
Si, ha ardido. No ha sido por casualidad, ha sido por causalidad. Utilizar un espacio de la Mezquita de Córdoba como trastero, ya en sí es todo un despropósito. Almacenar material inflamable, el combustible perfecto para que, gracias al cortocircuito provocado por una máquina eléctrica en proceso de carga, ha sido la causa de un triste episodio que tardaremos en olvidar. Como si el Cabildo no dispusiese de naves, almacenes u otros espacios inmatriculados ilegalmente igual que la Mezquita para utilizar como almacén.
Durante varios días, ha sido motivo de debates, discusiones y algún que otro rifi-rafe. No voy a entrar en lo que para mi es indiscutible: la Mezquita de Córdoba es de los y las cordobesas, para disfrute de Andaluzas, los pueblos y la Humanidad, parafraseando un párrafo de nuestro Himno. La titularidad de la Iglesia Católica es ilegal, ilegítima e inconstitucional, y confío en que, ojalá mas pronto que tarde, se le retire al Cabildo la potestad que tiene sobre nuestro Monumento y deje de explotarlo, expoliarlo y manipularlo a su libre albedrío. Para ello, necesitamos gobernantes valientes que invaliden una norma inconstitucional del PP de Aznar, que permitió que el Cabildo se apropiara de una cantidad ingente y vergonzante de bienes inmuebles.
Pero, mas allá de lo doloroso que ha sido ver arder la techumbre de nuestro Monumento Patrimonio de la Humanidad mas conocido y reconocido en todo el mundo, ha sido ver prender, como si de gasolina se tratase, las opiniones que mucha gente ha vertido en redes sociales y medios de comunicación leídos, oídos y vistos. Como si se le hubiesen alineado los astros al facherío casposo y burdo que campa libremente con total libertad, valga la redundancia, el fuego en la Mezquita les ha venido como anillo al dedo. Aún tenemos en la memoria como, no hace ni un mes, hacían un llamamiento para tomar las calles de Torre Pacheco en una cacería humana contra musulmanes. Vimos en directo y retransmitido por los medios mas ultra-derechistas cómo, tipos con la cabeza rapada y la esvástica tatuada en su cuerpo, corrían tras las personas que se atrevían a salir a la calle, intentando estos hacer su vida normal. No vimos en ningún momento a ningún detenido de estos altercados que vino de fuera del pueblo murciano y de cualquier punto del país a defender «la integridad, la cultura y las tradiciones» de este país, según ellos. Los tentáculos del fascismo abarcan mas allá de lo que pensamos y creemos.
Hace pocos días, una moción en el Ayuntamiento de Jumilla, presentada por el grupo de extrema derecha VOX, y enmendada por el PP para cambiar algo en la literalidad del texto, no en el contenido en sí, prohíbe que actos religiosos se celebren en instalaciones deportivas. Estos son, el Ramadán o la fiesta del Cordero, que las venían celebrando sin ningún incidente ni problema cada año la comunidad islámica de la localidad. Tanto el PP como VOX celebraban como suyo el triunfo de eximir a musulmanes que pudiesen ejercer su derecho recogido en el artículo 16 de la Constitución: «Se garantiza la libertad religiosa, ideológica y de culto…»
Aún seguíamos protestando contra dicha decisión municipal que recorta libertades y que nos retrotrae a esos tiempos oscuros donde la libertad era una utopía, cuando nos estremecimos hace siete días con la noticia del incendio de nuestra Mezquita de Córdoba. Por supuesto, las primeras noticias llegaron por las redes sociales.
Bien es cierto que un equipo de periodistas de Canal Sur se desplazaron hasta el lugar para cubrir la noticia, pero en la cadena andaluza no creyeron oportuno cortar la emisión de una corrida de toros que transcurría en esos momentos. La Cultura y la tradición del toreo, para el PP de Moreno Bonilla, está por encima de un simple fuego (eso debieron pensar) que, si bien no fue intencionado, fue fácilmente evitable.
Al fuego originado en la Mezquita de Córdoba que causó terribles daños en alguna de sus capillas y sus techumbres, pronto se unió el fuego que avivaban los agitadores fascistas y sus secuaces, con expresiones tan burdas y sin sentido común ninguno como «que arda entera la Mezquita» o «ya han empezado la quema de las mezquitas», expresiones cargadas de xenofobia y odio, además de demostrar la falta de Cultura y conocimiento del Patrimonio del país que dicen defender. Ni 24 horas tardaron en cambiar el discurso que llamaba a la quema de las mezquitas por el de «fuera moros de nuestra Catedral» o «antes que Mezquita fue Basílica», hecho este contrastado y negado por arqueólogos e historiadores.
Es imperativo frenar la escalada de odio que se genera con cada avance de la ultraderecha que conlleva un retroceso en derechos y libertades de la ciudadanía, eximiendo de responsabilidades a los partidos políticos que legislan en contra de lo recogido en la Constitución española, y es imperativo preservar nuestra Mezquita para que, ni fascistas ni iglesia, tergiversen la Historia, manipulen los hechos y construyan un relato alejado de la realidad que une con lazos de sangre nuestro Monumento con el pueblo de Córdoba, la que un día fue la ciudad admirada y envidiada por todo el mundo.
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