Con la llegada del repunte actual de la pandemia de Covid-19, se han tenido que establecer nuevas restricciones, con el fin de evitar la propagación de los contagios entre la población. Desde la Parroquia de San Ignacio de Loyola, en el Guadalquivir, entendemos que las autoridades tengan que adoptar estas medidas, buscando el bien de toda la población.
No obstante, queremos poner sobre la mesa una realidad que nos parece, como poco, marginada y menospreciada. Se trata de las familias que viven de la Venta Ambulante, lo que llamamos los típicos mercadillos, particularmente del que se instala junto a nuestra Parroquia. Desde esta semana estas familias se ven privadas de la única entrada económica que sustenta sus hogares, y no entendemos por qué, desde las autoridades competentes, se ha hecho un esfuerzo por ayudar a otros sectores y a este colectivo la única solución que se le ofrece es cerrar su actividad.
Nos alegramos por nuestros vecinos que viven, por ejemplo, de la hostelería cuando se les permitió ampliar la zona de terrazas y veladores para cumplir con la necesaria distancia de seguridad, continuando con su trabajo, y no es difícil ver cómo en algunos lugares del barrio las mesas prácticamente ocupan casi todo el acerado, y hemos aceptado alguna
incomodidad por el bien de estos establecimientos que tienen que seguir adelante.
Por eso, no entendemos por qué no se puede hacer algo parecido con el colectivo de Venta Ambulante. Se podría ampliar la zona donde se colocan los puestos. Por ejemplo todo el segundo tramo de la avenida Libertador Sucre podría acoger una considerable ampliación del mercadillo, sin estorbar para nada a los Supermercados cercanos, ni a las líneas de Aucorsa. También se puede delimitar con vallas el espacio entre el lugar de tránsito de los compradores y los puestos, de modo que no haya más de dos personas comprando en el puesto, así como el hecho de que no se pueda manipular la mercancía por los compradores, mientras no sea efectiva la compra, como se hace en los comercios cerrados.
Creemos que es cuestión de querer buscar soluciones, buscando el bien de este colectivo tan golpeado por la actual crisis. Podríamos traer casos concretos, muy dolorosos, de
situaciones familiares bastante duros de vivir. Nuestro apoyo y afecto a todo el colectivo de familias de Venta Ambulante, y nuestra llamada más insistente a las autoridades a
encontrar, entre todos, las soluciones que ayuden a no empujar a una mayor marginación a los barrios y a los colectivos que, como del que estamos hablando, casi siempre son los últimos en ser escuchados en sus reivindicaciones más justas. Con la buena voluntad de todos, seguro que lo conseguiremos.
Consejo Pastoral de la Parroquia San Ignacio de Loyola.
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