Renée Lafont, periodista y novelista francesa, fue fusilada en Córdoba y arrojada a una fosa común al comienzo de la Guerra Civil española. Una petición promovida por un activista de Pau solicita que sea exhumada y rehabilitada.
Texto: Jacky Sanudo
Cumbres de Alcolea está enclavado en las colinas que dominan Córdoba. La localidad está a punto de caer en manos facciosas, un mes después del comienzo de la Guerra Civil. En ese 29 de agosto de 1936 un Studebaker avanza hacia las líneas enemigas alejándose del frente republicano. Les dan el alto. Dos hombres escapan del coche. Se produce un intercambio de disparos. Los militares franquistas desalojan a una tercera persona del automóvil. Está herida en la rodilla. Es una mujer, vestida de hombre, y lleva un carnet comunista y un alfiler con la hoz y el martillo. Su nombre: Renée Charlotte Amélie Lafont, periodista y novelista francesa, enviada a cubrir el conflicto por Le Populaire, órgano de prensa de la SFIO (partido socialista) de Léon Blum.
Esta es una de las versiones de su detención. Lo que ocurrió a continuación, varía según los escasos testimonios disponibles, incluido algún recorte de prensa. Juicio en un tribunal militar, condena, prisión, parece la cronología más probable. Posteriormente, el registro civil de Córdoba recoge un acta de defunción de Renée Lafont fechada el 12 de noviembre, que indica que se desconocen las circunstancias, el lugar, la hora de la muerte, pero también el cementerio donde ha sido inhumada la fallecida. Se hace constar que la muerte se produjo el 1 de septiembre de 1936 “como consecuencia de una anemia aguda provocada por una hemorragia a consecuencia de las heridas sufridas”. El historiador aficionado cordobés, farmacéutico jubilado, Patricio Hidalgo Luque, habituado a trabajar sobre la Guerra Civil, no se resignaba a dejar sin resolver los muchos interrogantes del caso. A retazos, acaba por reconstruir lo que debieron ser las últimas horas de Renée Lafont, con 58 años de edad en el momento de los hechos.
Cementerio de la Salud
Ese 1 de septiembre, la periodista es trasladada en camión, junto con otros compañeros, hacia un destino desconocido. En realidad, el vehículo se dirige al cementerio de la Salud. Los prisioneros son cada vez más conscientes del destino que les espera y empiezan a gritar. Renée, en un impulso de supervivencia, salta del camión, pero es capturada enseguida. Instantes después se oyen las detonaciones en la zona del muro norte del cementerio. Hay testigos que dicen haber visto carretillas cargadas de cadáveres. Hoy se sabe que 2000 cuerpos fueron arrojados a una fosa común sólo en ese cementerio y otros 2000 en el de San Rafael.
Esta desaparición tuvo escaso eco en la Francia de Léon Blum. Sin embargo, al parecer Renée Lafont fue la primera mujer periodista asesinada en el ejercicio de su profesión durante un conflicto, poco tiempo antes que Gerda Taro, la compañera del fotógrafo Robert Capa. Le Populaire, el periódico para el que trabajaba Renée Lafont, tardó un mes en dar la noticia. Y hasta el congreso de la SFIO en mayo de 1937 en Marsella no se le rindió un discreto homenaje, cuenta José García, responsable en Burdeos y Toulouse de las asociaciones por la memoria republicana Ay Carmela y Caminar. Ambas trabajan codo a codo con unas quince asociaciones memorialistas españolas para que por fin se abra la fosa donde se cree que se encuentran los restos de Renée Lafont. Así debería ocurrir en abril, gracias al apoyo decidido de la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio, y el gobierno autonómico regional, la Junta de Andalucía.
“Feminidad exquisita”
José García está intentando localizar a descendientes de Renée Lafont para las futuras pruebas de ADN. No es tarea sencilla. “Era hija única. Tenemos algunas pistas en París y Marsella, pero nada concluyente por ahora”, afirma. En cualquier caso, este descendiente de un republicano español se ha apasionado por la historia de esta mujer que define como “extraordinaria, liberada, moderna, vanguardista, culta (hablaba cinco idiomas) y una gran enamorada de España”. Pero ¿qué sabemos de ella antes de que encontrara su destino funesto?
La fotografía revela un rostro de mujer morena con rasgos finos, nariz aguileña, labios carnosos bellamente dibujados, cejas rectas y ojos oscuros (aunque realmente eran claros) que expresan una convicción teñida de melancolía o hasta tristeza. Su gran sombrero y el vestido de encaje le dan un aire de elegancia aristocrática. Es una de las escasas imágenes de Renée Lafont. “Mujer…, sí, Renée Lafont lo es y de una feminidad exquisita. […] Sin embargo, y ante todo, es una amazona de gran corazón, alegre, activa y entusiasta en sus ideales renovadores”, escribe en 1923 Federico García Sanchís en la revista cultural “La Esfera”, bajo el título “Renée Lafont y su hispanofilia”.
Padre de Bayona
Su biografía sucinta indica que nació en Amiens el 4 de noviembre de 1877, hija de Charles-Marie, nacido en la calle Bourgneuf, en Bayona. Este último, que siempre se opuso a las ideas progresistas de su hija, fue un eminente profesor de Retórica en el liceo Louis-le-Grand de Paris. De su madre se sabe menos, salvo que Renée la acompañó hasta su último aliento. La joven entró en la universidad en un momento en el que pocas mujeres lo hacían. Comprometida políticamente, durante un tiempo formó parte de la 5ª sección comunista antes de afiliarse a la SFIO-París. Pero fue también, y ante todo, una mujer de letras. Como novelista, le debemos La voz del mar. Como periodista, colaboró en Le Populaire, en Le Monde Illustré y en muchos otros periódicos y revistas. Y, como ya se habrán imaginado, fue una hispanista de primera fila.
Presidió la sección hispano-americana de la revista Le Parthénon y tradujo, sobre todo para la editorial Flammarion, a autores esenciales como Alberto Insúa, con el que mantuvo una “amistad amorosa”, y al inmenso Vicente Blasco Ibáñez. “La literatura española actual está por encima, en cantidad y calidad, de la inglesa y la italiana”, decía Renée Lafont. Y añadía: “El silencio sería demasiado injusto”. Una frase que resuena extrañamente, 81 años después de su desaparición ante una total indiferencia. Por ello, los luchadores por la memoria histórica, a ambos lados de los Pirineos, quieren hoy rehabilitarla y devolverle toda su dignidad. Aunque sólo sea con un nombre sobre su sepultura.
Encuadrado:
Fue Jean Ortiz, profesor jubilado de la universidad de Pau, hombre comprometido, luchador incansable por el deber de memoria para con los republicanos españoles, quien tomó la iniciativa de la petición sobre Renée Lafont. La francesa se ha convertido en símbolo de todos los desaparecidos (entre 114.000 y 150.000) que aún se encuentran en fosas comunes de España, ante un olvido generalizado (o casi). El llamamiento del 4 de febrero ha sido firmado, a día de hoy, por más de un millar de personas y está dirigido al presidente de la República Emmanuel Macron. Extractos de la petición:
“Nosotros, amigos de la España republicana y antifascista, pedimos al gobierno francés que tome todas las medidas necesarias para que los restos de la periodista y novelista francesa Renée Lafont […] sean repatriados a Francia y que esta última reciba el homenaje que merece.”
“Los textos y tratados internacionales sobre desapariciones forzadas (crímenes contra la humanidad y por tanto imprescriptibles) obligan a los Estados a asumir sus responsabilidades en la exhumación e identificación de los “desaparecidos”. El Estado español no cumple con sus obligaciones y por tanto se sitúa fuera de la ley”.
“El caso de Renée Lafont es eminentemente simbólico. Poner fin a esta situación intolerable sería también un avance para el conjunto de los “desaparecidos”.
La petición está en línea en la web mesopinions.com y se accede con las palabras clave “journaliste française”.
Fuente original: Periódico Francés Sud-Ouest Mag
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