Para este artículo deben permitirme que exponga mi visión del problema no solo como psicólogo sino también como persona de izquierdas.
No voy a dar datos, porque es obvio para todos que la extrema derecha en nuestro país está creciendo como la espuma. No es solo porque hay partidos que están definidos de esa forma, sino porque algunos introducen argumentos de extrema derecha en su discurso, ya que saben que hay votantes que se sienten cómodos con argumentos de este estilo. ¿Y cómo podemos sentirnos cómodos al hablar de devoluciones en caliente y muros para la inmigración, de feminazis, de terapias reeducativas para el colectivo LGTBI?¿Cómo podemos ser buenos padres o buenas madres defendiendo estos argumentos o votando estas iniciativas? ¿Cómo podemos ser buenos amigos o amigas si compartimos estos pensamientos?.
Las victorias del “tiki taka”, el surgimiento de Podemos, la crisis del 2008, la corrupción de las Cajas de ahorros y el independentismo en Cataluña abrieron la puerta a que se desempolvara la estantería del PP y que el franquismo “saliera del armario”. Como excusa, y como siempre, el sentimiento de inseguridad ciudadana y como solución, como siempre, enfrentar al de abajo con el de abajo, mediante la “despersonalización”, una herramienta que nos permite convertir el drama personal del inmigrante en pura estadística y el “aislamiento psicológico” otra herramienta que te permite asumir que la solución a tus problemas depende exclusivamente de ti, de que estás solo y de que solo debes esforzarte más. De ahí, a que “los inmigrantes nos roban el trabajo a los españoles” hay un solo paso, que se ha dado, pero de gigante. La extrema derecha ha colocado preocupaciones y necesidades que no teníamos en nuestro discurso diario y convirtió a “los Rivera” y a “los Abascal” en algo “cool” para nuestra juventud. Estadísticas “fake” sobre la delincuencia de los MENAS (menores extranjeros no acompañados), denuncias falsas de maltrato, ocupaciones ilegales de viviendas, sobredimensionadas por los medios de comunicación, han dado argumentos para crear esta inseguridad y defenderla en las tertulias. No hay debate que puedas ganar si desde los medios se permite emplear datos inventados ad hoc, sin control y sin un mínimo rigor periodístico. ¿La gran solución? Recuperar un patriotismo perdido y “reespañolizar” la sociedad bandera en mano, en mascarillas y en pulseritas.
El miedo y la inseguridad nos vuelven instintivos y primitivos. Solo desde ese primitivismo entregado a la supervivencia diaria, se entiende que la clase trabajadora vote a Ayuso en Madrid, siga empujando al partido de Abascal y de la espalda a la izquierda tradicional. Ellos ofrecen trabajo y la izquierda miedo a una extrema derecha desconocida para toda una generación. En esta pugna, hasta el centro izquierda se vuelve revolucionario y es capaz de liderar “la resistencia”.
En contra de que pueda reinar la pesadumbre en el lector, debemos convertir esta realidad en un reto. Lazarus hablaba de convertir una situación estresante en un desafío, un reto, y afrontarla con nuestras herramientas, nuestros recursos personales. Solo así, el estresor desaparece como problema. ¿Y qué análisis podemos hacer de este desastre? La izquierda social tiene una herramienta maravillosa, el estudio y carece de una herramienta necesaria, la autocrítica. De nada sirve estudiar una situación nueva si vamos a recurrir a las soluciones de siempre. En esta sociedad, nos guste o no, se han impuesto debates que dábamos por superados y se cuestiona a agentes sociales que todos entendíamos necesarios.
El mal hacer en los años de repartirse el pastel ha traído consigo que se coloquen como dianas de la frustración del pueblo a sindicatos y a partidos de izquierda. Ser la muleta del PSOE no ha traído nada bueno, al igual que ser parte de los consejos de administración de las cajas de ahorros tampoco. Pues ahora, como resultado de esto, tenemos que reescribir a la izquierda en España, si es que quiere sobrevivir, y plantear un debate en su seno, que se antoja incómodo para todos aquellos que se niegan a ver la realidad. La inmigración, la okupación, la violencia de género, la defensa del colectivo LGTBI, la influencia social de los sindicatos de trabajadores,… todo exige un estudio de cómo ponerse al servicio de la ciudadanía y no en ponerla al servicio de, de cómo ser una izquierda cercana frente a tener a la ciudadanía cerca. Esa nueva izquierda debe soltar el lastre de los errores y pedir disculpas, debe actualizar su mensaje y debe dejar de ver al crítico como un peligro, considerar la izquierda como una herramienta con la que transformar la sociedad y hacerla más justa y no como un fin en sí misma. ¿Seremos capaces de abordar este reto sin perder la identidad y con unidad? o ¿seguiremos creando siglas y dividiendo las iniciativas populares? Todo un reto y poco tiempo para hacerlo, pero como diría Lazarus, a mayor reto, mayor recompensa.
Buena reflexión, Rafa, pero sigo pensando que la izquierda somos la gran mayoría silenciada. Ingenua? Positiva? No sé, es verdad que hay que reaccionar y movilizarse. Sin duda.
Clarificador, Rafa, tu artículo; un análisis en donde urge recuperar autenticidad política y humana para salir fuera de las pantallas y descubrir otras y otros que están en el mismo camino. Política es una noble palabra griega derivada de polis que significa ciudad; los atenienses entendían que una ciudad son las personas que conviven, no sus murallas. Gracias y abrazos
Una mirada clara sobre aguas turbulentas