En estas fechas se conmemora el 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz por parte del Ejército Rojo. Y por estas fechas también, la derecha española pretende servirse del término comunista para inocular el miedo en la ciudadanía a base de calumnias y falsedades, pretendiendo situar a quienes nos identificamos con esta visión del mundo como anti españoles, anti demócratas y elementos peligrosos a vigilar para la convivencia y la paz.
Valga este escrito como pequeño homenaje a los comunistas que durante décadas, en la clandestinidad y el exilio, con la amargura de la derrota y la esperanza de un nuevo porvenir, con la miseria en el cuerpo y la grandeza en el alma y la mente, con el calor todavía vivo de los incontables camaradas que yacían en las cunetas, construyeron día a día, gota a gota, un futuro democrático y una convivencia pacífica para los españoles, sin importar la ideología o el credo que profesaran. Un reconocimiento a aquellos comunistas, nuestra herencia, que edificaron puentes de concordia en los tiempos duros del franquismo y de la dictadura fascista para, junto a otros que no compartían visión del mundo pero que sí compartían el anhelo de un pueblo soberano y democrático, comenzar a forjar un nuevo futuro para los españoles.
Pero de la misma forma, también pretenden servir estas líneas para aportar unas dosis de verdad y realidad que los reaccionarios que se hacen llamar hoy patriotas constitucionalistas y que se entienden garantes de la democracia y la libertad, se afanan por ocultar, calumniando y ensuciando la valentía y el patriotismo que, desde la trinchera comunista, entendió una España en la que todos cupieran y en la que el pueblo, soberano, decidiera su futuro. Los que hoy claman así, envolviéndose en una bandera que paternalizan, pareciera que retoman los viejos discursos y los viejos miedos, aspirando en su labor nociva a generar en nuestras calles, centros de trabajo y familias, el odio al diferente, al que no piensa como él. Los que hoy patrimonializan la patria, los que se apropian de la Constitución y dan lecciones de Democracia, los que vician palabras como convivencia y libertad, harían bien en valorar el papel que representan en nuestra sociedad y cuánto aportan y aportaron los de su tradición política al bienestar, a la libertad y a la pacífica convivencia de los españoles. Esto es, cuánta patria hicieron.
Harían bien en preguntárselo porque hoy, los discursos y soflamas que la derecha nacionalista española ha instalado en el centro de la acción pretenden golpear y mancillar la voz y la obra de los comunistas. Fuerzas políticas nacionales de derechas, medios de comunicación afines, organizaciones empresariales e Iglesia Católica han emprendido un viraje hacia el enfrentamiento enconado, hacia el discurso del odio, hacia la creación de escenarios de terror y miedo hacia el otro, marcando en el centro de la diana al rojo. Trazando una línea divisoria cada vez más gruesa y tosca, y con la desinformación, la mentira y la calumnia por bandera, nuestra derecha reaccionaria ha emprendido un giro peligroso, en todas sus vertientes, para la convivencia en el país. Los que hoy se autodenominan “constitucionalistas”, en cada intervención y algarada pretenden dejar al margen al resto de la sociedad española que no piensa como ellos, sin dudar en utilizar la retórica barata de buenos y malos españoles. La derecha nacional hoy es reaccionaria hasta el tuétano, y desarrolla las esencias más singulares de esa derecha franquista nacional-católica que, lejos de traer el bienestar, la libertad y la democracia a nuestro pueblo, eliminó a base de exilios, cárceles y cunetas cualquier atisbo de disidencia, crítica o cambio, sumiendo en la ignorancia y la miseria al país que tanto “amaban”. En su argumentario, han sido y son múltiples las veces y las voces que se han lanzado a tildar el gobierno hoy elegido legítimamente, como un gobierno de comunistas, pretendiendo así deslegitimar la acción del mismo y enturbiar con su ponzoña lo que difícilmente se ha contado en este país sobre el papel que los comunistas, junto con otros agentes políticos y sociales de nuestro pasado reciente, desarrollaron para llegar hasta aquí, para traer la democracia a nuestro pueblo y sus gentes. Con esta calificación pretenden hundir el adjetivo en lo peyorativo, lanzando el símbolo comunista como una imagen asociada al terror y a la destrucción, que finalmente establezca el odio anclado en la ignorancia.
Por ello, es necesario sacar a relucir y airear las múltiples aportaciones que el Partido Comunista y sus militantes hicieron y siguen haciendo para hacer posible la convivencia pacífica en nuestro país. Y qué mejor ejemplo para este menester que el Manifiesto del Partido Comunista del año 1956[1], habida cuenta de lo actual de las cuestiones que plantea y de cuáles fueron las respuestas que se daban:
Mientras la paz civil era un anhelo del que privaba la dictadura franquista al pueblo español, los comunistas decían:
“La interpretación que damos los comunistas al concepto de paz civil, de reconciliación de los españoles, parte del principio de que la democracia que se restablezca en España no puede ser exclusivamente para las fuerzas de izquierda o para las de derecha. Ambas han de tener cabida dentro de esa democracia… Dentro del respeto a la legalidad democrática, la más amplia libertad a cada clase y capa social para la defensa de sus intereses; a cada Partido para la propaganda de sus doctrinas. El mayor respeto para las creencias religiosas de cada cual, así como para aquellos que no profesen ninguna… Ningún Partido político cuenta hoy con el apoyo de la mayoría de los españoles. La vida impone una política de coaliciones de fuerzas políticas sobre la base de programas mínimos comunes. La vida impone encontrar un terreno en el que podamos convivir y donde cada uno pueda propugnar libremente sus ideas y soluciones. Y ese terreno, en esta situación concreta, no puede ser otro que la democracia parlamentaria. .”
Cuánto nos gustaría en estos tiempos que la derecha española, que aparece hoy como legítima heredera de aquellos que sojuzgaron y sometieron a millones de compatriotas y que más tiene que callar que aleccionar, tuviera en tal altura de miras el planteamiento político que, desde su visión del mundo, pueda aportar soluciones democráticas a los desafíos que como sociedad y país enfrentamos, sin necesidad de excluir a quienes no pensamos como ellos, respetando el ejercicio de gobierno y las reglas parlamentarias establecidas. Pero lejos de esto, se nos tacha de enemigos de la nación, de la libertad y la democracia a nosotros, los comunistas. Nos señalan aquellos mismos que hoy abrazan disimulada o descaradamente las credenciales de los fascistas que, cuando fueron escritas las líneas de este manifiesto en el exilio, perseguían y proseguían su labor de exterminio, mientras callan y silencian las atrocidades de una dictadura en suelo nacional. Esta derecha cuyo currículo para la consecución de lo que hoy se apropian apenas les llega para borrar de su credo el terror, la venganza y el odio, mientras que nuestros padres políticos, más de medio siglo atrás, ya expresaban la tolerancia como forma de convivencia de la siguiente forma:
“La ideología de la democracia cristiana es opuesta a la ideología del comunismo. Pero en los artículos publicados por Monseñor Zacarías de Vizcarra en «Ecclesia» y en algunas actitudes de jerarquías o católicos destacados hay un tono conciliante, civil, al hablar del Partido Comunista, que contrasta con los llamamientos a nuestro exterminio físico hechos por otros católicos en otros períodos. En dichos artículos no se plantea la lucha en el terreno de la guerra civil, sino en el terreno ideológico. Nosotros pensamos igualmente, que la discusión, la polémica, la lucha de ideas, y no la violencia física, son las formas que deben utilizarse para dirimir las diferencias políticas e ideológicas… La cristalización de un partido demócrata cristiano en España es un hecho que está produciéndose. Los comunistas y la democracia cristiana en otros países han colaborado en la lucha contra el fascismo e incluso han participado juntos en diferentes gobiernos, conviven dentro de la democracia parlamentaria. España no tiene por qué ser una excepción.”
Qué preocupante resulta entonces que hoy las únicas muestras de colaboración para la convivencia pacífica y democrática que aporta la derecha en nuestro país provengan de las lecciones que a esta derecha reaccionaria da aquella otra vasca que en tiempos persiguieron.
Mientras que nosotros, los comunistas, hoy debatimos en términos de ideas sobre la conveniencia o no de esta Transición que ha legitimado a las élites franquistas, sobre el precio pagado para alcanzar la reconciliación nacional, y aunque desconfiemos de participar en un gobierno de socialdemócratas con la participación de camaradas, trabajamos en las soluciones que posibiliten una coexistencia pacífica entre españoles, entre seres humanos, y respondemos a sus ataques reaccionarios de odio como ayer lo hicieron aquellos de los que hemos tomado el relevo como comunistas:
“…el odio y la venganza no son los sentimientos que determinan nuestra política; no lo fueron nunca, pese a que la propaganda del dictador ha esparcido esa idea falsa sobre nosotros. Los comunistas sabemos sobreponernos a los sentimientos personales e inspirarnos en los intereses superiores del pueblo y de la Patria. El odio y la venganza no deben ser tampoco los sentimientos que inspiren a otras fuerzas democráticas y a las masas populares.”
Así, nosotros los comunistas podemos decir qué hicimos para contribuir a la democracia y la convivencia pacífica a nuestro país, para mejorar la vida de los españoles. ¿Qué hicieron ustedes?
Muy buen artículo y muy bien escrito. Enhorabuena, Jorge.
Buen artículo Jorge y una gran buena reflexión.
Carmen