El pasado miércoles 1 de junio tuve la oportunidad de asistir a la proyección de esta ópera prima de Clara Roquet en el patio blanco de la Diputación de Córdoba bajo el proyecto “Miradas de Mujeres II. Cine en la Merced” que organiza la Asociación CineCercano junto a la Diputación de Córdoba -Igualdad y Cultura-. No conocía la obra en sí pero sí sabía de la existencia de esta artista en su labor de guion en piezas audiovisuales como 10.000 km (Carlos Marqués-Marcet, 2014), Petra (Jaime Rosales, 2018) o Los días que vendrán (Carlos Marqués-Marcet, 2018) y algún que otro cortometraje como Agua en la boca (Francisca Alegría, 2015). Así, me introduje en un relato intimista que desde el primer momento no pasa desapercibido con esa escena de uno de los personajes, Rosana (Carol Hurtado), la empleada doméstica de origen colombiano, llorando casi en silencio detrás de una cortina. Y es también esta escena, la gran metáfora de todo el filme más allá de la trama principal: la incomunicación, las mentiras y los secretos de ambas familias.Clara Roquet crea una sólida ópera prima para, desde un relato coming of age, hablarnos de dos protagonistas: Nora (María Morera) y Libertad (Nicolle García), dos jóvenes de 14 y 15 años respectivamente, que van a vivir juntas una amistad inesperada durante un verano lleno de cambios donde van a aprender a autodescubrirse, a enfrentarse y rebelarse contra sus familias y, en definitiva, a crecer. Así, vamos a poder ver a lo largo del relato cómo las vivencias de una se van a proyectar en la otra pero siempre bajo un pequeño-gran obstáculo: la diferencia de clase y, por tanto, de privilegios. Y es que mientras que Nora es una chica tímida de una familia burguesa, la alocada de Libertad acaba de llegar a España después de 10 años sin ver a su madre porque esta se tuvo que marchar de Colombia para buscar trabajo. Así, mientras que la primera vive en un mundo acomodado lleno de sobreprotección, reglas y restricciones, la otra se ha criado con su abuela, sin referentes paternos y sin ningún tipo de normas. Dos realidades muy diferentes que van a marcar unas diferencias muy importantes -de clase, de cultura, de educación, de privilegios- pero que no van a impedir que estas dos jóvenes se diviertan juntas durante el tiempo que dura el verano, mostrándonos así no solo este cruzamiento de identidades, sino los conflictos propios de la adolescencia -no por ello menos importantes- y una amistad intensa pero llena de fracturas y fricciones desde la adquisición de conciencia de los privilegios con los que no todo el mundo puede contar, siendo así un verano marcado por dos miradas diferentes pero a la vez similares.
Cabe señalar en este punto que, Libertad no solo se va a centrar en esta trama, sino que, de fondo, también va a plasmar otros relatos también muy importantes, ya que ambas familias tienen muchos asuntos pendientes que deben afrontar de una u otra forma -conflictos internos, divorcios, nuevos amores, vuelta al hogar, pérdidas, desintegración familia y afectos no correspondidos-, hechos que también nos van a mostrar esta diferencia de clase en una estructura de tramas múltiples, ya que la propia directora no solo se centra en la mirada de la protagonista Nora, sino que va alternándola con la de los otros personajes. Pero, sobre todo, cabe hacer hincapié en el hecho que une a todos en la misma casa: la abuela de Nora (Vicky Peña) y madre de Teresa (Nora Navas) tiene Alzheimer y quizá sea el último verano que toda la familia lo pasa junta en la casa veraniega familiar. Una casa de estética setentera de la Costa Brava que también se va a convertir en ciertos momentos en una protagonista más de la obra. Además, en esta obra no solo vamos a ver una mirada femenina por la propia directora sino por el hecho de que los hombres que aparecen en el filme son apenas sombras o retazos y no cuentan con un fuerte papel protagonista.
Libertad no solo se estrenó en la 74ª Semana de la Crítica de Cannes -estrenándose así un año de retraso por la pandemia-, sino que inauguró la 66ª edición de la Seminci de Valladolid. Según cuenta la propia directora en diversas entrevistas, la historia nace tras su cortometraje El adiós (2015) -con el que ganó la Espiga de Oro en Valladolid-, en el cual también nos encontramos con una empleada doméstica -en este caso de Bolivia-, que vive la pérdida de la mujer mayor a la que cuida. Clara Roquet en esa ocasión buscaba actrices no profesionales que trabajasen como empleadas del hogar y fue ahí encontró su nueva historia al conocer el trauma de estas mujeres que deben dejar a sus hijos y marcharse de sus lugares de origen para buscar un futuro y cómo al llegar a España se encuentran con una gran diferencia de privilegios. Así, Libertad comienza a desarrollarse en un primer momento en 2016 pero no toma forma hasta su rodaje en 2019 cuando decide optar a rodar toda la película en castellano para facilitar el proceso de financiación con el que no suelen contar las obras rodadas en catalán. En esta ocasión, la directora también parte del relato de la plusvalía de los cuidados de una empleada doméstica extranjera a la cual la señora a la que cuida tiene más cariño que a sus propios hijos e hijas, tratándose así también de una crítica también de las relaciones de poder y de los cánones burgueses occidentales. Así, Libertad, desde la sutileza pero de forma directa, aborda las diferencias de clase a través de este relato y, lo más importante, a través de la mirada femenina y de la adolescencia.
En este punto, cabe hablar del hecho de la importancia que la nueva ola de cineastas españolas mujeres -sobre todo provenientes de la ESCAC- está teniendo. Bajo temáticas dramáticas similares: relaciones sociales, familias desestructuradas, adolescencia e incluso la maternidad, todo ello plagado de personajes femeninos en una crítica hacia el patriarcado y reflejado en relatos de tono intimista llenos de sensibilidad donde toma gran importancia la descripción de los espacios y la dirección de los actores/actrices como ya pudimos ver obras como La novia del desierto (Cecilia Atán y Valeria Pivato, 2017), Verano 1993 (Carla Simón, 2017), Ojos negros (Marta Lallana, Ivet Castelo, Iván Alarcón y Sandra García, 2019), La inocencia (Lucía Alemany, 2019), El viaje de Marta (Neus Ballús, 2019), Las niñas (Pilar Palomero, 2020), La ciénaga (Lucrecia Martel, 2021) o Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa). Asimismo, la obra de Roquet encuentro ciertas similitudes con obras como Novecento (Bernardo Bertolucci, 1976), Le meraviglie (Alice Rohrwacher, 2014), Mommy (Xavier Dolan, 2014), Que horas ela volta? (Anna Muylaert, 2015), Roma (Alfonso Cuarón, 2018), Xquipi’ Guie’dani (Xavi Sala, 2018) o la sorprendente Moving on (Joon Dan-bi, 2019).
En último lugar, tras ver esta interesante y sensible historia de iniciación, confrontación de clases y autoconocimiento entre dos adolescentes que van a ser poderosas desde su fragilidad, os recomiendo no solo los dos cortometrajes previos de Clara Roquet: El adiós (2015) y Les bones nenes (2016) sino asistir junto a CineCercano a las proyecciones que todos los miércoles de junio a las 22 horas van a tener lugar en el Patio Blanco de la Diputación de Córdoba.
0 comentarios