Rafael Juan Ruiz.
Publicado en febrero de 2017 en el Número 2 de la edición impresa
En diciembre de 1977, dos millones de personas se echaron a las calles andaluzas para reclamar la autonomía que quedó en puertas de conseguirse en la II República. En pleno proceso de redacción de la Constitución postfranquista, Andalucía sorprendió espontáneamente y reclamó lo que sólo se iba a otorgar a País Vasco, Cataluña y Galicia. Aquello fue, realmente, tomar el testigo de Blas Infante, retomar la blanca y verde y el himno de la Asamblea de Ronda de 1918, reivindicar la autonomía frente al centralismo político que discriminó siempre a Andalucía, causando desigualdad, desempleo y miseria. Fruto de la fuerza mostrada en la calle por la población, todos los partidos políticos (once) firmaban el 4 de diciembre del año siguiente, 1978, en Antequera, el compromiso de apoyar la autonomía de Andalucía, supuestamente, en los mismos términos que las llamadas “nacionalidades históricas” del Estado. El consenso de los partidos duró muy poco, y hubo de recurrirse a dos referéndums para obligar al centralismo español al “café para todos” andaluz. Fue un 28 de febrero de 1980.
Por eso, para muchas andaluzas, el 28F no tiene el calado histórico del 4D, que sí que suponía la rebeldía, el consenso, el inconformismo, la determinación por cambiar la realidad de Andalucía. Realidad que, tras el referéndum, sigue instalada en el paro y la miseria, y en políticas llevadas a cabo por quienes han traicionado los deseos de aquellas millones de andaluzas que se tiraron a la calle en el 77. Y porque, ese 4 de diciembre, un joven, Manuel José García Caparrós, de 19 años se levantó exultante en una jornada de alegría para él. Pero no la terminó vivo. Málaga, su ciudad, era la única que no tenía la bandera andaluza ondeando en sus edificios públicos. Manuel José trepó y la colocó. Y un misterioso tiro en su axila acabó con su vida. Nunca se supo quién fue su asesino, aunque la resistencia de las autoridades malagueñas a admitir las movilizaciones y el izado de la blanca y verde, junto a que su familia fue engañada informada de que Manuel José había tenido un accidente de tráfico. Hoy, con la celebración del 28F se invisibiliza la lucha del pueblo, la memoria de Caparrós, y, sobre todo, la victoria, una más, de la unidad popular.
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