Montse Sánchez. Colectivo Caminando Fronteras
Publicado en marzo de 2017 en el Número 3 de la edición impresa
Vemos en las noticias las historias que ocurren en el mundo, pero se nos olvida que hay personas en todos esos escenarios. Según dónde esté el foco, es algo que existe o no en nuestro imaginario.
Muchas de las personas que intentan entrar por Frontera Sur, algunas muertas en las vallas y en el estrecho, podrían considerarse refugiadas de las guerras olvidadas de África. Pero además hay vulneraciones gravísimas de los derechos humanos. Peor en el caso de las mujeres: víctimas de mutilación genital, de trata, matrimonios forzosos y otras violencias machistas, que, de por sí, son motivo de Protección Internacional en España, pues sus estados no tienen leyes que sancionen estas prácticas y las protejan. También hay países africanos, como Camerún, donde las personas LGTBI están perseguidas.
Las guerras de África han sido provocadas en muchas ocasiones por la intervención de las potencias colonizadoras, que continuadamente han expoliado sus riquezas con empresas transnacionales, provocando conflictos según su interés. Un ejemplo de ello es Congo, que sufrió la brutal colonización y genocidio por parte de Bélgica, para explotar todos sus recursos (caucho, madera, coltán). Además de las guerras, el expolio ha provocado desplazamientos forzosos por causas económicas. Así, las personas llamadas migrantes económicas, también podrían ser consideradas refugiadas.
Sin embargo, en 2015 se presentaron 1.321.000 solicitudes y solo se resolvieron favorablemente 300.000. La ley de asilo en España es de 2009 y no se ha elaborado un reglamento que la desarrolle, por lo que gran parte de la norma no se cumple en la práctica. La militarización y cierre de fronteras, así como el que las personas refugiadas no puedan pedir asilo en consulados y embajadas, hace que las personas mueran y sufran en los intentos de llegar a un territorio seguro.
Ernesto García
Pienso que la acogida es un deber primario que tiene la sociedad europea, pero no el único. Pondría énfasis en la responsabilidad histórica que tenemos sobre los territorios de origen de la población migrante y revisaría todo lo que se sigue haciendo en materia de política internacional. La acogida es de choque, pero no da solución a los problemas de desestabilización que causan nuestras políticas irresponsables. Para abandonar el paternalismo occidental, para garantizar un futuro próspero para todos los pueblos es necesario que la cooperación internacional, las políticas de exterior, los organismos supranacionales… estén al servicio de los intereses de los propios pueblos y sus procesos y no al de las multinacionales y el capital.
Ana Palacios
Las personas contrarias a que España acoja a refugiadas deberían recordar que nuestros familiares tuvieron que huir a otros países tras la guerra civil. Nuestra poca memoria histórica hace que la ciudadanía no reclame al gobierno su obligación de acoger y proporcionar asilo a personas víctimas inocentes de guerras. En nuestro entorno cercano hay personas que tienen que irse de España a otros países a buscar trabajo porque aquí ya no hay futuro para nosotras. La culpa es de los que hacen que este país no sea un lugar habitable para nadie, de las que cada vez son más ricas y el resto cada vez más pobres. La culpa no es de los refugiados, que luchan por su vida y por eso vienen a Europa. Tendríamos que acogerles y ayudarles porque nos hemos visto y nos vemos en unas circunstancias parecidas a las suyas. Por solidaridad entre miembros de la clase trabajadora y de la especie humana, pero también por justicia social.
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