El destino está escrito. Palabrita. Se escribe cada día en despachos, oficinas, juzgados, sedes bancarias, redacciones, cuarteles y sacristías. Nada de romanticismos estelares ni epifanías divinas. El destino lo escribe gente, en esencia biológica, como usted y como yo.
Está escrito en las leyes, los decretos, los acuerdos, los convenios, las concesiones, los contratos, las licencias… Y quienes lo escriben, claro, le dan su toque al asunto. Y se nota. En una ciudad chiquita, hasta puede sentirse al respirar.
El destino de Córdoba está escrito. Desde siempre. Esta temporada la firman en Capitulares, CECO, Hostecor, Torrijos, algún bufete del centro y la calle del Lodo (que así se llamaba antes). Igual que siempre, la verdad. O casi, porque falta en el guion algún clásico de otros vientos y entra de nuevas, ufano, el ejército.
El destino es el futuro que no presenta incertidumbre. Y aquí, la incertidumbre no se deja ver a menudo. El destino es el turismo, y vengan Floras y Patios para alimentarlo. Ah, los patios, esa identidad vecinal, ese lugar común para encontrarnos… Hasta que metimos los Cristos para abrirlos el Jueves Santo.
Cuando esté aquí el ejército, pondremos dos soldados vestidos de bonito en cada puerta para velar al Señor como su padre manda. Y fuera esos maceteros feos.
Y la cultura, claro. No eres de Córdoba si no aseguras como un cuñado que nuestro destino está sujeto a la cultura. Está escrito. Así que a darle fuerte a la promoción cultural, que por lo que se puede discernir, pasa por el cluster Ayuntamiento-Obispado-Hosteleros. La delegación municipal de Promoción estudia abrir su sede en el Palacio Episcopal, total, su equipo pasa más tiempo allí que en cualquier otro lugar.
Pero seguimos teniendo, como un eco perverso, el Festival de la Guitarra y Cosmopoética, aunque sin entusiasmos, que lo primero es lo primero y una retahíla cofrade supera en espíritu y belleza a guitarritas y palabritas. Así que está claro qué cultura es la que debemos impulsar para cumplir nuestro destino.
En cosa de diez años hemos pasado del sepelio de la capital cultural al bautismo de la capital católico-militar. Quizá se nos dé mejor ser ciudad recurso que ciudad propuesta. Y Córdoba bien vale una misa, y una base logística. Aun así, viendo que la Universidad está a full con esto de militarizar el conocimiento, me quedo más tranquilo. O no.
Es cuestión de reescribir el mensaje que queremos lanzar al mundo: cambiamos de proponer la ciudad abierta a imponer la ciudad blindada. Sin despeinarnos.
Pues así está escrito.
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