En La peor persona del mundo asistimos a la última de las obras de Joachim Trier que conforma la Trilogía Oslo (Reprise en 2006 y Oslo, 31 de agosto en 2011). En ella nos encontramos a lo largo de 12 capítulos, más un epílogo y un prólogo, la vida de la treintañera Julie (Renate Reinsve) durante cuatro largos años llenos de dudas, cambios y toma de decisiones procrastinadas.
Mediante esta narración fragmentada -pero fluida- a través de los saltos temporales, no solo vamos a contemplar el proceso de maduración de la protagonista, sino que vamos a ser partícipes en primer plano de su crisis existencial, sobre todo tras la ruptura con su novio Askel (Anders Danielsen). Un exitoso novelista gráfico catorce años mayor que ella que la presiona para que siente la cabeza de una vez por todas y forme una familia junto a él. Así, Julie tratará de desvincularse de ese vida llena de reglas y para ello, poco a poco, se introducirá en el caos, empezando por su salto constante de profesión en profesión: pasando de medicina a psicología, fotografía e incluso escritura. Pero no es hasta que conoce en una fiesta -en la que se cuela- al encantador de Eivind (Herbert Nordrum), cuando sentirá de nuevo el vértigo que añoraba, llevándole esta sensación, a replantearse su vida por completo, incitándola a correr en busca de esa vida que cree que se le escapa entre las manos.
Una obra llena de momentos de carcajadas bajo un drama profundo, no tratándose de una comedia romántica típica donde encontramos el estereotipo del final feliz y donde la protagonista es una chica entrañable que rebosa felicidad. En este filme lxs espectadorxs -sobre todo los milenials- van a poder entrar en la naïf cabeza de Julie -y en sus múltiples capas- y aprender, a la misma vez que Julie, quién es verdaderamente ella mediante los instantes emocionales que la conforman, es decir, van a poder vivir su etapa de experimentación, de autoconocimiento, exploración y autodescubrimiento personal. Una magnética Renate Reinsve cuyo personaje va a servir como vehículo para la reflexión y la toma de conciencia posmoderna.
La peor persona del mundo se trata pues, de un filme que vive entre los márgenes del cine comercial y convencional al no ser una obra para todo tipo de públicos. Una película donde la protagonista, constantemente insatisfecha, va a encontrar innumerables obstáculos que coartan sus momentos de felicidad, comprobando cómo, hay veces que el frenético mundo de Julie se detiene por completo. Una obra que nos va a hacer sentir vulnerables al dejarnos con una sensación agridulce y una mezcla de añoranza persistente.
Un relato que representa por completo a la generación que vive en constante mar de dudas, en una crisis emocional y en un proceso de transformación ininterrumpido al contar con mayor libertar para salirse de los caminos pre-establecidos. Una generación que trata de conectar y buscar su lugar en un mundo lleno de caos y contradicciones. Una generación que no sabe qué hacer con su vida pero que no es solo una cosa, sino muchas a la vez.
En último lugar hay que señalar que La peor persona del mundo ha recibido numerosos premios -Mejor Actriz en Cannes, Fipresci en Seminci o BNR; además de dos nominaciones a los Oscar y dos a los BAFTA- y cuenta con influencias directas de autores y autoras como Mia Hansen-Løve (Tout est pardonné en 2007, Un amour de jeunesse en 2011, o incluso la aun en cartelera Bergman Island) y Olivier Assayas (L´Heure d´été en 2008, Doubles vies en 2018, o la actual serie Irma Vep). Además, cabe reseñar que cada uno de los capítulos se vincula con un género cinematográfico diferente, pudiendo pasar del surrealismo proveniente de una experiencia con setas alucinógenas, a una alocada comedia, sin dejar por ello, momentos para la reflexión y el debate -ante todo, de carácter feminista- sobre temas como el sexo, las rupturas amorosas o el significado de la vida. Todo ello, plagado de conversaciones casi banales junto a otras trascendentales y un humor muy particular que bien nos recuerda a ciertas obras de Woody Allen (La última noche de Boris Grushenko, 1975)
Este relato generacional no solo va a mostrarnos los vaivenes de Julie -sin juzgarla en ningún momento por sus locuras-, sino que va a hacer que nos replanteemos si somos o no la peor persona del mundo y es que a veces, nos alejamos de lo que verdaderamente queremos ser, aferrándonos a historias -y personas- que nos aburren en la monotonía, renunciando a otras que nos hacen sentir vértigo en un primer momento pero que nos llenan de felicidad si nos atrevemos a vivirlas.
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