Recuerdo que hace 13 años, en casa, decidimos poner un toldo en nuestro patio por nuestros propios medios. El sol entraba en él y machacaba las plantas que teníamos, y lo ponía a una temperatura insoportable. La familia y amistades nos decían: “Quitaos de líos y que os lo ponga una empresa”. Pero los 4.000 eurazos de presupuesto nos convencieron de que las “currelas” tenemos que buscarnos las habichuelas. Pero bueno, el reto tenía su aquello y el esfuerzo del proceso tuvo la gratificación del trabajo en familia y el del resultado.
El día 28 de mayo nos llaman a votar. Y me pasa como con el toldo. El sol, dícese, el actual gobierno municipal, está arrasando con la ciudad como en julio y agosto. Córdoba, nunca mejor dicho, necesita que le pongamos un toldo.
A continuación, intentaré explicar por qué necesitamos ese toldo, contrariamente a lo que desde el gobierno municipal se vende. El pasado 6 de febrero, el portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento expresó, como anuncio del Debate del Estado de la Ciudad, que Córdoba “está infinitamente mejor que hace cuatro años… que su gobierno se ha centrado en resolver los problemas de los cordobeses… con un alcalde que gobierna para todos… cumpliendo a nivel de inclusión… que en estos cuatro años la ciudad está en un sitio mucho mejor, donde se merece». Contrastemos:
Hoy, en Córdoba, si en algo estamos de acuerdo todos y todas las cordobesas es que la ciudad está más sucia y abandonada que nunca por una de nuestras “niñas bonitas”, SADECO. No se trata solo de que haya hojas, naranjas, bolsas de plástico, pocas papeleras y sin recoger, colillas, y otras sustancias más escatológicas; se trata de la suciedad que ha calado en las aceras, en las calzadas, en los jardines, que genera olores desagradables, que ha llenado de insectos y roedores los alrededores de contenedores de basura sin recoger ni limpiar. “Nunca la ciudad estuvo tan sucia”, es lo que se escucha, da igual el barrio, da igual la ideología, por toda la ciudad, aunque, como es habitual, mientras más desfavorecido, más abandonado.
Hoy Córdoba es mucho más inhabitable que hace cuatro años, cuando ya lo era, por culpa de un turismo dejado en manos del mercado que trae a cientos de miles de personas a una ciudad que no está preparada para ello, haciendo nuestras vidas muy difíciles.
Hoy Córdoba es una ciudad que no toma medidas para, al menos, paliar los efectos del cambio climático que ya sufrimos de forma terrible. La arboleda existente se muere y no se repone ni, por supuesto, se amplía. No se entoldan calles ni puentes. No se restringe el uso de vehículos de combustión. No se terminan los carriles bici. No se busca la solución a la instalación de placas solares en el casco histórico ni se colocan en edificios públicos municipales para ahorro económico y ambiental. Nada, a pesar de firmar y aprobar pactos propuestos desde los colectivos ecologistas y la ciudadanía.
Hoy a Córdoba no la dejan ser participativa. La opinión de su ciudadanía organizada es obviada y despreciada. Los Centros Cívicos han sido desmantelados cuando más los necesita la población. Los órganos de participación sectoriales son escenarios donde se vuelcan proyectos ciudadanos que terminan en la papelera a los 10 minutos. La vecindad tiene que salir a protestar a la calle cada día para que se les escuche. Proyectos aprobados en el anterior mandato, hoy, aún no se han tocado: el Centro Cívico de San Agustín, con fondos EDUSI; las reformas de la calle Rey Don Pelayo o el Paseo de San Julián en Sur; etc. Los barrios periféricos sufren un abandono y ninguneo como nunca.
Hoy Córdoba sigue teniendo a 3 de los barrios más pobres de España, y es la 2ª capital de provincia española con más tasa de paro. Córdoba es la capital de provincia andaluza de la que más gente emigra, siendo el 80% personas jóvenes.
Hoy Córdoba tiene una empresa municipal de autobuses, AUCORSA, que, a pesar de la inyección de millones desde Europa, no gasta en modernizar su flota más allá de lo que se hizo en el anterior mandato. Las aplicaciones de paso por paradas es garantía de no coger el autobús a tiempo. Las frecuencias de paso, un despropósito, lo que provoca llenos que dejan a personas en algunas paradas sin poder subir. Por no hablar de las condiciones de trabajo y las de mantenimiento de la flota.
Hoy Córdoba está en pie de guerra con el actual gobierno municipal: bomberos, policía local, trabajadores municipales… Cada pleno municipal es la oportunidad de colectivos para que se les escuche, teniendo el desalojo como respuesta. Un gobierno municipal, rodeado de casos de algo más que presunta corrupción, echa de “su casa” a la gente que defiende sus derechos. Todo un ejemplo.
El actual alcalde, mientras, vuelve a usar propuestas suyas del pasado o proyectos ya aprobados en mandatos anteriores, como promesas electorales para el siguiente: dice (otra vez) que va a restaurar la noria de la Albolafia; dice (otra vez) que proyectará un polígono industrial en El Álamo; dice (otra vez) que hará el Parque de Levante; dice (otra vez) que ampliará y mejorará el Parque del Flamenco que su correligionario Nieto, ilegalmente, cedió a una empresa privada; dice que va a potenciar el Patrimonio Histórico, cuando, por ejemplo, el yacimiento de Cercadilla sigue abandonado. No se ha cortado en sacar cada día de la campaña electoral supuestos acuerdos con empresas que supuestamente van a invertir en la ciudad en los próximos años, si él sigue, claro está.
Nos engañan con el caramelo (envenenado) de la Base Logística Militar, bajo el eterno señuelo del empleo. Aquí, sorprendente y lamentablemente, la unidad política es casi unánime. Promesas de miles de puestos de trabajo que, conforme pasan los meses, se va reconociendo que quedarán en unos cuantos cientos y que serán, como es lógico, del ámbito militar. Un proyecto que cambia el paradigma de Córdoba como ciudad de paz, de encuentro, de hermanamiento, y que nos convierte en un objetivo de guerra prioritario en cualquier conflicto.
Sin embargo, el actual gobierno municipal ha dejado 180 millones de euros sin ejecutar, y presume de que el Ayuntamiento tiene 40 millones de euros de superávit. Si yo fuera alcalde de Córdoba y tuviera superávit, se me caería la cara de vergüenza. ¡La cantidad de ayudas a personas que lo están pasando mal que se podrían gestionar con ese dinero! ¡La cantidad de personas que podrían emplearse en Urbanismo, en Parques y Jardines, en Infraestructuras, en Recaudación, en Cultura, en Participación, en Solidaridad, en Atención a la Ciudadanía, en Atención a las Mujeres Maltratadas, en Servicios Sociales…! En fomentar la industria cultural de base en la ciudad y los cuidados, en eliminar la soledad no deseada de personas mayores. En poner pisos y atención a disposición de mujeres maltratadas para poder salir urgentemente del domicilio del maltratador. ¡En tantas cosas!
Un Ayuntamiento que recorta impuestos a las personas más ricas y decrece en recaudación. La AIREF, entidad poco sospechosa de defender la justicia social, ha avisado a nuestro Ayuntamiento de que no es sostenible la inversión si se sigue recortando en recaudación de impuestos. Eso sí, después llora al gobierno Estatal (al andaluz no, claro, que también es otro recortador y otro llorón oficial) para que envíe fondos que luego ni usan, o al menos, no para su destino.
Lo que ocurre en nuestra ciudad no es sino el resultado de políticas de parcheo en el día a día. No existe un proyecto de ciudad a 30 años vista, donde se diseñe, se regule, se proyecte a largo plazo bajo una hoja de ruta de trabajo, qué ciudad vamos a ir construyendo. Nuestra ciudad vive los prolegómenos de la privatización de los pocos servicios públicos que quedan y que ya sustentan subcontratas; esos servicios públicos que garantizan la igualdad para todos y todas frente a la gestión privada que prima el beneficio propio. Estamos en ese justo momento del “no retorno”. Los gobiernos de las ciudades, de los pueblos, tienen que ser de sus gentes, participativos, colaborativos, ilusionantes.
Y, aunque habrá que reconocer que lo que sufrimos actualmente es fruto de un largo camino de un par de décadas, el último mandato sin duda ha sido sangrante para nuestra ciudad, por lo que urge poner nuestro “toldo” en la ciudad para que no arrasen con ella. Y estaría bien que las elecciones del domingo sirvan para comprar una tela, unas anillas y unos alambres adecuados. Material que, evidentemente, no puede ser el actual. Pero, sobre todo, a partir del lunes, tendremos que sentarnos todos y todas a elaborar el toldo. Día a día. Y, una vez puesto, mantenerlo. No podemos dejar en manos de nadie nuestro futuro. Por muy afín a nuestras necesidades que sea. Lo hemos visto a lo largo de la historia y tenemos ejemplos muy recientes de ello.
En estos días de recuerdo al añorado Julio Anguita, al que todo el mundo recurre, pero pocos imitan, bien haríamos en volver a recordar su gestión y legado. La Córdoba de hoy es gracias al trabajo de aquellos mandatos de Julio en los que se diseñó la Córdoba del futuro desde las soluciones urgentes a la mísera institución que se encontraron. Y recordar su discurso machacón sobre la imperiosa necesidad de un contrapoder social que haga frente a quienes realmente mandan en los gobiernos, quienes no se presentan a ningunas elecciones, pero hacen y deshacen; a quienes sí que están movilizados cada día para torcer el brazo de los gobiernos que intentan políticas igualitarias y de justicia social. Sólo con la movilización ciudadana, sólo con nuestra implicación día a día, como la trabajada colectivamente en las Marchas de la Dignidad de 2014, se podrá nivelar esa situación.
Lo siento. Sé que sería más cómodo dejarlo todo en manos de otros, pero ya sabemos que eso es el suicidio. Sería más cómodo que nos pusieran el toldo, pero no nos lo podemos permitir. Es nuestra realidad y es imprescindible ser consciente de ella. Y ese reto, lejos de ser tedioso, tiene su aquello y el esfuerzo del proceso es extremadamente gratificante.
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