Mª Ángeles Aguilera Otero.
Concejala Ganemos Córdoba.
Desde siempre he sido muy consciente de la fortuna de nacer en una ciudad con la impronta de Córdoba, de su ser y de su estar. Para bien o para mal, he sido la menor, la hermana pequeña de una familia muy ligada a esta ciudad tanto en su ocio como en su compromiso social y eso me hace apoderarme de recuerdos que no son tan míos pero que los vivo como si fuera su principal protagonista. He comprado en el Mercado Municipal y visto la Espartería, con los juguetes y sus tiendas. He paseado la calle Montero, respirado su ambiente, hablado con sus vecinos. He vivido los días previos a las Cruces de Mayo cuando los vecinos adornaban sus plazas y se preparaban para la fiesta. Siempre me he preguntado cuándo era la fiesta: cuando las y los vecinos la preparaban o los tres primeros días del mes de las flores. Conozco el mimo con que se engalanaban los patios, abrían las puertas de sus casas y nos regalaban un cante y baile en un entorno cercano a la gloria. Recuerdo las asociaciones de vecinos, las peñas, los partidos políticos, las cofradías, preparando su caseta para recibir a la gente de dentro y de fuera. Recuerdo tener turno en más de una caseta para sacar unas pelas para nuestro barrio, para nuestra procesión, para nuestra causa, cualquiera que fuera.
Me preocupa sobre manera el giro que, de forma generalizada, está dando esta ciudad. Siento una tristeza profunda por no poder compartir con mis hijos experiencias que viví yo con mis mayores. Desde cuando mi madre, siempre preocupada por la unidad fraternal, hacía que mi hermana y hermanos “cargaran” conmigo en sus salidas con sus amistades, donde, desde muy pequeña tuve el lujo de participar de tertulias y paseos por los mejores rincones y callejas del casco histórico; sus tabernas, sus plazas, … Espacios llenos de vida, con ambiente de barrio, donde las vecinas y los vecinos se reconocían y saludaban por las calles en sus idas y venidas. He vivido la emoción de montar mi caseta, mi cruz, mi fiesta de noche vieja… y creo que eso se debe proteger. En Córdoba no dejábamos que nos lo organizaran todo. Sólo pagando no vas a encontrar, lo que para mí es tan importante como el mejor de nuestros monumentos. La gente de Córdoba debe ofrecer una ciudad en un entorno inigualable, pero no puede dejar de ser ciudad; y la ciudad la hace la gente. No podemos conformarnos con mostrar a nuestros visitantes solo un decorado, sobre todo, por qué nunca nos reconocerán. Córdoba no es una ciudad más: es la ciudad de la acogida, de la convivencia. En Córdoba no hay nada más importante que el saber estar y eso, lo hemos impuesto todos.
Hoy nos encontramos con otro escenario totalmente distinto.
El turismo masivo es una preocupación para muchas ciudades, no en vano, es capaz de transformar territorios y comunidades. En Córdoba estamos asistiendo a un abandono forzado de muchas vecinas y vecinos del casco histórico hacia otros barrios de la ciudad; los alquileres abusivos, la especulación desmedida, hace que sea insostenible la vida en el centro, sin hablar del pequeño comercio que se ve abocado a cerrar y que dificulta el día a día de los habitantes de este entorno. Creo que todo esto ha cambiado. ¿Vamos a permitir que nuestra fiesta, que nuestra ciudad se convierta en un frío monumento? La grandeza de Córdoba es su vida, su gente, su actividad. Nuestros patios han dejado de ser una fiesta para convertirse en monumento. Nuestra feria ha dejado de ser nuestra, la de Córdoba, la de los cordobeses. La hemos entregado a empresarios, y testimoniales son los rincones que todavía guardan ese olor de espacio compartido. No quedan casetas de barrio, las cofradías son pequeñas discotecas donde apenas se cabe y la mayoría de los jóvenes se agolpan junto al rio señalando que aquello no va con ellos; prefieren hablar, estar juntos, en lugar de en medio de un ruido ensordecedor que no les permite, precisamente eso, estar juntos. Las cruces, salvo contadas y heroicas excepciones, ya no son nuestras, han dejado de ser espacios de fiesta o incluso de recogimiento, para convertirse en otra cosa.
Nos dirigimos hacia un escenario en el que las personas que residen en el casco histórico no son las que lo habitan, la búsqueda del lucro que ofrece el turismo prevalece sobre los derechos de sus habitantes, sobre sus espacios y sobre sus necesidades y cuidados.
Advertimos una mercantilización, banalización y espectacularización de algunas expresiones socioculturales y de parquetematización de nuestro patrimonio cultural; así como la no atención, por parte de la industria turística, de los costes e impactos que estas actividades pueden suponer para las diferentes administraciones públicas, y por extensión, para la ciudadanía.
Frente a lo que se está dando: espacios acústicamente saturados, invasión del casco por apartamentos turísticos y desaparición del comercio vecinal; tengo la firme convicción de que aún estamos a tiempo de reconducir esta situación.
Según el informe “Actividades Turísticas en la Ciudad de Córdoba” elaborado por la Unidad de Investigación de la Universidad de Córdoba ETNOCÓRDOBA Estudios Socioculturales, entre las dos percepciones del turismo más polarizadas, la “turístico-fílica” y “turístico-fóbica”, hay otras visiones intermedias que requieren de un debate sosegado, constructivo y riguroso. Este debate tiene que estar abierto a vecinas y vecinos, organizaciones sociales, sindicales, empresariales y políticas.
Las vecinas y vecinos que más directamente se están viendo afectados por esta nueva realidad ya se han puesto manos a la obra creando el “Foro por el Derecho a la Ciudad”, cuyo manifiesto define el Derecho a la ciudad como la “posibilidad del buen vivir para todos y todas, donde sea posible el disfrute equitativo de diferentes tipos de recursos que permiten la convivencia: trabajo, salud, educación, vivienda, participación, acceso a la información, ocio, etc.…”
Por todo esto, desde Ganemos Córdoba creemos imprescindible que se genere este debate, pero no lo podemos hacer sosegadamente en una ciudad en la que se dan incontables licencias para pisos turísticos cada año. Se hace imprescindible pues, una moratoria en la cesión de licencias para el sector turístico en la totalidad del casco histórico. Es importante incluirlo en su totalidad ya que, en otro caso, aquellos territorios no acogidos a esta suspensión cautelar serían más vulnerables a esta turistificación desmedida.
Todavía estamos a tiempo de no seguir el camino de otras ciudades ya irrecuperables. Es nuestra obligación hacerlo y no hay tiempo que esperar.
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