José Manuel Matencio Ojeda.
JUAN ARMADA
En los años sesenta, la vida en Posadas todavía estaba muy marcada por el recuerdo de la Guerra Civil, las diferencias sociales eran tan evidentes que los malenos nacíamos con la estrella de estas diferencias pegadas al cuerpo, quien dice al cuerpo, dice a la calle donde vivía o a la familia a la que pertenecía.
El mundo laboral lo formaban, fundamentalmente jornaleros del campo y una clase media bastante reducida compuesta por administrativos (funcionarios, trabajadores de la banca, maestros y… poco más) y pequeños comerciantes; los negocios, que en un tiempo fueron boyantes (poco a poco, vinieron a menos-otros a más-), estuvieron regentados por gente adicta al régimen, y conforme este se desinflaba y perdía influencia (es un decir), estos también; los terratenientes, estaban claramente vinculados con el franquismo y, poco a poco, fueron marchándose a la ciudad donde sus intereses estaban a buen recaudo. Faltaban, el médico, el boticario, el juez y el cura, que, entre todos ellos formaban “las fuerzas vivas del pueblo”. Ni que decir que estas “fuerzas vivas” eran quienes lo dominaban todo, y todo lo controlaban. Me faltaba, la guardia civil, que todos sabemos dónde estaban.
La crisis del campo fue también, la crisis de los jornaleros andaluces y los de Posadas no iban a ser menos. En estos primeros años sesenta, los jornaleros ante unas condiciones pésimas de trabajo, la falta de este, su temporalidad, y el futuro incierto al que se enfrentaban, junto con una represión sistemática, empezaron a organizarse.
Aquí y con estas circunstancias tan adversas, se iría desarrollando mi vida y la de la gran mayoría de jóvenes de Posadas-nos dice nuestro amigo Juan-. Que sigue relatándonos su recorrido vital.
Mi trabajo en Posadas casi siempre estuvo relacionado con la carpintería-ebanistería desde que cumplí los 13-14 años, pero hubo momentos, siendo aún muy pequeño que aprovechaba la campaña del algodón para aportar un jornalillo a la casa y, cuando terminaba ésta, volvía a incorporarme a la escuela (en aquel tiempo, en las casas de los jornaleros, se aprovechaba la faena de este cultivo y todo el mundo iba a coger algodón, desde el más chico hasta el más grande; recuerdo también que uno de esos inviernos, cuando aún no tenía13años, trabajé en los secaderos de tabaco de Estrella (una finca no muy lejos de Posadas), este trabajo lo compaginaba con mi asistencia a la escuela, como ya había dicho (algún maestro me decía que durante la cogida del algodón, la abstinencia escolar, en los barrios obreros, era muy alta como consecuencia de este fenómeno donde en casa de las familias jornaleras todas las manos eran necesarias, en algunos casos imprescindibles, en la temporada del algodón); trabajé también en la carpintería de Paco, y tanto el cómo su mujer (la señora Francisca), me trataron como a un hijo; en aquellos momentos, posiblemente tuviera unos 13 años. Ya en la carpintería de López trabajé hasta que me vine a Valencia.
Mi incorporación a las juventudes Comunistas, fue inmediata, y es que siempre pensé que para conseguir una sociedad más justa, libre y democrática, era fundamental que estuviéramos mínimamente organizados, y es que en mi caso, yo no me hice comunista, yo, nací comunista, y nadie, influyó en mi para ingresar en el partido, incluso ni mi padre lo hizo, aunque si es verdad, que cuando ingresé en el P.C, él se sintió orgulloso por ello. Mi madre, la pobre, no sabía que yo me había afiliado, y ya tenía bastante con la preocupación de que mi padre fuera militante comunista en aquellos tiempos.
Me llamo Juan Antonio Armada Martínez, y a petición de J. M .Matencio, os cuento lo que me pasa en estos años, que es, ni más ni menos, lo que le pasaba a la gente comprometida con los ideales de justicia, de libertad y democracia que tanto echábamos de menos y tanto anhelábamos
Como os decía, me llamo Juan Antonio Armada, en el año 65, contaba yo entonces 15 años, y mi deseo de que las cosas cambiasen en mi pueblo y en mi país hace que ingrese en las Juventudes Comunistas, que ya eran muy activas y reivindicativas durante este tiempo en Posadas.
En el año 1970, soy, junto con más de 20 jóvenes, también afiliados al P. C, detenido y encarcelado. En aquellos momentos, era la guardia civil la encargada de dar las palizas y las torturas a las que a todos nos sometieron. Fui juzgado por el famoso TOP (Tribunal de Orden Público), con una petición del fiscal de 5 años en el acto del juicio, y rebajado más tarde, a 3 años, y posteriormente, de nuevo lo bajan a 1 año y 6 meses. Pasé por varias cárceles, terminando mí condena en el Instituto penitenciario de jóvenes en Liria, fuimos, con otro joven camarada, los primeros presos políticos que tuvo aquel Instituto Penitenciario.
Llevaba pocos meses fuera (Valencia) cuando me tuve que incorporar al servicio militar, la famosa “mili”, antes, de obligatorio cumplimiento, donde no puedo decir que tuviera un trato exquisito.
Estando de permiso, la guardia civil, se presenta en mi casa, me sacan de la cama para interrogarme, y es que ser comunista y tener antecedentes penales por ello, no era la mejor tarjeta de visita para hacer una mili tranquila. Allí, en el cuartelillo, me he chupado los peores interrogatorios de mi vida
Cuando me licencié, mi familia vivía ya en la Comunidad Valenciana, junto con mi padre y otros camaradas fundamos allí una Agrupación Comunista, y también participábamos en las Comisiones a través del sindicato vertical que en aquellos momentos nos servía de tapadera. Pero, como todos sabéis, la guardia civil conocía casi todos nuestros movimientos, tanto en Posadas como en la Comunidad Valenciana, y siempre he tenido a la puerta de mi casa la mirada osca de un guardia civil, cuando no era por mi padre, era preguntando por mi tío Manuel, cuando no, por mí. Una vez, iba caminando por la calle con mi padre y nos paró la pareja, nos metió en un callejón, y allí nos pidieron la documentación, la comprobaron y nos dejaron marchar. Este dulce, nos amargaba la vida en más de una ocasión. Os digo, que recordando todas estas peripecias (que en algunas te jugabas el pellejo), hoy más que nunca me siento orgulloso de ser comunista y de haber luchado en tiempos de tanta penuria y de tanta represión por la dignidad de unos hombres (nosotros) y por la libertad y la justicia de un pueblo (el nuestro)-termina diciendo Juan Armada- hoy ya un hombre que, viviendo en Valencia sus ratos de ocio le sirven para cultivar su mayor afición que es la pintura. Prueba de ello este cuadro que, muy amablemente nos ha enviado.
CRISTÓBAL ARMADA GONZÁLEZ
José, tu que conocías a mi padre, te puedo decir que era una persona exquisita, callado, poco hablador, amigo de sus amigos, y respetado por todos-me dice Juan Armada-
Cuando estalló la guerra se encontraba guardando cabras, pero ya tenía consciencia de donde estaba su sitio, y el y su rebaño llegaron hasta zona republicana. Marcha a Madrid para alistarse como voluntario, pero al ser tan joven (tenía 16 años recién cumplidos), no se lo permiten, pero busca a mi tío (su hermano Manuel) y lo convence para que, bajo su influencia, pudiera ingresar. Y así lo hace y se puede alistar, en esos momentos tiene 16 años recién cumplidos como he dicho, es decir, muy joven, pero con la determinación y la convicción de un hombre maduro que quiere estar en el frente defendiendo a su país
Estuvo en la batalla del Ebro, fue varias veces herido en el frente de batalla quedándole secuelas importantes, aunque para él, la herida mayor, fue haber perdido la guerra contra el fascismo. Llegó hasta el grado de teniente. Y Siempre contaba (me contaba) con grandísima amargura como tuvo que enterrar a su hermano, y, como murió en sus brazos caído en el frente de guerra,; de él (de su hermano) conservamos, como reliquia, el reloj que llevaba en aquellos momentos tan trágicos.
Pasó varios años en campos de concentración, pero nunca dejó de luchar por sus ideales y de pertenecer al PCE. El 10 de julio del 1960 es detenido y juzgado por un tribunal militar y condenado a 8 años y un día por rebelión militar continuada. De estos, cumplió más de 3 años y medio. Cuando salió de la cárcel, siguió en la lucha defendiendo sus derechos y los de los jornaleros y, al poco tiempo de salir, por participar en una huelga, es detenido y apaleado por la guardia civil. y es tal la paliza que le habían dado que cuando llega a mi casa (una casa de vecinos), las vecinas ni lo reconocen, lo lavan algo, porque estaba irreconocible, y le recogen la ropa para que mi madre no la viera. Como consecuencia de esta brutal paliza, se tiró casi un mes imposibilitado, sin apenas poder moverse de su casa. La huelga a la que nos referimos de los años 60 y tantos, fue para pedir trabajo en unos momentos en los que los jornaleros del campo se encontraban desesperados al no tener jornales que llevar a sus casas para el sustento de sus familias.
Por último, recuerda Juan que una vez, la guardia civil, lo confundió con su hermano Manuel (creerían que estaba en la sierra) y lo tuvieron colgado de un chaparro, sin embargo, de este hermano el nunca tuvo noticias hasta la hora de su muerte que fue en Gerona.
De mi padre tengo el recuerdo de una gran persona que lucho hasta el último día de su vida por una sociedad más justa
Pasó por la cárcel de Córdoba, Madrid y Burgos.
Es en el año 1973, cuando se marcha a trabajar a Valencia, allí se llevó a su familia. Al poco de estar allí, junto con otros amigos y camaradas, crea una agrupación comunista, y es que fue un hombre que siempre estuvo en la brecha. Es decir, todo un comunista.
Cobraba una pensión que le concedieron al reconocerle sus derechos establecidos por ley ya, en el periodo democrático, medidas a favor de quienes padecieron persecución y violencia durante la guerra y la dictadura y por servir en el ejército republicano.
Como te decía, fue un hombre que trabajó ¡y duro! porque se restablecieran los derechos y las libertades de todos. Pagó un precio alto, durante la dictadura, por su militancia comunista.
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