Sabemos que la energía del Sol es fundamentalmente la que ha permitido el fascinante desarrollo de la biodiversidad en nuestro planeta, así como la aparición de nuestra especie y de las civilizaciones humanas que se han sucedido. Lo cierto es que, durante las últimas 15 generaciones, la humanidad ha tenido acceso a una considerable cantidad de energía solar almacenada en el interior de la corteza terrestre en forma de combustibles fósiles, una energía de muy alta calidad concentrada durante millones de años.
El acceso a esos yacimientos, es sin duda, lo que ha hecho posible la rápida industrialización de la sociedad y la multiplicación del número de humanos hasta límites difícilmente imaginables hace apenas un par de siglos. Pero además, esta formidable expansión está siendo espoleada por el sistema económico imperante, único perviviente en la pugna con el resto de propuestas: el sistema capitalista. Un sistema caracterizado por la defensa del libre comercio y la consecución del máximo beneficio en el menor tiempo posible, por un reparto desigual de la riqueza que agranda cada vez más la brecha entre el grupo social dominante y el resto de la sociedad.
A esto hay que añadir el desprecio absoluto a considerar las necesidades de las generaciones venideras y de otras especies con las que convivimos, si no le reporta beneficios a la élite dominante.
La cuestión es que sus defensores no entienden, o no quieren entender, que el sistema económico es una parte de la sociedad humana, y que esta es a su vez parte o subsistema de la biosfera. Creen, o al menos hacen creer, que la energía es inagotable o fácilmente sustituible con inversiones económicas, al igual que los materiales que usamos. Pero ocultan que el modelo, y con él nuestro estilo y calidad de vida, se sustenta sobre formas de energía de un solo uso que, siendo realistas, no pueden ser sustituidas.
Junto a un sistema industrial soportado por un potente sistema de transporte, la extraordinaria disponibilidad de energía barata y de alta calidad ha propiciado una producción gigantesca y éticamente injustificable de productos, de corta vida y escasa utilidad, que ha generado una sociedad consumista para una pequeña fracción de la humanidad, dejando al resto solamente la aspiración a sumarse a ella.
Todo ello, además, provoca residuos y gases de efecto invernadero que están modificando la composición química y características físicas de la atmósfera y los océanos, acidificándolos con las consiguientes consecuencias negativas en los ecosistemas marinos, y en el caso de la atmósfera amplificando la capacidad de retención de la energía procedente del Sol. Esta alteración del sistema clima nos aboca a escenarios climáticos desconocidos por nuestra especie, poniendo en jaque la permanencia de la sociedad humana tal y como la conocemos.
El mito del crecimiento económico continuo se demuestra imposible, el modelo de ”progreso” material se derrumba sin tan siquiera haber alcanzado niveles dignos para la vida de la mayoría de la humanidad.
Por tanto, esa extraordinaria expansión a la que asistimos, que algunos autores ha definido como ”La Gran Aceleración”, no solo nos enfrenta a la catástrofe climática sino que además está generando el desborde de otros límites para la permanencia de la biosfera que nos sustenta, como la desaparición de especies a un ritmo entre 100 y 1000 veces superior al natural – la sexta extinción- o la degradación acelerada de los bosques como han puesto de manifiesto los estudios sobre los Límites Planetarios de Johan Rockström y Will Steffen.
Según Naciones Unidas, tenemos tan solo 10 años para virar el rumbo de la sociedad y evitar una disrupción dramática de la Biosfera. Ese es el hercúleo reto al que se enfrentan o deberían enfrentarse las generaciones actuales y la que nos toma el relevo.
** Este será el tema central de la XI Universidad Verde organizada por la Green European Foundation , la Fundación EQUO y la Universidad de Córdoba, que tendrá lugar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba del 15 al 17 del próximo mes de noviembre.
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