Miguel Santiago Losada, Profesor
Hace un año hacía referencia al periodista sevillano Manuel Chaves Nogales cuando en la primavera de 1935 llegó a escribir: «Los dos enemigos natos de la Semana Santa sevillana son el cardenal y el gobernador, el representante de la Iglesia y del Estado»; y añadía que «sin las hermandades no habría Semana Santa, por más que se empeñase en ello la Iglesia o los Gobiernos (…). La Semana Santa no es obra ni de los curas ni de los gobernantes, sino de los cofrades, de una organización netamente popular y de origen gremial que ha estado siempre en pugna con los poderes establecidos».
Esto viene a colación de cómo se ha venido desarrollando la imposición de la nueva Carrera Oficial de la Semana Santa de Córdoba por parte del obispo. No ha habido consenso para nada ni para nadie, imponiéndose su voluntad; ni para abrir la llamada segunda puerta de la Mezquita, ni para los vecinos, ni para comerciantes y hoteleros, ni para muchos cofrades que no ven con buenos ojos este baculazo episcopal, ni siquiera para miles de penitentes que no les dejan acompañar a sus titulares en todo el recorrido penitencial al prohibírsele el acceso al interior de la Mezquita-Catedral. El obispo acabó imponiendo su voluntad y las Administraciones Públicas, tanto Junta de Andalucía como Ayuntamiento, no sólo se mantiene pasivas sino que apoyan, costean y asumen los deseos del prelado. Siendo los principales responsables del asedio que sufre nuestro principal monumento con el montaje de palcos, casetas, vallas…
No podemos permitir que la Semana Santa, una de las grandes conmemoraciones de la ciudad, al margen de nuestras creencias o convicciones, no cuente con las opiniones y decisiones del movimiento ciudadano.
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