Se dice que «Frankenstein» de Mary Wollstonecraft-Shelley es la primera novela, que, conceptualmente, refleja el ámbito temático de la Ciencia Ficción, es decir, tramas dramáticas en las que un elemento técnico o natural desconocido juega un papel central y el ser humano intenta adaptarse a ese elemento, o no sufrir o morir ante él.
La Ciencia Ficción moderna, por tanto, es un género literario, artístico y creativo muy joven en su concepto dado que nace al amparo de los valores y avances que la Ilustración primero y la I Revolución Industrial trae a una humanidad donde hay un enorme repunte de la población, pero aún una sociedad muy polarizada, entre grandes terratenientes e industriales y población pobre, ambos además, atravesados por el hecho que la Ciencia por su complejidad entraña, perplejismo (¿les suena?).
Ante esto, este género suele jugar a dos términos, o bien se está luchando contra las consecuencias perniciosas que los avances generan (Frankenstein, Yo Robot, Galáctica), o bien, la Sociedad llega a una posición de iluminación y plenitud donde es una visión cínica del alma humana la que la destroza o pone en riesgo (Star Trek, París en el Siglo XXI o Soy Leyenda), al fin y al cabo, el género emplea un artificio que es un hecho científico para hablar de la humanidad como quien da un paso atrás en El Prado para poder admirar mejor el «Fusilamiento de Torrijos» y así contemplar todo el dramatismo de la escena.
Si la opción que vemos es la de la Ciencia Ficción como una lectura fundamentalmente optimista del futuro, donde la Ciencia y la Tecnología enfrentan problemas del día a día, pero han resuelto nuestros problemas actuales en casa, nos podemos encontrar ante un motivador externo de la acción científica.
Es tal el poder inspirador que la Ciencia Ficción tiene que lo resumiré en tres ejemplos: dos positivos y uno negativo.
Uno de los ejemplos positivos se trata de la aparición de un personaje negro en la serie original «Star Trek», la tristemente fallecida actriz Nichelle Nichols interpretaba a la Teniente Uhura, una humana que controla la comunicación entre la Nave Enterprise y el resto del Universo. Tal fue la inspiración para las mujeres jóvenes afroamericanas y de otras etnias, que durante los años posteriores a la transmisión original de la serie (década de los 70 y 80), la propia actriz colaboró con la NASA en una serie de acciones divulgativas para atraer más talento femenino y de toda la variedad posible para hacer que las misiones espaciales llegasen, donde nadie había llegado antes.
En este caso, la combinación de un marco científico-tecnológico con una clara intención emancipadora y empoderadora en positivo generó un cambio en la sociedad.
Siguiendo con la aviónica y la exploración espacial no existiría la NASA ni el programa SOYUZ si en el año 1865 no hubiese habido un escritor francés de folletines llamado Julio Verne que hubiese publicado «De la Tierra a la Luna», del mismo modo que hoy hay toda una generación de compositores y compositoras de bandas sonoras, o instrumentistas clásicos que lo son porque se quedaron embelesados con John Williams, sus vientos metales y su deliciosa composición rítmica haciéndoles tocar después a Sibelius, Sostakovich o Kachaturián, sin Julio Verne muy probablemente no habríamos explorado el cosmos tan directamente.
Por su parte, cierta parte del género Zombie de infectados, películas como «Soylent Green» o «La Mosca», forman parte del acervo cultural de la generación que en el hemisferio occidental domina el mundo y son los responsables de que la biotecnología no haya podido expresarse en todo su potencial. Desde la suspicacia al uso de las vacunas frente al COVID por ser un elemento artificial de laboratorio, así como su uso para la obtención de carne artificial o alimentos transgénicos, estas obras forman un relato en la que la intervención humana en el fenómeno panteísta de la naturaleza siempre tiene castigo, y nadie quiere ser castigado.
Como pueden comprobar, siempre en el pensamiento científico, hay una chispa previa a la ciencia en la que se despierta una motivación, un deseo de saber, un ánimo por ayudar y una necesidad de explorar que personajes como Picard, Dana Scully, Uhura, el Capitán Nemo, el Doctor Who o la Dra. Ellie Arroway de «Contact» nos inspiran para dar lo mejor de nosotros mismos y poner nuestras mentes a trabajar para hacer que tanto espacio vacío sea un espacio confortable, amable y donde podamos toda la humanidad gozar de nuestros Derechos Humanos.
Como diría el canalla ladrón de Thomas Alva Edison, la investigación es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración, pero vaya 1% más necesario.
La mirada científica ha sido un proyecto que he desarrollado en Paradigma Media durante estas dos temporadas. En este espacio ustedes podrán encontrar una variedad de artículos y temas en los que se ha tratado de seguir la actualidad cuando se ha visto necesario y dar lugar al reflexión en otros momentos.
Este espacio continuará, dando lugar a más voces, más especializadas y mejores, con mis mejores deseos, les dejo con una frase que Neil Degrasse Tyson (Astrofísico) enmarca al final del primer episodio de Cosmos «A Space Time Odissey»:
«La ciencia es una empresa cooperativa que atraviesa el tiempo y una comunidad en la que se pasa una antorcha de profesores a alumnos de forma continua, una comunidad de mentes que empieza en la Antigüedad y nos llevará a las Estrellas»
Rafael Diego Macho Reyes es Estudiante de Doctorado del Programa de Lenguas y Cultura de la Universidad de Córdoba, Graduado en Bioquímica, Máster en Biotecnología y Máster en Formación del Profesorado.
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