamativo comprobar como el PP y Ciudadanos, al día siguiente de quedar en la oposición, se desdijeron de lo firmado.
¿Por qué quieren las cementeras quemar residuos? Simplemente porque les supone un tremendo ahorro en sus costes de producción del cemento. Para justificar su uso, las cementeras están aduciendo que conseguirán acabar con toneladas de residuos urbanos. Lo que los científicos y los movimientos ciudadanos dicen es que, esa incineración, provoca emisión de múltiples productos nocivos al aire, que se suman a los que ya propiamente emite la generación del cemento.
Pero todos estos factores, que son científicamente comprobables y que están provocando el que se estén negando las licencias de actividad a cementeras instaladas en las cercanías de poblaciones de todo el mundo, quedan, intencionadamente, camufladas, con lo que está siendo un chantaje en toda la regla a la ciudadanía cordobesa. No puede ser que una empresa que ha pasado en unos años de más de 400 personas trabajando a 39, gracias a ERES, despidos, y a amortizar las bajas, ponga en la conciencia de la población cordobesa el futuro laboral de esas personas. Más cuando es falso, pues alternativas a que no incineren en la ciudad, y por tanto, a que supuestamente desaparezca la actividad laboral, hay sobre la mesa. La situación que plantea COSMOS tiene, sin embargo, el “aroma” a seguir manteniendo o aumentando beneficios a costa de lo que sea: puestos de trabajo, costes laborales, o la propia salud de las personas.
La sociedad cordobesa tiene el dolor del paro instalado en sus familias. Cada día salen a luz datos más terribles no sólo de desempleo, sino de sus consecuencias gracias al desamparo en que el Estado nos deja en esos casos. Pero eso no puede justificar que se nos chantajee, ni por la empresa ni por la representación sindical de CC.OO y U.G.T., para que se mantengan los puestos de trabajo en COSMOS a costa de la salud de más de 300.000 personas. Sobre todo cuando lo que la incineración supone es la pérdida de un mayor número de empleos en tratamientos alternativos, ajustados a las medidas exigidas en las leyes, menos nocivos. Dichas leyes, españolas y europeas, trazan una jerarquía clara en el tratamiento de los residuos, que comienzan por reducir la generación de residuos, y, una vez generado el residuo, en segundo lugar, buscar su reutilización, en tercer lugar su reciclaje, en cuatro lugar, su recuperación y, en último lugar, está su eliminación. El tratamiento térmico del residuo, sea con recuperación o no de energía, es claramente una eliminación, al destruirse el residuo y las posibles materias primas que pudiera contener.
El Parlamento Europeo, ya en 2012, instó a la Comisión poner en marcha medidas legislativas encaminadas a eliminar gradualmente, hasta 2020, la incineración de materiales reciclables. «Si la Comisión Europea quiere mantener su compromiso de limitar la incineración de los residuos no reciclables para el año 2020, la estrategia debería de ser cerrar las incineradoras y no construir otras nuevas”, constata Joan Marc Simon, coordinador de GAIA, alianza internacional de más de 650 organizaciones de base en más de 90 países que trabajan para detener incineradores y promover alternativas seguras, sostenibles y justas. (www.no-burn.org)
El punto al que estamos llevando al planeta está llegando a ser de no retorno en muy pocos años. Muy pocos. En ese proceso suicida caen especies animales y vegetales enteras. En ese proceso, las enfermedades provocadas por la contaminación matan a millones de seres humanos cada año. En ese proceso, el clima cambia hasta el punto que estamos comprobando estación a estación, año a año. Sequías, inundaciones, olas de calor… El planeta ya no sabe cómo avisarnos. Parece ser el momento adecuado para que todas y cada una de las personas que habitamos en este precioso planeta pensemos en él, y, por lo tanto, en nosotras. En Córdoba hay que exigir que el modelo de ciudad no pase por el de la contaminación y el del tratamiento equivocado de los residuos. En los países más avanzados del mundo, que más dedican a I+D, se crean cientos de miles de puestos de trabajo en energías y técnicas industriales ecológicas. No podemos permitir que nuestra ciudad lleve el camino contrario.
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