Asociación Tanatológica de Córdoba
Publicado en abril de 2017 en el Número 4 de la edición impresa
La muerte sigue siendo un tabú. Sin embargo, es el hecho más incuestionable, todo lo que nace, muere. Nos enseñan que la muerte es algo que debemos ocultar o, cuanto menos, pasar por ella lo más rápido posible. Cuando una persona se muere nos hace de espejo de nuestra propia muerte y sólo si tenemos una buena relación con ella podremos acompañar a otras personas en su camino. Pero, ¿qué nos puede ayudar a morir mejor?
Todo aquello que nos ayude a tener menos miedo.
Contarlo, expresarlo, compartirlo. Es importante que cada cual elabore su propia narrativa de la muerte y que sea compartida. Al hacerlo, empezamos a entender, damos forma a los miedos que nos amenazan.
Arreglar los asuntos pendientes. Los más importantes son afectivos y atañen a nuestras relaciones personales. Poder hacer las paces y despedirnos en vida de aquellos que amamos es un privilegio que necesitamos ejercer.
Ser asistidos por alguien en quien confiemos. Han surgido muchos equipos de cuidados paliativos que están ayudando a que la persona en estado de enfermedad avanzada y su familia ganen calidad de vida y se preparen para el desenlace. También hay equipos médicos y de enfermería cada día más sensibles a la necesaria atención al final de la vida y asociaciones de voluntariado que, como la nuestra, acompañan a personas en tránsito.
Se puede aprender a morir mejor. Es necesario construir una narrativa apropiada desde jóvenes donde integremos que vida y muerte son conceptos hermanos que se necesitan mutuamente. Mirar con serenidad el árbol seco, la mascota muerta o el familiar en el tanatorio son experiencias que favorecen el ir aceptando con más naturalidad que la muerte es parte de la vida y la vida es parte de la muerte.
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