Manuel Balsera Santos
La banalización de las cosas nos lleva de cabeza hasta las profundidades del abismo de la manipulación de las conciencias. Nada es casual. Todos los mensajes lanzados a granel hacia una población, ya de por sí exhausta, por el bombardeo constante al que le someten los detentadores del “vocerío” editorial, partidista o publicitario, son como bombas de relojería que estallan en el salón de nuestras casas.
Un niño o niña, no es un sólo eso, cuando alguien lo entienden como un objeto más a favor de sus intereses espurios y comerciales. Cuando eso ocurre, ya no son más que un arma de las muchas, de destrucción masiva de las conciencias, arrojadas sobre neuronas sanas ya bastante contaminadas, de cualquier edad o condición.
Debemos ser inflexibles con los buitres carroñeros que nos sobrevuelan con su bolsa llena de los escombros no reciclados con su capital a fondo ganado.
Hoy los abusos con la imagen de La niñez en la publicidad van en la doble dirección de actores y consumidores. Los niños y niñas están ya presentes en uno de cada tres anuncios de televisión. Da igual si es en productos culturales, de viajes, ONGs, hipermercados o juguetes. La presencia de menores en la publicidad televisiva no se justifica en más de la mitad de los anuncios en los que aparecen. Niños objetos, niños de usar y tirar…niños como producto de consumo.
Neguémonos.
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