En ese contraste que siempre nos muestra la realidad nuestra mente se va a esos zapatos colgados en cuerdas de tender. Tienen diferentes sentidos, pero nunca es la carencia. Y, como en los zapatos abandonados, señalando una dirección, en el Camino de Santiago, representan a gente que se mueve por propia elección, no por necesidad. El zapato es movimiento, aunque hay quien sigue caminando descalzo.
Me ha indignado especialmente la historia de los Migrantes saqueados. En Evros, en territorio griego, las personas que logran cruzar la frontera con Turquía están sufriendo robos, abusos y deportaciones por parte de la policía. Para la prensa y las organizaciones, informar también es peligroso. Los zapatos solo serían un símbolo de todo lo que se puede robar, del despojamiento último. «No podemos hablar de unas pocas ovejas negras, porque en los últimos años se ha convertido en parte de una práctica operacional sistemática», subraya Hope Barker, portavoz de la Red de Monitorización de la Violencia Fronteriza (BVMN), que integra una decena de sociaciones de base que recogen testimonios devoluciones ilegales de migrantes en las fronteras europeas: «Los teléfonos a veces se los quedan, a veces los destrozan; pero el dinero definitivamente se lo quedan. Y es habitual que si descubren que alguien ha ocultado su dinero, le peguen aún más como castigo (El Pais 6/03/23).
Estas historias de despojamiento, de pérdida de lo que nos abriga, de restos de un naufragio, está muy bien reflejada en una película absolutamente recomendable, Retorno a Hansala. Un funerario de Tarifa, acompañado de una mujer marroquí, viaja a unas aldeas de Marruecos y, allí, expone las ropas que ha recuperado de los naufragios para que algún familiar pueda reconocer a los cadáveres anónimos. Zapatos, camisas, pantalones, que den alguna pista sobre la identidad de los muertos. Caminando Fronteras nos informa de que en los últimos cinco años han muerto 11.522 personas en las rutas migratorias hacia España. Las familias de las víctimas han sido abandonadas en su dolor. El primer trimestre de este año ha sido el primer trimestre más mortífero en el Mediterráneo Central desde 2017. 441 muertes, según datos de la OIM (Organización Internacional de las Migraciones), sin contabilizar a las personas desaparecidas. Solo en un trimestre y solo en el Mediterráneo Central (CEAR).
Ahora mismo es sangrante la manera en que se está actuando en Sudán: ninguna sorpresa, claro. Ya denegamos la petición de asilo a sudaneses víctimas de la masacre de Melilla. Pero, en medio de una guerra terrible se organiza una rápida repatriación de europeos. Y España se pone las medallas de ayudar a otros europeos, sí, europeos. De los sudaneses, principales víctimas, no sabemos nada Sí: denegación de asilo. ACNUR cifraba en más de 100.000 las personas que habían abandonado el país en busca de refugio. Las mismas agencias de Naciones Unidas avanzan que más de 800.000 personas podrían seguir el camino del exilio (una cifra que otras fuentes prevén que se supere), entre ellas, ciudadanos sudaneses pero también otros que se encontraban refugiados en el país. Vuelvo a la imagen con la que empecé: los zapatos varados en una playa, como único resto, testimonio, de las muertes.
Hablando de asilo, en términos generales, CEAR nos recuerda que, aunque sigue mejorando, con más del 16% de aprobaciones, España está aún muy lejos de la media europea de reconocimiento de asilo, que se sitúa por encima del 38%,en un año en el que se alcanzó un nuevo récord de solicitudes de asilo pese a los graves obstáculos para acceder al procedimiento.
Y la externalización del control de fronteras. Dice Chaloka Beyani, experto de la misión de la ONU sobre Libia: «Cuando los migrantes son devueltos, sufren crímenes contra la humanidad». Desde 2016, la UE ha adoptado una política de dar apoyo y entrenamiento a los libios, en concreto a los guardacostas; pero lo cierto es que la mayor parte de los migrantes escapan de Libia porque las condiciones de detención son deplorables, así como los métodos de interceptación de los migrantes en el mar, contra los que disparan, hunden sus embarcaciones, etc. Cuando son devueltos a las autoridades libias y a los centros de detención, sufren violaciones de los derechos humanos y crímenes contra la humanidad, y esclavitud ¿Serán suyos esos zapatos que aparecen en las playas?
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