*Atención, este artículo contiene spoilers.
Adrian Lyne es conocido por obras como Flashdance (1983), Jacob´s Ladder (1990) o Lolita (199), caracterizándose por llevar a cabo un thriller de carácter erótico a la gran pantalla con obras como Nine ½ Weeks (1986), Fatal Attraction (1987) o Indecent Proposal (1993). En esta ocasión, vuelve tras su última obra Unfaithful (2002) con este título para intentar transducir y actualizar la novela homónima de Patricia Highsmith (1957). Así, asistimos a una película que fue estrenada en streaming en las plataformas Amazon Primer Video y Hulu donde, en Nueva Orleans, un matrimonio acomodado, desgastado por el tiempo y con una vida muy monótona, pero, las infidelidades constantes de Melinda (Ana de Armas) son la comidilla de los vecinos pese a que su marido Vic (Ben Affleck) las intente ocultar, tratando de mostrar un retrato en apariencia idílico que no va a acabar nada bien.
Melinda se aburre y extraña su antigua vida de soltera y Vic va a ver ante sus ojos como ella tiene frecuentes aventuras con diversos amantes, incluso en su casa, lo cual, poco a poco va a dar cierto giro peligroso cuando los rumores que corren por el barrio -y que él mismo comenzó a modo de broma- sobre que este mata a los amantes de su mujer, se confirmen. Así, la mirada entre ambos va a pasar del deseo al odio y viceversa, en una apuesta que trata de renovar dicho género.
Cabe indicar que, pese a que en la obra se nos sugieran temas como la moralidad del asesinato, ya sea de los amantes o el hecho de que Vic vendió un chip al ejército con el cual se puede localizar a las personas y acabar con ellas -señalándose así como un criminal de guerra-; esto nunca va a ser explorado en la trama de forma explícita. También, hay que reseñar que la película se vendió en un primer momento bajo la campaña de marketing de tratarse de un thriller erótico pero, esto ha sido muy criticado, ya que en la mayor parte del filme, esto no se lleva a cabo, al no ser capaz de producir ni misterio ni contar con un lenguaje sexy, encontrando que a veces este incluso, se vulgariza y estereotipa, llegando casi a la comedia.
Además, su ritmo -ya de por sí pausado-se diluye con el avance del metraje, relegando a un segundo plano la investigación sobre los amantes de Melinda y dejando incluso vacíos y huecos sin resolver que, en ocasiones, son muy necesarios. Un puñal directo tras otro salen de la boca de Melinda en las escasas conversaciones que encontramos dentro de la pareja, pero no se nos explica en ningún momento por qué este matrimonio tan resquebrajado no se divorcia, hecho que en el libro sí se llegaba a entender por completo por su época de producción. Asimismo, encontramos en Deep Water incluso, una carencia en la construcción psicológica de los personajes, al describirnos mediante estereotipos demasiado sencillos, tal y como ocurre con Melinda, una joven caprichosa e inmadura. Por lo que el espectador, pese a sentir en ciertos momentos una gran incomodidad propia de la trama, no va a ser capaz de interiorizar el mensaje ni de conectar con la obra, al hallar incluso, que en la mayor parte de las ocasiones, solo vemos la acción de la historia desde el punto de vista de Vic, no llegando a explicarnos porqué ella actúa como actúa, más allá de aburrirse de su acomodada vida. Bien es cierto que cuenta con un desenlace que vuelve la trama circular y que nos puede recordar a filmes como o Gone Gril (David Fincher, 2014) -también con Affleck como protagonista-.
Adrian Lyne cuenta con otros destacables thrillers eróticos como los que hemos señalado al principio del artículo, pero, en Deep Water encontramos que, pese a que tener ciertos elementos reseñables como el hecho de que -tal y como indica el título-, el agua se convierte en un elemento importante de la trama -al igual que la ciudad-, al actuar incluso como leitmotiv de la relación marital; o, por otro lado, el uso de los caracoles como metáfora sobre el personaje de Vic; la obra no consigue atrapar al espectador.
Deep Water nos plasma una relación profundamente tóxica -sucesión de cuernos, celos como intento de elixir afrodisiaco…- con escenas repetitivas de fiestas de personas de alto poder adquisitivo donde los secretos -escondidos a plena vista-, el alcohol, Melinda y sus nuevos amigos van a ser los protagonistas de la trama, pero donde, ni el placer de la culpa, la provocación constante o los juegos mentales característicos del género van a ser reflejados al completo, siendo plasmados mediante cierta hiper estilización formal que deja el mensaje en la superficie, eso sí, del agua, al hallar una trama algo vacía. En este punto, cabe señalar el uso estético de la fotografía de Eigil Bryld al inundar la pantalla de tonos fríos que nos vinculan directamente con el estado de la relación.
En último lugar, cabe indicar que guarda ciertos ecos con filmes como Instinto Básico (Paul Verhoeven, 1992), Eyes Wide Shut (Kubrick, 1999), o series como más actuales como You (Greg Berlanti, 2018), Oscuro deseo (Leticia López Margalli, 2020) y Behind Her Eyes (Steve Lightfoot, 2021).
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