Almudena López Garrido. APDHA.
Publicado en febrero de 2017 en el Número 2 de la edición impresa
Cuando pensamos en una mujer que se dedica a la prostitución, nos puede venir un ideal de mujer irreal, joven, esbelta, sexy, siempre perfecta, con lencería cara. Tenemos sin ir más lejos la película Pretty Woman, que nos muestra un ideal de prostituta, chica joven, con problemas, que se enamora de un hombre rico que le enseña a respetarse a sí misma como persona y la convierte en una especie de princesa moderna. Pero la realidad en este caso supera la ficción, ya que las verdaderas princesas son mujeres de carne y hueso, que por una serie de circunstancias se han visto dentro del mundo de la prostitución y no siempre tienen a su lado a príncipes azules.
Cuando se escribe sobre prostitución nos centramos más en los datos estadísticos, que en las propias mujeres, esas verdaderas princesas que son hermanas, madres, hijas, tías, abuelas. Mujeres que han luchado y luchan cada día por sacar adelante a sus familias y que pelean sin descanso con la vida. Una vida que en determinados casos, no les ha dado otra oportunidad de conseguir ingresos económicos fuera del entorno de la prostitución, ya que no es fácil salir adelante y mucho menos sin el apoyo de tus redes familiares y de la sociedad. A esto tenemos que unirle el peso que genera la palabra “prostituta” sobre sus espaldas, con todos los prejuicios que conlleva, ya que ser una mujer de “vida alegre” nunca ha sido fácil, ni lo será. Porque lo llaman dinero fácil y no lo es, porque pesa mucho la exclusión, la pobreza y en determinadas ocasiones la Ley de extranjería.
Porque socialmente tendemos a juzgar aquello que desconocemos, que nos da miedo y convertimos en tabú lo que no nos gusta de nuestra sociedad. Juzgamos sin conocer, solo por el simple hecho de pensar que según nuestra moral sabemos distinguir entre lo que está bien o mal, olvidándonos del respeto a los demás.
Ilenia Mazzotta
Por fin llega, en una mañana cualquiera, quizás mirando nuestro reflejo en el espejo, la pregunta que nos hace vacilar: “¿Qué opinas sobre…?”. Antes de fijarnos en un asunto concreto, debemos entender que significa tener la libertad intelectual para manifestar y disfrutar de cualquier idea, sin ninguna limitación, sea esta interna o externa. ¿Qué opinas tú, entonces, de la prostitución? Creo y debo defender la complejidad del tema, creo y debo desarrollar mi pensamiento hasta que me permita ver todos los matices que tiene el asunto, creo y debo quitar del medio cada perjuicio que, como una mancha negra de tinta, cubre páginas enteras de historias que merece la pena leer. Creo y debo hacer, en cada mañana cualquiera, quizás mirando mi reflejo en el espejo, el esfuerzo de quitar la etiqueta y ver la persona.
Manuel Sánchez.
La prostitución, es una realidad y eso no hay que negarlo. Es verdad que no intento justificar o enjuiciar a nadie, pero no comprendo como en esta sociedad llamada progresista, en la que todos queremos vivir, no se regula esta profesión ya que se evitarían muchos problemas como la trata de personas y otra serie de cosas que suceden diariamente.
Pienso que las personas que ejercen la prostitución tienen derecho como cualquier otra persona a sentirse protegidas y amparadas por la Ley. Las personas que se prostituyen tienen sus motivos y sus necesidades y tienen derecho a decidir cómo quieren vivir sus vidas y a respetarlas. Tenemos que hacer una recomposición de nuestras ideas y de la visión de la prostitución, sin hipocresía, sabiendo que no somos diferentes a estas personas, ya que todos de alguna manera u otra todos nos prostituimos.
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