Una de las fundamentales diferencias entre el fin del franquismo y la derrota de los otros fascismos europeos consiste en que , al contrario que las derechas nacidas tras la caída del fascismo y el nazismo, la derecha española mantuvo una evidente continuidad ideológica con la dictadura.
Luis Naranjo. Presidente del Foro por la Memoria de Córdoba
Publicado en Noviembre 2017 en el Número 8 de la edición impresa
Una de las fundamentales diferencias entre el fin del franquismo y la derrota de los otros fascismos europeos consiste en que , al contrario que las derechas nacidas tras la caída del fascismo y el nazismo, la derecha española mantuvo una evidente continuidad ideológica con la dictadura, considerada por buena parte de ella en su discurso interno (otra cosa son las manifestaciones públicas de exaltación constitucionalista) como un régimen históricamente legítimo e incluso necesario para sacar a España del atraso económico y la inestabilidad política. Eso sí, según este continuismo ideológico, los tiempos cambian y los sistemas autoritarios deben dar paso a regímenes formalmente democráticos, o dicho de otro modo, lo que tuvo justificación en el pasado (el régimen franquista) debió dar paso por la lógica histórica a la monarquía constitucional, lo que en ningún caso supone condenar las masivas violaciones de derechos humanos perpetradas por la dictadura durante 40 años. Esta excepcionalidad de la derecha española en el contexto geopolítico europeo tiene mucho que ver con lo que algún historiador ha denominado el efecto “túnel de limpieza” que tuvo la Transición para dotar de legitimidad y certificar sobrevenidas actitudes democráticas de gran parte de las élites políticas económicas y culturales que habían sostenido al franquismo. De este modo, en el nuevo régimen democrático quienes habían pilotado una de las dictaduras más sangrientas de Europa se transmutan en líderes de un proceso que los sitúa no ya como franquistas convertidos en demócratas sino como los autores mismos de la llegada de la democracia. Así, por citar destacados ejemplos, Manuel Fraga no se recuerda como uno de los ministros más destacados del franquismo sino como el reformista del primer gobierno de la Monarquía y fundador de la nueva derecha democrática, Adolfo Suarez no entra en la memoria colectiva como dirigente del “Movimiento” sino como el gran piloto y artífice del proceso democratizador y, en fin, el rey no es la figura reinstaurada por el dictador sino el jefe de Estado que conduce a puerto seguro los destinos del pueblo español.
Fernando Suarez es otro buen ejemplo de este singular efecto de la Transición pasando de vicepresidente tercero del último gobierno de Franco (el mismo que sancionó los últimos fusilamientos del
franquismo en septiembre de 1975) a flamante diputado y eurodiputado por Alianza Popular. Por eso no puede sorprendernos que en la entrevista publicada por Diario Córdoba desgrane uno tras otro todos los mitos y falsedades construidas y difundidas durante décadas por los apologetas y publicistas del franquismo (llamarlos historiadores sería injusto) : La democracia republicana como culpable de la guerra civil, la amenaza de un golpe de estado comunista para instaurar la dictadura del proletariado, el aviso de que quienes perdieron la guerra no pueden pretender ganarla ahora abriendo las heridas del pasado, la negación de las evidentes y masivas violaciones de derechos humanos cometidos impunemente por la dictadura y, por fin, en una vuelta de tuerca del peor de los revisionismos tardofranquistas, la alucinante afirmación de que fue precisamente la dictadura liberticida la que acabó llevando a España a la Arcadia feliz de la democracia, a partir del desarrollo económico de los 60.
Todo este conjunto de mitos ahistóricos no merecerían atención ni réplica alguna, ya que están sobrada y absolutamente desechados y definidos como falsedades por la crítica y la investigación historiográfica actual. Si la hacemos, es por la proyección social que esta interpretación de nuestro pasado reciente tiene al ser publicada y difundida por un importante medio de comunicación por su negativa influencia para la construcción de valores democráticos en la ciudadanía, especialmente en las generaciones que no vivieron la dictadura. En un momento como el que actualmente vive Europa y la propia España, con el retroceso de derechos y libertades y el ascenso de opciones ideológicas neofascistas los medios de comunicación – públicos o privados- deben tener la responsabilidad cívica de fortalecer la conciencia democrática, lo que desde luego no se consigue difundiendo interpretaciones del pasado complacientes con lo que fue una cruel dictadura y atentatorias para la dignidad de miles de víctimas del franquismo, al ignorar la memoria de su propia existencia.
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