Laura Llorca.
De un tiempo a esta parte están proliferando las instalaciones y proyectos de construcción de granjas de grandes dimensiones (estamos hablando de miles de animales) diseminadas por el territorio más despoblado de España. Cuando en algunos países del norte de Europa están ya desapareciendo por el impacto ecológico que ejercen sobre los ecosistemas, aquí en España están floreciendo ahora.
Las grandes superficies de cría animal producen grandes cantidades de orina y excrementos (el purín) que, al pretender ser utilizado como fertilizante, sobrecargan de nitrógeno el suelo, que filtra todo lo que no puede absorber, y pasa a los acuíferos, contaminando el agua superficial y subterránea. En varios puntos de Cataluña el agua potable se ha prohibido para beber por los altos niveles de nitratos provenientes del purín. No sólo vierten grandes cantidades de purín, además se utilizan grandes cantidades de medicamentos y antibióticos, que deben suministrar a los animales de forma preventiva precisamente por someterlos al hacinamiento, así como productos de limpieza y animales muertos. Emiten mucho metano y óxido nitroso, que junto con el CO2, son responsables del calentamiento global.
Además de contaminar el agua, las grandes cantidades de purín atraen moscas e insectos y producen un lógico mal olor. Esto significa que, donde haya una granja de estas características, la vida de sus alrededores empeora considerablemente. Paradójicamente, se genera bastante más excrementos que carne, y no sólo contaminan inevitablemente el agua, sino que necesitan grandes cantidades de suministro hídrico para su funcionamiento, (5.000 litros al año por cada cerdo).
Estas granjas monstruosas, que pueden llegar a albergar hasta 50.000 animales, siempre hacinados, sin el menor respeto a su dignidad, son un claro caso de maltrato animal. No hace falta explicar el tipo de vida que tienen los individuos, tratados como mero cultivo, su muerte además está al mismo nivel.
Cada vez se oyen más y más casos de vecinos que se manifiestan en contra del instalación de granjas industriales en sus pueblos. En Granada, los vecinos de Cuevas del Campo, Villanueva de las Torres, Alicún de Ortega, Xújar, freila, Bácor y Gorafe, y en Jaén los de Pozo Alcón, Huesa e Hinojares, donde quieren construir una macrogranja porcina. En Pozoblanco (Córdoba) se prevé la instalación de la mayor granja de corderos de toda Andalucía, con 10.000 animales. En Noviercas, un pueblecito de 155 habitantes de Soria, se piensa construir la granja más grande de Europa de vacas, con 23.000 animales. Alpera y Bonete (Albacete), Ayora (Valencia), Carbajales de Alba, Manzanal del Barco, Muga de Alba Vegalatrave (Zamora), Carbajales de Alba (Castilla y León) son otros de los municipios con proyectos de este tipo. Castilla La Mancha es uno de los principales territorios elegidos para la instalación de macrogranjas, y es que el Gobierno Regional concede subvenciones a estos proyectos, además sin exigirles la Declaración de Impacto Ambiental.
Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra, Greenpeace, y otras organizaciones ecologistas apoyan constantemente el rechazo de los habitantes de esos pequeños pueblos a la instalación de un negocio que va a perjudicar seriamente sus vidas.
Pueblos Vivos Cuenca ha denunciado a una explotación porcina por estar en funcionamiento sin haber obtenido la correspondiente autorización de la Confederación Hidrográfica para sacar el agua que necesita la explotación. El Defensor del Pueblo ha admitido la queja de vecinos de Priego de Córdoba que presentaron contra el Ayuntamiento de dicha ciudad por no tramitar la ordenanza de purines ni responder a sus peticiones de información.
Parece que algunas administraciones son propensas a facilitar la construcción de estas instalaciones en sus pueblos con el pretexto de dinamizar la economía de la zona, pero lo cierto es que las macrogranjas industriales no necesitan más de una docena de trabajadores, ya que son instalaciones muy automatizadas. En contraposición, perjudican la diversidad y belleza natural que son un potencial económico y de calidad de vida tanto para el turismo rural como para la economía sostenible de la zona, un valor a largo plazo. Si no se para esta situación, podría llegar a ser una causa de peso para la despoblación rural.
Cuando se sobreexplota el suelo tanto por la agricultura industrial como con la ganadería industrial, acaba degradándose, ya que se vierten grandes cantidades de fertilizantes y productos químicos que desequilibran la composición del suelo. Las miles de formas de vida, la mayoría invisible a nuestros ojos, necesitan de ese equilibrio para sobrevivir. Si mueren, el suelo deja de ser fértil. Cada año se pierden 24.000 millones de toneladas de suelo fértil, debido a la erosión, las construcciones, la extracción de recursos y la sobreexplotación.
Convertir la España despoblada en un vertedero animal no haría sino empobrecer a este país a medio y largo plazo, convirtiendo grandes extensiones de nuestro territorio desprovisto de tierra fértil, con sus aguas altamente contaminadas, sin posibilidad ni de turismo ni de agricultura sostenible ni de otros tipos de desarrollo respetuoso con el medio ambiente. Una vez más, vemos cómo los intereses de los grandes empresarios priman sobre los derechos de la gente, arrebatándoles sus recursos presentes y futuros.
Un sistema económico que se basa en priorizar el mantenimiento de entes económicos aún a costa de agotar los recursos naturales no es sino un sistema parásito. Una sociedad incapaz de vivir en armonía con su entorno sin deteriorarlo, es una sociedad abocada a desaparecer, por la lógica consecuencia de que los recursos, si se agotan, no queda de qué vivir. Tenemos que ser conscientes de esta realidad y reaccionar.
No podemos permitir las macrogranjas , sería la puntilla para nuestros pueblos.