Manuel Balsera Santos
Publicado en Número 10 de la edición impresa (Feb/Mar 2018)
Según los últimos datos disponibles de la ONU en 2017 la población mundial es de 7.350 millones de personas, de los cuales 3.700 millones son hombres (51,4%) y 3.650 millones de mujeres (49,6%) Si ya hay un “medio mundo” geográfico, social y económico que malvive supeditado a los intereses de los poderosos del mundo occidental y capitalista, dentro de aquel, pervive por añadidura, otra división casi partida por la mitad en cuando nos referimos al género, que se ve agravada por la condición exclusiva de nacer mujer.
Las cifras, esas frías cifras, nos dicen cosas tan espantosas como estas: 1.400 mujeres mueren cada día por el hecho de estar embarazadas; el 99% en países no desarrollados y sobre todo en África subsahariana, una mujer tiene una posibilidad entre tres de morir al dar a luz. Más de 110 millones de niños en el mundo, dos terceras partes de los cuales son niñas, no van a la escuela. De los 875 millones de personas analfabetas que hay en el mundo, dos terceras partes son mujeres; en los países industrializados, el riesgo es de 1 por cada 4.085. La mitad de las niñas que viven en países en desarrollo (con excepción de China) estarán casadas cuando cumplan veinte años. Mas de medio millón de jóvenes menores de edad (entre 13 y 17 años) son esclavizadas en el mundo del sexo y una de cada tres han recibido violencia de género y de manera más habitual, dentro del propio núcleo familiar, siendo mas de 130 millones las niñas que son mutiladas en sus genitales (2 millones anuales) En algunas culturas como la India o china, la preferencia por el varón hace que se cometan infanticidios, mediante la selección prenatal, que sólo en India se calcula en 40 millones de “desaparecidas”.
Ante todas estas apabullantes cifras, poco comentarios caben. La desigualdad entre géneros sólo es el reflejo de que los países del tercer mundo están gobernados por un patriarcado que hunde sus raíces en los ancestros de la humanidad. Parece increíble que en un mundo tan global, donde la información y las imágenes llegan a casi cualquier lugar en apenas unos segundos, todo esto esté sucediendo y apenas se ponga remedio, pero así es y peor aún, no tiene visos de cambiar. Por eso es tan importante la concienciación de hombres y mujeres en este “primer mundo” para obligar a nuestros gobernantes en los organismos internacionales, a poner remedios efectivos que acaben con esta lacra.
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