
Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones. Escritor y Periodista. Primer Premio Nacional de Prensa de 1983 en concurso convocado por el Ministerio de la Presidencia del Gobierno, promovido por la Unión Internacional de Telecomunicaciones, por acuerdo de la “64ª Sesión Plenaria de la Asamblea de las Naciones Unidas de 19 de noviembre de 1981”.
Algunas veces los pasajes que recordamos de nuestra vida particular están asociados a hechos sociales y/o políticos que vivimos y que, por tener cierta importancia para nosotros, se grabaron indeleblemente en nuestra memoria (1). Justifica esta introducción el título de este artículo referido a un evento de gran importancia mediática en el entorno del año 1985 en la ciudad de Córdoba. Me refiero a la II Conferencia Internacional de Municipios y Zonas No Nucleares celebrada de 28 al 31 de marzo; la primera se había celebrado en Manchester dos años antes. En esa época yo era concejal de Informática y Organización del Ayuntamiento de Córdoba y formaba parte como miembro de la Delegación Cordobesa, al igual que el resto de los ediles del grupo de gobierno del Partido Comunista y de la oposición, Grupo Popular y Partido Socialista Obrero Español. A la Conferencia, que estuvo presidida por el Primer teniente de alcalde Herminio Trigo Aguilar, asistieron 200 congresistas en representación de 99 municipios y 16 países. Entre ellos, cargos institucionales y políticos, profesores, científicos, observadores y colectivos ecologistas. Igualmente se recibieron 50 adhesiones y apoyos de alcaldes y representantes municipales de ciudades y pueblos de distintos continentes. Especialmente emotiva fue la lectura de los saludos y adhesiones de los alcaldes de Hiroshima y Nagasaki, Takeshi Arcki e Hitoshi Motoshima. De este evento internacional, por acuerdo del Comité Organizador en recuerdo de estas dos fatídicas ciudades bombardeadas con armas nucleares, se nominó en el centro de la ciudad una calle como “Ciudades de Hiroshima y Nagasaki”, descubriéndose una placa por parte del alcalde de la ciudad japonesa de Fuchu Cho, de la municipalidad de Kihei Yamada. (2)
Pues bien, en este importante evento, al que asistí sin perderme ninguna ponencia (3), me toco participar al final en la Comisión de Resoluciones, cuyo borrador presentaron los delegados de Bulgaria. Por este hecho, como anécdota citar que después, en reuniones internas del Grupo Comunista del Ayuntamiento, mi compañero y amigo, teniente de alcalde de Personal y Hacienda, Lucas León Simón, me colocó jocosamente el apelativo de “La Pista Búlgara”. (4)
Pero quiero destacar que al margen de las interesantes ponencias cuyos resúmenes pueden leerse, como ya he referenciado, en varios números de la Revista de información municipal “El Pregonero”, me impactó mucho la del científico ruso Vladimir Alexandrov, que era un físico y matemático soviético adscrito a la Academia de Ciencias de la URSS. Participó como ponente en la II Conferencia Internacional de Municipios y Zonas No Nucleares. Su intervención se centró en la teoría del «invierno nuclear», explicando las catastróficas consecuencias climáticas de una guerra atómica, respaldada por un modelo matemático tridimensional desarrollado por ordenador en la URSS. Según Alexandrov, después de una guerra nuclear la atmósfera se volverá opaca y no dejaría pasar los rayos del sol, pero si pasarían los rayos ultravioletas, lo que provocaría una gran caída de las temperaturas entre 30, 40 o 50 grados bajo cero en algunas zonas de la tierra. Por otra parte, la radiación de los rayos infrarrojos calentaría los glaciares y nieves de alta montaña y podría provocar graves inundaciones. Estos efectos darían lugar la irremediable desaparición de la vida en el planeta, incluida la nuestra, porque las especies no podrían vivir ante cambios tan repentinos. Tras Alexandrov intervino el sudafricano, profesor Michael John Pentz, presidente de la Asociación de Científicos contra las Armas Nucleares quien explicó la reacción de los gobiernos a la Teoría del Invierno Nuclear, que denigraban argumentando que además no estaba probada. Quiero reiterar la conveniencia de consultar la prensa de esas fechas y en particular el diario Córdoba y la Revista El Pregonero, para quienes deseen mayor información de tan interesante encuentro internacional.
Por fin quiero contarles a ustedes la enigmática desaparición, aún no resuelta, del científico ruso Vladimir Alexandrov tras la Conferencia de Córdoba.
Resulta que el siguiente lunes 1 de abril de 1985, aproximadamente a las 8:15 de la mañana, al pasar frente a la taberna de mi exalumno de electrónica y amigo, Francisco Lopera, la cual estaba situada al pasar el Arco Bajo de la Plaza de la Corredera, este salió a la puerta y me hizo señas para que me acercara cosa que hice. Paco en voz baja, me informó que dos conductores municipales se habían llevado hacía unos momentos en coche a un hombre alto, que dijeron que era ruso, y que estaba sentado, medio dormido, en el escalón del umbral de la puerta de la pequeña ermita de la Virgen del Socorro, contigua con la salida del Arco Bajo. Yo, parece que lo intuí, y me desvié un poco de mi camino hacia mi trabajo en Correos y Telégrafos, acercándome a la puerta del Ayuntamiento. Efectivamente, allí estaba dentro de uno de los coches de la alcaldía Vladimir Alexandrov sentado dormido en un asiento de la parte trasera, cuya puerta estaba abierta y que cubría Paco, uno de los conductores. Me informó que él y otro de los conductores Pepe, eran los que lo habían recogido ante un aviso de una llamada telefónica a la alcaldía. Me dijo que como no habían llegado todavía ni el alcalde Julio Anguita, ni el Primer teniente alcalde, Herminio Trigo, habían avisado a Margarita Ruiz Schneider la jefa de Protocolo que había estado de secretaria y responsable de Dirección del encuentro internacional finalizado el día anterior; al bajar ella a la calle acompañada de Pepe el otro conductor, nos saludamos y al mirar dentro del coche exclamó: ¡Anda, si es Alexandrov! volvió la cara, me miró sorprendida y yo asentí. Al llegar el subjefe de la Policía Municipal, Antonio Cuesta, acompañado de dos agentes, después de sus acostumbrados saludos, estos empezaron a despejar a la gente aglomerada, mientras Margarita intentaba despertar al ruso con palmaditas en su cara y llamándolo por su nombre: ¡Vladimir!, ¡Vladimir! Al ver que se acercaba Julio Anguita, que estaba llegando al Ayuntamiento bajando por la calle Claudio Marcelo, yo me anticipé y me dirigí hacia él informándole de la situación. Después, yo me despedí dirigiéndome a mi trabajo en la Central de Correos y Telégrafos, el cual compatibilizaba con el de concejal de Informática y Organización. A mediodía después de salir de mi trabajo, me fui a la Taberna de La Espiga de la calle San Pablo cerca del Ayuntamiento, que como era habitual cada día, los concejales del Grupo Comunista nos encontrábamos y comentábamos los asuntos municipales más importantes de la jornada tomando una cerveza. Me informaron que tras llamar por teléfono a la Embajada Soviética y hablar Julio con el embajador, este le pidió que lo llevaran allí lo más pronto posible. Creo que al espabilarse un poco bebiendo agua y algún alimento, los dos conductores municipales citados escoltados por dos agentes motorizados, lo llevaron al hotel a recoger sus pertenencias y salieron en el coche hacia Madrid. Una semana después leí en una publicación del diario El País, que el Científico del Invierno Nuclear Vladimir Alexandrov, desapareció en Madrid no encontrándose ni en Moscú, donde vivía cómodamente con su esposa e hijos que lo esperaban y después lo reclamaron. Sobre las causas de su enigmática desaparición ha habido después muchas especulativas versiones. Lo que yo si estoy convencido por la claridad, didáctica y firmeza en la exposición de su ponencia en la Conferencia, y por la proximidad física que tuve con él, cuando lo tenían dentro del coche en la puerta del Ayuntamiento, no tenía síntomas de alcoholismo como se comentó en algunos medios. Más bien eran de enfermedad o de haberlo narcotizado. Lo que sucedió con el futuro de las Conferencias de Municipios y Zonas No Nucleares, si pienso próximamente dar mi opinión, al haberse celebrado su exitoso segundo y último encuentro, hace cuarenta años, en la ciudad de Córdoba, España.
(1) Nuestro paisano Séneca dijo en una carta a Paulino: “No es que tengamos poco tiempo, sino que desperdiciamos mucho de él”,
(2) En las revistas “El Pregonero” número 29 de la segunda quincena de marzo y 30 de la primera de abril del año 1985, puede encontrarse un informe muy completo de esta Conferencia.
(3) A mí me ha preocupado siempre mucho la situación de los temas ecológicos y medioambientales. De hecho, había sido subscritor y colaborador de la Revista “Alfalfa”, de tirada nacional al final de los años setenta, y, después también, de la Revista de Ámbito Urbano, Medioambiente y Ecología “Córdoba en Verde”. Por último, fui uno de los cofundadores del Partido Ecolo de Córdoba y del Partido Equo.
(4) Esta frase se empleó periodísticamente, por la teoría que señalaba la responsabilidad política de los servicios secretos búlgaros, que estaban detrás del turco Ali Agca, quien cometió el atentado contra el Papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro de Roma en 1981.
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