Este año se cumple el centenario del educador y pedagogo brasileño Paulo Freire. En los años 60, Freire participó en distintas experiencias de alfabetización de personas adultas en Brasil; hasta que se produce el golpe militar que lo llevará varios años al exilio.
Si bien es cierto que la pedagogía de Freire en educación de adultos está marcadamente influida por el contexto brasileño de los años 60, donde entre otras cosas era obligatorio saber leer y escribir para poder ejercer el derecho al voto, muchos de sus hallazgos y propuestas fueron también aplicables en otros contextos, por ejemplo en el Programa de Educación de Adultos que se inicia en Andalucía en los años 80, donde las tasas de analfabetismo eran escandalosamente altas, y donde Freire fue una de sus referencias teóricas. Sólo voy a dar algunas breves pinceladas de las ideas que recogimos de Freire:
- El carácter político del proceso educativo.
- Que una alfabetización meramente formal es insuficiente para alcanzar una conciencia crítica y superar el estadio de lo que Freire denominaba la “conciencia mágica”
- Los programas de alfabetización meramente formales, por ejemplo los que llevó a cabo el franquismo en los años 60 y 70, sólo contribuían a reforzar el analfabetismo político.
Ya a partir de la década de los 70 surgen en nuestro país, sobre todo en las grandes urbes, distintas actuaciones de inspiración no gubernamental en la órbita de la educación crítica de Freire: Universidades populares, escuelas campesinas, etc.
En los inicios de los años 80, el programa de educación de adultos que pone en marcha la Junta de Andalucía, que tuvo el reconocimiento de la UNESCO, también se inicia en la órbita de la educación liberadora y considera a Paulo Freire uno de sus referentes teóricos. Sin embargo hay que hacer notar que ese programa, innovador en un espacio europeo, si bien Andalucía padecía evidentes déficits culturales, fue virando poco a poco hasta un mero programa de educación formal, que culmina con los actuales diseños curriculares, meros calcos de los currículos de primaria y secundaria, para la población adulta.
En la primera década del 2000 en que se cumplía el 25 aniversario de dicho Programa se editó por la Diputación un monográfico donde se recogen distintas experiencias y donde yo publiqué un artículo, del que voy a reproducir algunos datos, ya que poco después abandoné el Programa de Educación de personas adultas y no dispongo de otros más actualizados, así en esas fechas el índice de analfabetismo en España se situaría ya sólo en torno al 3% de la población adulta. (1)
Resultaba ya, y sigue resultando, preocupante a estas alturas que la sociedad, e incluso el propio estamento educativo, siga considerando el analfabetismo como una tara, ya prácticamente superada, del pasado y, por tanto, también a la Educación de Adultos como una compensatoria de éste; lo cual implica la idea de que las desigualdades que produjeron la sociedad y el propia sistema escolar ya no se producen o que sus últimos efectos remiten como consecuencia de la superación de la situación sociopolítica que generaba éstas. Este análisis, aún cuando tiene elementos acertados, es claramente insuficiente; porque la desigualdad cultural de la población adulta, hoy, en mayor medida que ayer, es más sinónimo de desigualdad social; sin un nivel educativo básico, y el nivel educativo básico será cada vez más complejo, los adultos van a ser marginados de la vida social.
Antes de 1971, en que entra en vigor la Ley General de Educación, la titulación obligatoria era el equivalente a algo menos que el actual ciclo de primaria. A partir de esa fecha, con la implantación de la EGB, muchas personas dejaron de tener la titulación obligatoria. Según el censo del INE de 1981, casi 11.000.000 de españoles mayores de 15 años no tenían entonces la titulación obligatoria (38,72%). Después de la aplicación de la LOGSE, con la implantación de una nueva titulación, en el año 2.000, alrededor del 46% de la población mayor de 18 años quedaba por debajo del listón educativo básico. Y, además, un tercio de los jóvenes que cursan la ESO cada año no logra obtener esa titulación, uno de los índices de fracaso más elevados de Europa.
Si estos datos ya son bastante alarmantes, hasta ahora sólo hemos hablado de educación formal, de acceso a una titulación. Pero además coexiste en las sociedades occidentales otro tipo de analfabetismo, si cabe, más peligroso que el estrictamente formal, el cual está en relación con los contenidos culturales de tipo funcional que un individuo debe saber procesar para ser competente en una sociedad de creciente complejidad como es la nuestra. Hoy, el sentido de alfabetización, entendido sólo en un sentido letrado, es claramente insuficiente. Una sociedad inserta en un sistema social y productivo de corte occidental, muy tecnificado, no puede seguir definiendo el analfabetismo con los mismos parámetros del siglo XIX. Para la UNESCO, el analfabetismo se define como la incapacidad para valerse de la lectura, y menos aún de la escritura, en las relaciones sociales y, singularmente, en las de trabajo. Si nos atenemos a esta definición el analfabetismo poco tiene que ver con saber o no leer e incluso con la posesión de determinados diplomas académicos.
En España no se han realizado todavía, que yo conozca, estudios rigurosos que permitan hacer un diagnóstico fidedigno del alcance del analfabetismo funcional. Sólo sé de un estudio que se hizo en Cataluña, en los años 90, sobre el manejo de la guía telefónica y la conclusión fue que un 30% de la población catalana no tenía esa competencia.
De las investigaciones rigurosas que se han efectuado en países como EEUU, Canadá o Inglaterra, podemos concluir que estamos asistiendo a un agravamiento de los aprendizajes funcionales en todo el área occidental. Uno de estos estudios, referido a EEUU, recogía estos datos:
“Entregándoles un recibo y las instrucciones que registran las deducciones habituales, el 26% de adultos americanos no puede determinar si su recibo es correcto. El 26%, al darles un impreso no puede colocar el número correcto de exenciones en su lugar exacto. El 44%, cuando se les entrega una serie de anuncios laborales, no puede equiparar sus cualificaciones a los requerimientos de la ocupación. El 22% no sabe poner las señas en una carta lo suficientemente bien como para garantizar que llegará a su destino. El 20% no puede entender una declaración de igualdad de oportunidades”. (2)
Podríamos pensar que estos porcentajes corresponden a personas de raza negra, hispanos o gente de mucha edad. Pero otro informe similar a éste indica:
“El aspecto más preocupante, sin embargo, fue la actuación de la gente de 15 a 24 años. Ellos generalmente lo hicieron peor que los grupos de más edad, aparte de las preguntas sobre la cuenta de la comida rápida y el horario de trenes, donde fueron mejores que los mayores”. (2)
Este agravamiento, por tanto, de los aprendizajes funcionales viene determinado por el hecho de que las sociedades occidentales son cada vez más complejas, y ya no sólo son incompetentes los individuos que no han ido a la escuela, sino también muchos de los que fueron.
Esto evidentemente, al margen ya de las cuestiones puramente educacionales, tiene un impacto más allá de las competencias estrictamente académicas de la población adulta, en este país y también en los de nuestro entorno posindustrial, sociedades cada vez más complejas.
Como afirmaba Freire, una alfabetización meramente formal es absolutamente insuficiente para dotar a la ciudadanía de instrumentos que los capaciten para no ser meros receptores de mensajes cada vez más banalizados por los medios de comunicación de masas.
En suma, creo que este es el panorama: Asistimos a un incremento si no de los analfabetismo formales, sí de los funcionales, incluido el analfabetismo político, además de acentuarse el déficit de distintas competencias básicas para el pleno ejercicio de la ciudadanía: económicas, culturales, relativas a la salud o el consumo, etc…
Notas
- VV.AA. “25 años de Educación de adultos”, Diputación de Córdoba. Remito al artículo “Necesidades educativas de los adultos en las actuales sociedades posindustriales”
- Ramón Flecha, “La nueva desigualdad cultural”. Editorial Roure. Barcelona.
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