Al mirar a las comunidades romaníes en sus rasgos definitorios, al detenernos con cuidado en el análisis de su etnicidad, podemos olvidarnos de lo que decía un gitano de Cugir cuando se le preguntaba por su gitanidad: “…Roma… gitanos, quién sabe qué es lo que somos… somos gente pobre, eso es lo que somos…” Las familias romaníes que viven con nosotros son en su inmensa mayoría personas en situación de extrema pobreza, y esto es un hecho que no podemos olvidar, pues la posición de suma precariedad en la que se encuentran se superpone a su condición étnica, domina sobre ella.
Cuando pienso en lo que es la pobreza extrema, siempre me viene a la cabeza la pareja de Ramona y Claudiu, una pareja romá, que antes que
romà sienten que son “pobres”. Ramona dice que su familia pertenece al
grupo de los rudari y como le ocurre a tantos rudari ella no se siente rrom;
su marido Claudiu es un tigan (gitano), que tampoco hace ningún alarde de
su gitanidad.
Al conocer algo de su historia comprendes el porqué de su falta de
vinculación étnica. Ninguno de los dos se ha considerado miembro de pleno
derecho de su familia por razones análogas. Una separación matrimonial de
los progenitores en ambos casos, una unión posterior, que dio lugar a la
formación de una nueva familia, en la que Ramona y Claudiu siempre
ocuparon una posición subalterna, explican su desapego familiar. Nunca les
llevaron a la escuela, nunca aprendieron un oficio ni siquiera informal, no
asistieron en familia a la fiesta de la Pascua, ni escucharon de sus padres
ninguna lección de vida sobre los payos y los gitanos. Las comunidades
romaníes mantienen sus tradiciones y formas de vida a través de la familia,
y ellos apenas tienen familia, sólo se tienen el uno al otro, por lo que el vínculo étnico es tan débil que no configura su personalidad. Sin familia protectora, sin destrezas laborales, sin aprendizajes formales, Ramona y Claudio son absolutamente pobres y con bastante probabilidad transmitirán esa pobreza extrema a sus hijos.
Llegaron a España sin ninguna documentación y cuando consiguieron
un NIE temporal, lo extraviaron en alguno de sus frecuentes cambios de
asentamiento. Han luchado durante años por conseguir empadronarse, pero
la falta de recursos y de vínculos con Rumanía ha sido un obstáculo absoluto para obtener la documentación necesaria para el empadronamiento. Carecían de tesón y de un carrito para recorrer las calles de Córdoba buscando chatarra y cartón; a Ramona le resultaba imposible pedir ayuda a desconocidos en las puertas de las iglesias o de los supermercados. Siempre que han trabajado en tareas recolectoras lo han hecho con subcontrataciones clandestinas y fraudulentas, que terminaban mal, por lo que la mayor parte de sus recursos procedían de las también furtivas propinas de los conductores por facilitar el aparcamiento y de la ocasional participación de Claudiu en operaciones de robo de chatarra o similares, en las que siempre acababa “comiéndose todos los marrones” de los delincuentes más curtidos. Lo intentaron sin éxito en Alemania para volver de nuevo a España, tratando siempre de encontrar un pequeño nicho de supervivencia para su familia nuclear.
Esto es la pobreza extrema, imposibilidad total de acceder a los derechos ciudadanos por carecer de la documentación adecuada y no poder obtenerla, imposibilidad de acceso al trabajo formal e informal, falta absoluta de apoyos familiares, de destrezas, hábitos y habilidades para hacer lo que otros en situación similar a la suya hacen, y como única salida, el delito. Vivir en una precariedad absoluta.
Y el problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo (Willem de Kooning). Eso lo saben muy bien Ramona y Claudiu, lo saben otras muchas familias gitanas rumanas, como lo saben la totalidad de los indigentes de este mundo. Se es pobre todo el día, ser pobre es una ocupación a tiempo completo, porque cada hora, cada minuto del día las múltiples y renovadas carencias te van recordando que lo eres.
Soy pobre, no tengo trabajo ¿podré dar de cenar hoy a mis hijos? O como decía Jorge el de Giurgiu «hoy tengo zapatos, pero me faltan los pantalones, hoy tengo pantalones, pero me falta la camisa y los calcetines y un techo y una bombona de butano y una manta que no esté húmeda o empapada y un suelo sin barro”. Lo más grave de la situación del pobre no son estas carencias, es sobre todo la incapacidad para salir de ellas, la falta de un colchón familiar, social y cultural que le permita superar su situación indigente. Ser pobre es carencia y precariedad. La precariedad es la que determina que el pobre no pueda salir de su pobreza, por eso el 90% de las personas que nacen pobres mueren pobres.
El premio Nobel de economía Amartya Sen ha estudiado la situación de pobreza a partir del análisis de las capacidades de las personas, es decir, de lo que la gente puede o no puede hacer, definiendo la pobreza como “la ausencia de las capacidades básicas que le permiten a un ser humano insertarse en la sociedad, a través del ejercicio de su voluntad”. Por eso para Sen la pobreza no es sólo carecer de bienestar, sino incapacidad de conseguir bienestar, precisamente debido a la ausencia de medios sociales y familiares.
Lo decía bien Mafalda: “¿Pensaron alguna vez que, si no fuera por todos, nadie sería nada? ¿Pensaste alguna vez que si no fuera por la escolarización recibida, por las ayudas familiares, por los recursos a que accediste, por las redes públicas que te protegieron hoy no serías nada? Incorporar a los que nada tienen a esas redes protectoras es una obligación de todos nosotros.
Muy nítida la panorámica de la pobreza romaní en nuestra ciudad.
Mientras tantos, otros sólo atienden a qué huele a cable quemado justo al borde de la autovía + contaminante de la ciudad.
Ausencia de vínculos de humanidad!!!
Gracias Cati