Laura Carmona
Publicado en marzo de 2017 en el Número 3 de la edición impresa
Paseando en los barrios encontramos algo más que parques, bancos, coches, árboles y a nuestros vecinos y vecinas. Basura, apilada, arrinconada, extendida por nuestras calles, bolsas, latas, botellas, colillas, orines, excrementos de perro, cartones… Una imagen habitual en nuestras veredas que genera malos olores, infecciones, malestar social y problemas de convivencia.
Debemos entender la calle como una extensión de nuestra casa y así, todo el planeta y no presuponer que todos tenemos a personal de Sadeco detrás nuestra recogiendo nuestros deshechos, ayudará a cuidar un entorno del que todas las personas nos beneficiamos. Así nuestros pequeños podrán disfrutar sin riesgo a comerse basura o a caer sobre una caca que alguien abandonó por pereza o inconsciencia.
Es una cuestión de civismo, que no es otra cosa que cumplir con nuestros deberes como ciudadanos y contribuir al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar del resto de la sociedad. Ser civilizado, vivir en la ciudad, es convivir y para ello hay que cumplir una serie de normas fundamentales para la armonía social, que atañen a comportamientos cotidianos como no arrojar basura, recoger los excrementos de nuestras mascotas, no destrozar los espacios comunes… Todo ello para generar una sociedad más amable, menos ingrata. ¿Por qué nos cuesta tanto dejar los espacios como quisiéramos encontrarlos? Tenemos que seguir haciendo ver que los parques, las calles, el campo son nuestros, propiedad de cada persona que los habita y como tal hay que cuidarlos y preservarlos.
José Luis Vidal
Los parques y calles están llenos de excrementos. Con el tema de los perros hay que seguir unas normas, llevarlos atados para evitar que los perros hagan caca por todas partes y no las recojan, porque si no miras al perro en 12 minutos no puedes asegurar que las recoges todas. También encontramos los contenedores rodeados de basura, hay personas en el barrio que no pueden tirar las bolsas dentro pero no sólo pasa en los contenedores, sino en toda la calle que está repleta de basura. El cambio parte de la educación de los más pequeños, desde la guardería al colegio y que se vea como una falta grave, que se riña, los padres y vecinos y lo admitamos.
Rosa Solano
En la escuela se está educando para concienciar al alumnado, desde pequeños en la guardería, aunque de manera más formal a partir de los 3 años con programas de ecoescuelas, proyecto Aldea, destinados a cuidar nuestro entorno más cercano al más lejano que sería la concepción que tenemos de cuidar nuestro planeta. Cuando son chiquitos empiezan a darse cuenta de que la calle está limpia y cuando ven papeles o una caca de perro les llama mucho la atención y se preguntan por la persona que iba con el animal, si es mala o inconsciente pero en su vocabulario es mala porque no ha hecho lo que debía. Cuando éramos pequeñas veíamos la calle llena de papeles y excrementos y nos daba igual. Estábamos acostumbradas y era natural ver las calles y las cunetas incluso con bolsas de basura. Ha cambiado la concepción de cuidar el entorno de hace 30 años y pienso que la labor es de las familias y de la escuela.
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