Rafael Morales Ruiz.
La primera vez que tuve conocimiento de «La Desbandá» y de Norman Bethune -médico canadiense que auxilió en lo que pudo a miles de refugiados que huían de Málaga en 1937- fue a través del primer comisario de «Memoria Histórica» en Andalucía (José María Romero Calero) cuando yo me encargaba desde el Archivo Municipal de Córdoba del trabajo relacionado con este tema hace ya algunos años. Debo confesar que entonces sabía poco de lo que pasó en la vieja carretera Málaga-Almería más allá de las operaciones militares que permitieron a las tropas franquistas ocupar la capital malacitana. Afortunadamente hoy mi desconocimiento sobre el tema ha desaparecido, como al mismo tiempo ha aumentado el conocimiento general sobre lo que allí pasó. Ambas cosas en gran medida como consecuencia del trabajo de los foros memorialistas (sobre todo en mi caso gracias al cordobés «Foro por la Memoria») y a las personas personalmente comprometidas en impedir que este lamentable episodio de nuestra historia, una masacre a cuenta del fascismo, desaparezca en el olvido. Creo que son los representantes de los foros memorialistas, que organizan este extraordinario evento año tras año, quienes están más cualificados para poder hacer un balance global de lo logrado hasta hoy. Por tanto, plasmaré en estas líneas mis percepciones personales como republicano, y además senderista, mientras al mismo tiempo señalaré lo que creo que debe hacerse de cara al futuro. Mi impresión después de asistir durante dos años a esta marcha senderista es que (1) ha sido un acierto visibilizar, en la calle, en las ciudades y pueblos por los que se pasa, en los caminos y carreteras, el propio recorrido que miles de ciudadanos y ciudadanas tuvieron que hacer en 1937 en busca de una salvación que muchas de estas personas no lograron. Sacar a la calle esta odisea, reeditada por quienes no quieren olvidar, impide, o al menos dificulta, los intentos de la derecha de acabar con esa molestia -para ellos- de la memoria histórica, en este caso concreto con relación al «Guernica» andaluz. Otra cuestión importante sería, de cara a un futuro (2) lograr una mayor publicidad y extensión de esta marcha entre los clubes senderistas de España; es cierto que no todas las personas que practican senderismo son de ideología republicana y están por la recuperación de nuestra memoria como pueblo, pero tampoco puede negarse a los que sí lo son que puedan asistir a este evento; y por tanto se impone el esfuerzo de explicar, sencillamente, lo que es obvio: que esta marcha senderista no es una marcha sin contenido político o ideológico, pero que aquellas personas que aúnen la práctica del senderismo con una ideología de izquierdas pueden perfectamente defender la implicación de sus clubes en esta actividad, si no en forma de identificación colectiva, sí al menos en cuanto a la difusión de la marcha. Se hace esto último con las pruebas que organiza La Legión -donde se grita «!Viva el Rey!-, así que no debería haber problema en poder publicitar «La Desbandá». Hay que señalar asimismo que la belleza del recorrido, donde se complementan mar y montaña, lo hacen especialmente agradable, además, es importante aclarar que el ritmo de la marcha es suave y asequible para casi todo el mundo. Otra línea de acción que creo que debemos trabajar (3) es la internacionalización de «La Desbandá». Este año he podido observar la presencia de personas de diferentes nacionalidades en la marcha. Incluso pude hablar en mi humilde inglés con un londinense que llevaba una espléndida camiseta con las batallas donde habían participado las Brigadas Internacionales. Creo que habría que profundizar en esa dirección, sobre todo si tenemos en cuenta que el clima, normalmente, es muy agradable en la costa de Málaga y Almería durante el mes de febrero.
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