Pascual Campos Migueles
Trabajar por la confluencia social y política es estar a la altura de las necesidades de las y los trabajadores -las nuestras-, de la juventud que no tiene proyecto de vida, de las mujeres con doble jornada, de los mayores con pensiones recortadas, o de las que viven y trabajan sin llegar a final de mes.
Es ponerse de acuerdo sobre un programa de cambio, y es construir un espacio de unidad, que con la voluntad de hacer partícipe a todas y todos, sea útil a esos intereses.
O dicho de otra forma: es tejer la unidad popular de todas las personas que sufrimos las decisiones de las élites económicas y políticas, y en particular de las élites locales.
¿Qué modelo de confluencia?
Aspirando a un proyecto de sociedad libre, justa, igualitaria y solidaria, sin perderlo de vista como faro, necesitamos un programa local de medidas concretas para:
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garantizar la defensa de lo público,
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promocionar activamente la economía social y solidaria,
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avanzar en la igualdad de mujeres y hombres,
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educar en valores democráticos, cooperativos, solidarios y de lucha contra el odio y el fascismo,
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hacer una ciudad de derechos sociales y ambientalmente sostenible,
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implicar a la mayoría social en el desarrollo de dichas medidas
Asimismo, no podemos conformarnos con una herramienta exclusivamente electoral o institucional. Por muy democrático y participativo que sea ese espacio -que tiene que serlo-, a pesar del necesario seguimiento asambleario a las medidas de un gobierno, ello en sí resultaría insuficiente, e incluso frustraría nuestras expectativas.
¿Por qué? Pues por la diferencia entre poder y gobierno. En una sociedad capitalista el poder lo detenta una minoría, en nuestro país la oligarquía financiera, el IBEX-35. Es ésta la que toma las grandes decisiones que afectan, por ejemplo, a la comercialización de un medicamento, la industrialización de un territorio o la información que recibimos por los medios de comunicación. Los gobiernos por lo general están al servicio de ese poder económico.
¿Puede existir un gobierno de izquierdas en una sociedad capitalista? Sí, pero mientras tanto se encontrarán en conflicto. Y como ejemplo reciente, Venezuela: todo un gobierno de un Estado -con un apoyo mayoritario de su pueblo-, no es del todo capaz de desarrollar un programa socialista, porque las élites económicas del país continúan detentando amplias cotas de poder.
Por ello, y volviendo a la realidad local, necesitamos una herramienta de unidad que, además de hacer seguimiento para el cumplimiento del programa electoral, integre y a la vez promueva todo tipo de iniciativas de construcción de poder popular.
Es decir, iniciativas que creen contrapoder, que conquisten espacios para satisfacer derechos de las personas trabajadoras. Por ejemplo, informar sobre los derechos laborales, parar ERE’s, impulsar el cooperativismo, construir espacios cómodos para la igualdad, organizar cocinas populares como la del rey heredia, cultivar huertos ecológicos o generar cultura popular. Iniciativas que además nos permitan transmitir valores alternativos al individualismo imperante.
Articular el espacio por barrios y sectores (feminismo, educación, pensiones,…) sería otra de las características relevantes a mí parecer, en tanto que la utilidad de una herramienta de unidad está vinculada a su capacidad para conectar con las necesidades concretas de la clase trabajadora, de aquellas personas que a día de hoy no participan, a su implantación real en el conflicto social, allá donde es posible ampliar las bases de este proyecto.
Y en cuanto al método de elección de la candidatura, unas elecciones primarias conjuntas. Un proceso que pueda permitir elegir a referentes de nuestra ciudad, a personas comprometidas, a compañeras/os que practiquen el valor de dar y trabajar para las/os demás, y que ante todo, sin banalizar la ingente tarea de un/a concejal/a comprendan el esfuerzo que supone y su dimensión de servicio público.
¿Pero cómo hacerlo en Córdoba?
Para hacer confluencia en Córdoba necesitamos leer nuestra historia -porque en Córdoba la tenemos-, y no por nostalgia, sino porque es un tesoro lleno de valiosas lecciones políticas. Tales como el desarrollo del movimiento obrero y del movimiento vecinal, entre otros, en los años 60 y 70, que fueron clave para el éxito de una propuesta política de cambio; la apertura a la participación ciudadana desde distintos gobiernos municipales del PCE y de IU; una relativa y progresiva institucionalización de los movimientos vecinales y sociales en los años 80, 90 y 2000 que contribuyó a perder la amplitud y la base popular de un proyecto transformador; o la desunión en las elecciones de mayo de 2015 que impidió una alcaldía del cambio.
Aprendiendo de los aciertos y los errores, deberíamos enfocar la confluencia a partir de la realidad local de este momento político:
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Reconocer a las partes: tener consideración a cada uno de los colectivos y partidos que comparten un programa de cambio, a su militancia y a sus dirigentes, es básico. No sólo porque es la única forma de dialogar para construir un espacio plural y con capacidad de ganar, sino porque la gente no militante no suele darle un ápice de importancia a las diferencias tácticas entre los distintos actores de un espacio de cambio.
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Generar confianza: si realmente queremos ser la alternativa que responde a las necesidades de la clase trabajadora, y apostamos por ese programa de cambio: servicios públicos… (ganar las próximas elecciones municipales); tenemos que creer en ello, y necesariamente hacer por generar la suficiente confianza entre los actores del proceso. Y precisamente porque tenemos historia, es más importante aún si cabe esta labor para superar viejas diferencias que a día de hoy tienen más de leyenda que de realidad, o al menos no tienen repercusión real para el desarrollo de los retos presentes y futuros.
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Reforzar/buscar espacios de encuentro: esta tarea que sin duda se ha trabajado en los últimos años/meses en espacios unitarios del movimiento feminista, del movimiento por las pensiones públicas o por la educación pública o en las marchas de la dignidad, es necesario redoblarla, y ampliarla a los barrios y los espacios de lucha vecinal. Los procesos exitosos a largo plazo son procesos naturales y participativos, por lo que diría que se hace imprescindible el trabajo conjunto codo con codo en los barrios y en los espacios unitarios indicados.
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Tener como base la movilización social: si por algo nos caracterizamos es por compartir la necesidad de la movilización social como motor de cambio. Aspirar a grandes movilizaciones unitarias y trabajadas conjuntamente es la mejor forma de conocerse, reconocerse, generar confianza y construir unidad. Y como ejemplo la huelga feminista del 8M. Las próximas citas: la movilización por el día del orgullo LGTBi, el 28 de junio para reclamar igualdad de la diversidad afectivo-sexual, y la manifestación andaluza de las marchas de la dignidad, el 30 de junio en Málaga para decir bien alto “pan, trabajo, techo e igualdad”. Ojalá sepamos estar a la altura.
En conclusión, la búsqueda de la unidad y la construcción de consensos, son tareas permanentes si queremos pasar de mayoría social a mayoría política, al menos mientras tengamos en frente a un enemigo que nos quiere sin derechos y que hará todo lo posible para dividirnos.
*Secretario político local del PCA en Córdoba ciudad
Pascual: No puedo estar más de acuerdo contigo. Otra cosa es que consigamos estar a la altura.
Muy buena reflexión. Ahora nos toca a todas ponerla en marcha!