*Atención, este artículo contiene spoilers.
The Windshield Wiper se trata del cortometraje experimental de animación ganador de la pasada gala de los Oscar. En él, asistimos como voyeurs mediante una animación CGI muy estilizada y realista -cada plano parece una obra de arte fotorrealista- a distintas viñetas o situaciones cotidianas que nacen de la pregunta que se hace a sí mismo -y al espectador- un hombre mayor que se fuma un cigarrillo en un bar: ¿qué es el amor? Así, Mielgo, con su característico estilo personal urbano cargado de poesía visual y de tonos pastel, movimientos de cámara y desenfoques nos va a hablar de la incomunicación y del amor líquido que encontramos en la sociedad actual, mostrándonos además, una vez más, al igual que pudimos comprobar con Mary and Max o Flee, que la animación no se trata de un género cinematográfico más, sino una forma o técnica de capturar la realidad.
Tal y como señala la canción “We Might Be Dead By Tomorrow” de SoKo -y cómo podemos comprobar en la escena de la chica universitaria de la azotea-, el amor y la muerte son temas que siempre han estado muy ligados y de los que pese a ser experimentados por todos, no siempre son tratados con sinceridad. Tenemos miedo de aventurarnos en la vida -sobre todo en el amor- pero “mañana podríamos estar muertos”. Así, las conversaciones que el hombre -sin nombre- va escuchando en el bar, se intercala con las escenas “románticas” para mostrarnos una especie de sinécdoque social de historias de amor a destiempo y en paralelo, historias de amores vacíos. El amor hoy en día es tan volátil que se desvanece al igual que el humo de un cigarrillo tal y como señala Zygmunt Bauman con su concepto de `amor líquido´. En la actualidad hemos vaciado de contenido las relaciones humanas y ese vacío que sentimos es el que siente el espectador tras acabar de ver cada historia fragmentada, ya que pese a no contemplar el final de estas, parece que ya lo sabe porque lo ha vivido en algún momento de su vida, identificándose por completo con los relatos. Así, en la narración nos encontramos con personajes que tienen conversaciones anodinas por WhatsApp, con el sexo fácil y la prostitución o con el tan de moda ghosting, pero también con flechazos a primera vista o con el amor hasta la muerte -y tras ella-. Amantes amando y amantes perdiendo amantes; escenas contrapuestas, una suerte de mosaico guiado por la banda sonora de folk suave, la cual no solo pone aporta de cordura a la pieza audiovisual sino que deja un halo de tristeza e incertidumbre a su paso.
En la era de la posmodernidad según Bauman vivimos en la fugacidad de los sentimientos, en la superficialidad y en la falta de compromiso e implicación real, usando y usándonos a nosotros mismos -ya que este concepto no solo describe las relaciones con los demás sino también la propia-. Ahora, convertidos en simples objetos de consumo desechables y reemplazables, en meras mercancías codependientes para satisfacer alguna necesidad las relaciones se han difuminado y simplemente se han convertido en conexiones -como el match de los personajes del supermercado-, relaciones virtuales de una realidad virtual que, pese a ser una realidad, distan mucho de la Realidad con mayúsculas. El amor se ha vuelto líquido tomando derroteros diferentes y ahora su único objetivo es que la sociedad pueda mantenerse en constante cambio, sin contar con relaciones que la aten de una u otra forma, lo cual, tal y como podemos ver en las imágenes de Mielgo, lleva a aspectos como la desvinculación emocional, el modo multitarea sentimental, el miedo al compromiso, la fragilidad de las relaciones o el ansía de libertad, y a otros muchos más profundos como la cosificación y la insatisfacción emocional o sensación de vacío y es que en definitiva no se trata de otra cosa que de la mercantilización del amor en la era posmoderna, todo bajo el fondo del epicureísmo y un denso pesimismo.
De esta manera The Windshield Wiper analiza a través de la reflexión que conlleva sus imágenes las relaciones personajes que se establecen en la sociedad actual pero lo hace sin amoldarse a la clásica narrativa de la trama sino mediante una narración fragmentada y experimental compuesta de breves viñetas independientes reunidas bajo el único hilo conductor de la pregunta que es respondida al final de la pieza.
Cabe señalar que, por un lado, Alberto Mielgo es conocido por trabajar para compañías como Disney, Sony o Netflix, ya sea como animador o dentro del departamento de arte en largometrajes tan reconocidos como Corpse Bride, The Croods: A New Age, El Cid la leyenda, Over The Moon, Spider-Man: Into the Spider-Verse o Harry Potter and the Deathly Hallows: part I; en series como TRON: Uprising, en cortometrajes como Kill your Stress, Tavistock 516, House Matters y Watch Dogs Legion: Tipping Point; o incluso en vídeos musicales de bandas como Gorillaz; pero no es hasta el capítulo de la serie Love, Death & Robot titulado The Witness cuando encuentra su primera oportunidad como director, consiguiendo el reconocimiento de su obra con la obtención de 3 premios Emmy y 2 Annie, además de conseguir fundar su propia productora PinkmanTV. Por otro lado, el productor Leo Sánchez también ha trabajado para grandes compañías como Walt Disney o DreamWorks en obras como Bolt, Tangled o How to Train Your Dragon 2 y 3; pudiendo comprobar que, tras pasar The Windshield Wiper por numerosos festivales tan importantes como la Seminci o Cannes, por fin su trabajo ha sido reconocido. Cabe señalar en este punto que pese a ser la octava vez que un corto español aspiraba al Oscar, es el primero en conseguirlo.
En otro sentido, dentro de las referencias del autor no solo encontramos la clara estética cinematográfica de obras de los años 60 y 70 -véase Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) y la presentación inicial de la cafetería de Mielgo-, sino también alguna más contemporánea como son las obras de Richard Linklater –sobre todo, A Scanner Darkly– o, yendo más allá, la mirada que presentan directoras como Isabel Coixet en Cosas que nunca te dije (1996).
Mielgo no solo quería evocar sensaciones y transmitir recuerdos con su obra sino que “quería demostrar que con animación se podían hacer otro tipo de cosas: hablar de algo tan mundano y tan cercano como es el amor” y lo quería hacer a través de la herramienta de la animación porque considera que la visión que tenemos sobre este arte tiene que cambiar ya que “es un arte sobre todas las artes” y se pueden hacer buenos trabajos al margen de la ‘dictadura’ de los grandes estudios, lo cual podemos comprobar también con el hecho de que todos los cortometrajes nominados eran de carácter independiente y mayormente experimental. Por ello, además de esta especie de fábula moderna de The Windshield Wiper, cortometraje plagado de una mirada sincera y cruda, os animo también a ver las otras propuestas de animación nominadas a los Oscar: Affairs of the Art de Joanna Quinn, Bestia de Hugo Covarrubias, Boxballet de Anton Dyakov y Robin Robin de Dan Ojari y Michael Please.
El amor desde fuera, desde la ventana del limpiaparabrisas es el que vamos a encontramos en The Windshield Wiper (disponible en RTVE Play hasta el 20 de abril) pero pese a que el amor sea una sociedad secreta sino estamos preparados para él, ¿cómo podemos estarlo para la vida?
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