Pongamos por caso la palabra Europa, a cualquiera que la conozca (a la palabra) le sobreviene un alud de memorias de mayor o menor intensidad.
A las que además somos europeas/europeos, por mucho que nos sintamos de otras geografías, nos referencia cuanto hemos vivido, cuanto nos han contado: imágenes, situaciones, orgullos y vergüenzas de las que nos sentidos en diversa medida partícipes. Las palabras no son ni buenas ni malas, tampoco son feas o rotundamente hermosas, las palabras son eso: símbolos que cobran sentido y forma en función de quién las diga, de cómo las diga, del énfasis, de la vehemencia, del tesón, de la intención y de eso que dan en llamar el contexto.
Ese contexto de Europa cuando se reúnen 28 y empezamos ya a expresar una de esas metonimias que tanto nos gustan para certificar que estamos los que somos. /El auxilio de la semántica: más palabras/. Así decimos que los 28 hacen no sé qué… los 28 acordaron, pongamos por caso, ampliar las sanciones contra Rusia por iniciar la guerra en Ucrania y provocar la desestabilización de Europa, todo ello con el beneplácito de EEUU.
No voy a entrar en la naturaleza de estas sanciones, en los motivos, en la doble moral de los estados ni en quien es el malo en esta guerra que se está desarrollando en Europa, otra vez, y que los medios de comunicación occidentales nos presentan desde una única lectura, para variar: los malos son los pro-rusos y los buenos el séptimo de caballería que a golpe de corneta se empeña en salvar la libertad, la democracia y la seguridad. Palabras. La política es una ciencia experta en retórica hueca.
Me ronda una pregunta que tiene que ver con las sanciones y los embargos internacionales que han sufrido determinados estados soberanos, Cuba, Libia, Irak,… La UE impone un conjunto de nuevas sanciones masivas y sin precedentes contra Rusia en respuesta a la guerra de agresión contra Ucrania, Se suman a las medidas ya existentes impuestas a Rusia desde 2014 a raíz de la anexión de Crimea y el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk. Sanciones que se justifican por las atrocidades cometidas en el curso del conflicto. Está bien. Y la pregunta que me hago es qué pasa con otros territorios ocupados, en abierto y flagrante conflicto, como es el caso de Palestina frente al poderoso aparato militar del estado de Israel, una ocupación sobre la que el presidente a Netanyaju y siguientes, declararon que “no hay guerra más justa que esta”, la guerra que ellos alimentan, mientras los ataques a Gaza y a Cisjordania no paran. Ninguna guerra es justa. NINGUNA. Pero además esa guerra, es un ataque sin piedad contra una población civil indefensa. Miles de muertos e incontables heridos, el 80% civiles. Muchos de ellos niños/niñas y mujeres. Se han bombardeado escuelas, refugios, viviendas, mezquitas, plantas eléctricas. ¿De que guerra nos hablan y de qué sanciones?
Dónde está la UE, los EEUU y la comunidad internacional en su conjunto para evitar que el estado de Israel siga desestabilizando la zona.
Uno de los grandes retos a los que como como ciudadanos y ciudadanas nos enfrentamos en la nueva cartografía de los conflictos armados, es que han dejado de ser imágenes a través de un plasma o del sufrido papel para convertirse en parte de la realidad de cada una de nosotras y nosotros; de tal manera que la afluencia de población refugiada que está llegando a los países desarrollados y concretamente a la Unión Europea, ha hecho que nosotros seamos otro actor más en el curso y en el discurso de los conflictos y los post conflictos. Y además, lo sabemos en cada una de nuestras casas, sabemos que nos toca representar un papel en todo esto, aunque no tengamos claro cuál debería de ser. Lo que si está claro es que, en este mundo globalizado, nosotros tenemos mucho que decir, porque permanecer callados mientras vemos en la televisión o en la Tablet, o en el móvil el conflicto que los mass media quieren que veamos y sobre el cual nos podamos crear una opinión lo más dirigida posible, nos hace cómplices; frente a eso queda desnudar la información, deconstruir las palabras y cargarlas de contenido.
Habría que tener cuidado con las palabras, a veces tienen mucha más fuerza de la que suponemos.
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