Un ser humano necesita de cinco elementos imprescindibles para la vida: aire, agua, alimento, techo y afecto. Nuestra vida comienza con el primer suspiro y termina con el último aliento. Apenas podemos vivir unos minutos sin respirar. El agua es el componente más importante de nuestro cuerpo, supone entre el 60%-80% de nuestro peso dependiendo de la edad. No podemos pasar más de varias semanas sin tomar alimentos, de lo contrario enfermaríamos rápidamente. Sin un espacio que nos resguarde del frío y del calor, que nos haga vivir como personas, sin la segunda piel de un hogar que nos de protección e intimidad, el ser humano está expuesto a toda clase de adversidades. Hay una frase que define muy bien esta necesidad: “como en casa en ningún sitio”. Por último, qué sería de un bebé, de un niño o una niña sin esa crianza de leche y abrazos, de cariño y protección de su familia y de la sociedad en general.
Después de estas cinco condiciones imprescindibles para la vida, la educación y la formación van a suponer el desarrollo psicológico, sociológico e intelectual para cualquier ser humano. Una buena educación y formación es la mejor garantía para llegar a ser un buen profesional y poder vivir con dignidad. Además, la igualdad, la libertad y la justicia serán valores supremos que garantizan el máximo desarrollo de cualquier persona. Unos valores que posibilitan la convivencia entre creyentes y no creyentes, entre personas de diferentes orientaciones sexuales, entre hombres y mujeres, entre diferentes culturas y religiones, en definitiva, la construcción de una sociedad sana y tolerante donde no caben las discriminaciones y, menos aún, el terrible e inhumano fascismo.
La relación de los derechos humanos básicos que acabo de indicar no pueden llevarse a cabo sin un Estado Social y Democrático de Derecho. Si no se cumplen, el Estado está fracasando en lo más importante: el desarrollo de un ser humano en cualquier dimensión de su vida. En Andalucía, y más concretamente en Córdoba y su provincia, existe un alto porcentaje de personas, centenares de miles, que viven bajo el umbral de la pobreza, lo que se manifiesta en el incumplimiento de dotar de las condiciones necesarias para la vida a una persona o a una familia. Sin la apuesta económica reflejada en los presupuestos de los diferentes gobiernos (municipal, provincial, autonómico y central) la situación de estas personas se convierte en un mal endémico, manteniéndose los porcentajes de pobreza y exclusión social año tras año, gobierno tras gobierno con presupuestos muy insuficientes para sacar adelante al sector más vulnerable de nuestra sociedad.
Córdoba siempre espera que la traten con equidad, con justicia para sacarla de la postración en la que se encuentra. Sin embargo, año tras año la decepción es la misma. Sencillamente no hay apuesta, no hay voluntad política para sacar a esta provincia de los últimos lugares de Andalucía, España y Europa.
Las personas en edad infantil o en la vejez, nuestra población más sensible, y las mujeres, por su trato desigual en trabajos y sueldos, son los sectores que más sufren unos presupuestos que no responden a sus necesidades. Año tras año escuchamos la misma cantinela: Córdoba en el furgón de cola en las inversiones del Estado. No debe extrañarnos que con los años repercuta en el desánimo de la población, lo que le lleva a tener una baja autoestima que le imposibilita un crecimiento en lo personal y un desarrollo en lo social.
Mucho me temo que nuestros representantes políticos están más pendientes de las directrices de sus partidos en Madrid que de las necesidades de su provincia. ¿Tendremos que llegar a utilizar el slogan de ¡Córdoba, también existe!? ¿Habrá que movilizarse? Sindicatos, movimiento ciudadano, colectivos sociales, ciudadanía en general deberíamos de unirnos en una sola voz para decir ¡basta ya! a la discriminación que sufre nuestra provincia, que se despuebla, pierde a su juventud, y tiene unos índices económicos sonrojantes cuyas consecuencias padecen un gran sector de su población.
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