En Bullet train acudimos a una sencilla trama: el protagonista, un pacífico asesino apodado Mariquita (Brad Pitt) con apariencia de turista y con odio hacia las armas de fuego y una terrible mala suerte, tiene que subir a un tren en Tokio, robar un maletín -de contenido desconocido- y bajarse en la siguiente estación. Pero todo se complica cuando aparecen varios asesinos a sueldo en un tren del que va a ser muy difícil poder escapar ni en los más de 450 km de recorrido que tiene este shinkansen. Y es que este gafado personaje solo quiere acabar su trabajo y no tener que utilizar la violencia para ello, sino los mantras curativos de su terapeuta que repite constantemente en cada escena de violencia, y pese a que siempre ocurre algo inesperado que evita que se pueda bajar en las periódicas paradas de un minuto escaso que tiene este tren, él nunca deja de perder la compostura y se lo toma como superación personal.
De esta manera, en el tren también nos encontramos con los despiadados gemelos -o no tan gemelos- Limón (Aaron Taylor Johnson) y Mandarina (Brian Tyree Henry) cuya misión es llevar al hijo de un importante mafioso y el maletín sano y salvo hasta la última estación -y descubrir quién es cada personaje de Thomas y sus amigos-; con Kimura (Andrew Koji) que busca venganza tras casi vivir el asesinato de su hijo cuando este fue empujado desde una terraza; con la no tan inocente niña mimada Príncipe (Joey King); y con otras pequeñas tramas como la del novio vengativo conocido como El Lobo (Benito A. Martínez conocido como Bad Bunny) o la silenciosa asesina El Avispón (Zazie Beetz).
De esta manera, las historias de todos estos personajes van a ir confluyendo poco a poco de las formas más locas esperadas, dando lugar a una serie de situaciones completamente absurdas. El Japón moderno va a ser más usado como telón de fondo estético -y exótico- que no como fondo argumental, aunque cabe señalar que la principal unión entre todos estos caóticos asesinos se trata del temido Peste Blanca (Michael Shannon) de los Yakuza -mafia japonesa que data del s. XVII-, descubriendo así todos los personajes que sus misiones no son ajenas entre sí y están allí por una sola razón que se descubrirá al final de la trama.
Esta entretenida película dirigida por el también actor y productor David Leitch -lo recordamos de obras como John Wick (2014 junto con Chad Stahelski), Atomic Blonde (2017), Deadpool 2 (2018) o Fast and Furious: Hobbs & Shaw (2019)-, se estrenó el pasado verano pero sigue aún en cartelera para dejarlos contemplar este festival de muertes y destrucción. Su guion, creado por Zak Olkewicz, está basado en la novela Maria Beetle (2010) de Kōtarō Isaka -escritor japonés de best-sellers apenas conocidos en Occidente especializado en el género de misterio y acción- y también contó con una versión teatral en 2018, pero finalmente llegó el blockbuster del verano.
Así, Bullet train se trata de una amalgama de acción, comedia negra y thriller -aunque también ciertos ápices de drama y suspense- que va a utilizar una violencia explícita y un ritmo rápido, casi tan vertiginoso como la velocidad que coge el tren, pudiendo comprobar que la duración del metraje es similar a lo que dura el trayecto en tren -mismo tiempo de historia que del discurso-. En este punto además, cabe resaltar que el humor va a primar por encima de todo, por encima de la violencia -y la tan presente glorificación a esta- y por encima incluso, de la trama argumental, encontrando unos diálogos disparatados que bien nos podrían recordar a obras de Quentin Tarantino como Pulp Fiction (1994).
También cabe señalar que no todo se trata desde el caos y la rapidez en la obra de Leitch, sino que también encontramos momentos de calma entre las escenas que ayudan a mantener la tensión de la historia junto a los diferentes satélites anticipadores que salen desde el inicio del audiovisual y que vamos a poder ir encontrando poco a poco, dándole ciertos giros a la trama, sobre todo a partir del último tercio del filme.
Por otro lado, en cuanto al aspecto visual cabe señalar que casi toda la historia se localiza en el interior del tren -a excepción de varios flashbacks que nos ayudan a entender el porqué de cada personaje y las conexiones entre estos-, tratándose así de un espacio limitado que en esta ocasión está muy bien aprovechado, incluso para los gags -recordemos la escena de Mariquita y Limón en el vagón del silencio-, encontrando un uso llamativo del color -y de los numerosos efectos especiales- gracias a los neones japoneses o los dibujos animados que aparecen. Otro de los flashbacks que cabe señalar es el de la tatuada Peste Blanca y su ascenso, ya que, es otra de las ocasiones en las que Leitch utiliza la cámara lenta y nos recuerda a las famosas escenas casi coreografiadas de Zach Snyder -que también podemos encontrar en Guy Ritchie-.
El maletín que Mariquita necesita robar va a ser el que ansían conseguir los demás asesinos, tratándose al final casi como un macguffin propio de Alfred Hitchcock que, en esta ocasión sí se va a conocer el contenido -no como ocurrió con Jules y Vincent-. En este punto, cabe reseñar otras de las referencias del filme como las diferentes obras de Ritchie como Snatch (2000), RocknRolla (2008) o The Gentlemen (2019), encontrando no solo similitud en la amalgama de género y en los personajes, sino en forma de narrar la historia en imágenes; sagas como The Fast and The Furious (2001-2021) o Mission: Impossible (1996-2018); o incluso películas como Crank (Mark Neveldine y Brian Taylor, 2006), Smokin´Aces (Joe Carnahan, 2007) o Shoot `Em up (Michael Davis, 2007) y otras más recientes como Kate (Cedric Nicolas-Troyan, 2021); sin olvidar referencias más sutiles a series como Thor: Love and Thunder (Taika Waititi, 2022) o a cineastas como Robert Rodríguez -véase el aspecto de El lobo-; además del ya comentado aire post-tarantiano –Once Upon a Time in… Hollywood (2019).
En cuanto al reparto cabe indicar que está muy bien seleccionado y dirigido, encontrando que pese que el carismático Brad Pitt sea el protagonista, los demás actores y actrices también tienen un papel importante en la trama -todos ellos basándose en una exageración de los más clásicos arquetipos-, incluso los diferentes cameos que aparecen y que van sorprendiendo al espectador y la espectadora -incluso aparece el propio director de la obra-. En otro sentido, sin olvidarnos de la novela en la que se basa el filme cabe señalar que existen menos personajes en el audiovisual y que pese a que se haya cambiado la naturaleza de algunos -incluso el género y la etnia ya que todos los personajes eran japoneses y aquí no-, en líneas generales, ambos argumentos son el mismo aunque el libro tire más por los géneros de la acción y el misterio y la película por el de la comedia y los clichés.
Como conclusión cabe indicar que, en ciertas ocasiones es casi necesario volver a películas así, obras de mero entretenimiento que nos sirvan para olvidar nuestra estresante vida por unos momentos, ya que pese a que Bullet train no va a ser una película que recuerdes, sí vas a pasar un buen rato durante su visionado, incluso produciéndote alguna que otra carcajada.
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